“(…) Fue cuando se callaron las iglesias, fue cuando el fútbol se
lo comió todo, que los padres palotinos y Angelelli dejaron su sangre en el
lodo…”
León Gieco – La memoria
En mi pueblo, en
las Islas Canarias, pocos meses antes de 1.936 y del golpe de estado fascista
del General Franco, los curas chivaron secretos de confesión de parte de sus
feligreses fieles a la República. La curia tuvo reuniones en San Lorenzo y Las
Palmas de Gran Canaria con los asesinos que preparaban el genocidio, dieron
nombres, direcciones, propiedades de los que iban a ser torturados/as
salvajemente, fusilados/as, desaparecidos/as en simas, pozos y cunetas.
Cuando fusilaron a
mi abuelo las fuerzas franquistas en el Campo de Tiro de La Isleta, había un
cura que se encargaba tanto de dar la última comunión, como de pegar el tiro de
gracia en la nuca de los injusticiados. Sotánico, hijo de mala madre, con
pistola al cinto, criminal para todo, para matar, para quebrar conciencias en
el último instante de la muerte de miles de desgraciados/as militantes de la
izquierda canaria.
Ahora el Papa
Bergoglio o Francisco I, ha apadrinado su acto más fascista desde que fue
elegido prócer de la curia, entronizando a los 500 curas y monjas asesinados/as
en la guerra civil, olvidando de forma intencionada al medio millón de
asesinados/as por el franquismo, donde su institución participó directamente y
respaldo el mayor genocidio de la historia de esta parte de la tierra.
Fue incapaz de
pedir perdón, de reconocer el holocausto que su iglesia protagonizó en el
estado español, demostrando que por mucho que lo niegue también colaboró directamente
o hizo la vista gorda en la tortura, desaparición y asesinato de miles de
argentinos/as, con su buena amistad con el criminal general Videla y otras
escorias vivientes vestidas de uniforme, a las que se encargaba de confesar y
dar la comunión.
100 asociaciones de
memoria histórica del todo el estado español, donde hay muchos/as cristianos/as,
que sufrieron en sus carnes el terror del fascismo, le habían pedido que
manifestara en este acto de Catalunya su misericordia como máximo representante
de la Iglesia, que lanzara un mensaje de fraternidad para que hechos tan
terribles no volvieran a repetirse, pero Bergoglio en su línea de mentiroso
compulsivo y buen hijo de Satanás lo negó, manipulando su discurso, omitiendo cualquier
referencia a las cientos de miles de personas asesinadas por el régimen franquista,
muchas de ellas católicas practicantes, incluso curas y monjas de los
empobrecidos, que dieron su vida como verdaderos mártires luchando por los
derechos de los humildes, de quienes defendieron la democracia, los derechos
civiles, la igualdad y la ansiada libertad.
Bergoglio, el Papa
amigo de los criminales fascistas de Argentina, el confesor de los genocidas,
sacó a la luz su verdadero rostro, a pesar de la imagen que trata de ofrecernos
como reformador de la Iglesia, de pontífice de la justicia social, cuando la
realidad es otra y lo demuestra en sus acciones, en dejar tiradas a las
familias de las víctimas del terror franquista, que no pedían más que un gesto,
una mínima frase de reconocimiento a quienes entregaron su vida en defensa de
valores universales y fraternos.
No les valió con su
implicación en la conquista de América y el asesinato de 80 millones de
indígenas, la Iglesia Católica y Bergoglio jamás podrán limpiar de sus manos la
sangre inocente de las millones de víctimas del holocausto nazi, de la dictadura
franquista, de los regímenes fascistas argentino, uruguayo, chileno, paraguayo,
donde fueron parte directa y destacada del exterminio el terror, la tortura y
la muerte.
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