Para
su padre es “una bendición del cielo” y para el resto de los españoles,
monárquicos o no, acabará siendo rey por gracia divina. El príncipe
Felipe se mantiene en un segundo plano aséptico para esquivar escándalos
y toma posiciones ante la cada vez más inminente sucesión. Los
empresarios que han acompañado al rey Juan Carlos en las últimas
décadas, conscientes de las “bendiciones” reales, también toman posiciones y pelean por un sillón en la corte del futuro monarca.
El hermetismo sobre la figura del heredero,
que cumplió 45 años el pasado 30 de enero, es casi absoluto. Los
ciudadanos suelen recibir informaciones controladas que ensalzan su
preparación, cuidada al detalle desde su más tierna infancia; y sus
discursos están aliñados siempre de alusiones a la concordia, la cultura y el deporte, tres conceptos que rodean las campañas de imagen del hijo varón del rey. Casa Real intenta justificar con esa “preparación” su continuidad en
un sistema democrático moderno, en el que muchos ciudadanos, sobre todo
los más jóvenes, no entienden que el cargo más alto del Estado se
herede de padres a hijos varones.
Y es que los tiempos cambian. Es la primera
vez que el rey suspende en el barómetro del CIS. La primera vez que se
juzga a un miembro de su familia. La primera vez que el monarca pide perdón.
La primera vez en 13 años que concede una entrevista. Y la primera vez
que TVE dedica un programa semanal exclusivo para hablar de la
monarquía.
Por el contrario, el heredero sigiloso se
mantiene ajeno a los escándalos que aceleran aún más la creciente
desafección ciudadana hacia la institución, mientras se rodea de una
élite de empresarios heredada de su padre de la que Emilio Botín, presidente del Banco Santander, es uno de los miembros más destacados.
La corte del príncipe pivota, entre otros
foros, en dos fundaciones: Príncep de Girona (FPdGi) y Príncipe de
Asturias (FPA). Esta última, creada en 1980 e impulsada en la actualidad
por 77 patronos –entre ellos, los presidentes de Banco Santander, El
Corte Inglés, Telefónica, Repsol o Iberdrola– se ha convertido en un
trampolín de lujo para entrar en el despacho del heredero. “Las
aportaciones [anuales] de cada uno son bajas: 70.000, 80.000, 100.000
euros… y con ellas consigues un ticket para sesiones privadas con él y
con grandes empresarios”, explica uno de los patronos. A los
mecenas, además, Hacienda les desgrava un 20% de la donación. Entre
éstos, la FPA mantiene al presidente de Bankia, Rodrigo Rato, a pesar de
su imputación. “Es una cuestión que no depende de la fundación, ya que
es la institución miembro del patronato quien debe nombrar a su
representante”, se justifica la FPA.
La fundación, instrumento de altavoz y toma de contacto empresarial del príncipe, se diseñó cuando él tenía 12 años.
Entonces, costó conseguir financiación. Fueron organismos públicos y
empresarios asturianos, como Pedro Masaveu, quienes costearon los
primeros Premios Príncipe de Asturias, hace 33 años. “Pero ahora que la
fundación está consolidada, hay codazos por entrar”, añade el mismo patrono.
El heredero al trono mantiene reuniones
periódicas en El Pardo con algunos de estos mecenas para debatir sobre
política o economía, según reconoce Casa Real, al margen del encuentro
anual de junio, en el que aprueban las cuentas de la fundación. Las audiencias más jugosas son
las de grupos reducidos, de unos cinco o seis. El príncipe les convoca
cada cuatro o seis semanas, sin una periodicidad fija.
Esta agenda paralela a la de su padre permite a Felipe forjar su red de cortesanos millonarios,
que durante estos años de transición siguen acompañando al rey en sus
viajes al extranjero en busca de inversiones. Es el caso de la reciente
expedición a Brasil, en la que participaron Antonio Brufau (Repsol),
Botín y altos directivos de Telefónica, Iberdrola, Iberia, Gas Natural,
Indra, Acciona y Talgo, entre otras. Los nombres de estas empresas se
repitieron en la mayoría de las excursiones económicas del monarca en
2012 (Rusia, India, Kuwait…).
Botín, el primero de la clase
El socio más aventajado es el Banco
Santander. En abril de 2008, Casa Real entregó el sillón de presidencia
de la Fundación Príncipe de Asturias al vicepresidente de la entidad, Matías Rodríguez Inciarte. Su
designación provocó un terremoto entre el resto de los patronos,
especialmente los banqueros, celosos del nuevo pelotazo que había dado
Emilio Botín.
BBVA trató de frenar la creciente hegemonía de su competidor creando, de inmediato, los ocho galardones Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento(el
mismo número que los Príncipe de Asturias, pero con una dotación 10
veces superior, de 500.000 euros, y centrados en la investigación
científica). No obstante, BBVA mantuvo su tributo a la fundación. A Caja
Rural y Cajastur tampoco les hizo gracia. La caja de ahorros asturiana había donado 300.000 euros, frente a los 30.000 del Banco Santander.
Hasta 2011, el balance de situación y la
cuenta de resultados eran secretos. Antes de ese año, los detalles de la
auditoría sólo se habían aireado una vez, como consecuencia de las
constantes denuncias de “oscurantismo” que publicó en la prensa
asturiana David Ruiz, catedrático emérito de Historia Contemporánea de
la Universidad de Oviedo. La presión hizo claudicar al director de la FPA, Graciano García, que terminó entregándole a Ruiz el informe. El catedrático define la organización que preside Rodríguez Inciarte como “un chiringuito para blindar la monarquía y crear un espacio en el que colocar gente”.
Que el presidente de la fundación pertenezca a la cúpula del principal banco español forma parte de la estrategia de la Corona, orquestada directamente por el rey y no por el príncipe,
según reconocen fuentes de la fundación. Matías Rodríguez Inciarte fue
ministro de Presidencia con UCD y, en 2011, uno de los 15 directivos
mejor pagados de España: 6,51 millones de euros.
La Fundación Príncipe de Asturias tiene tres grandes vías de financiación: un 63% de los ingresos procede de entidades privadas –grandes
empresas, la mayoría–; un 18%, de las arcas públicas (Gobierno central,
gobierno de Asturias, Junta Central del Principado y ayuntamientos de
Oviedo, Gijón y Avilés); y otro 15%, de inversiones financieras que la
fundación realiza, en parte, con dinero público. En 2011, sumaron más de
seis millones. Cuánto aporta cada empresario es secreto.
Y las contribuciones públicas no cesan.
Además de las aportaciones regulares, el gobierno de José Luis Rodríguez
Zapatero aprobó en 2005 la inyección de 12 millones de euros a
la fundación durante el periodo 2006-2008. “En 2013, el ayuntamiento de
Oviedo entregará otros 350.000 euros”, denuncia el portavoz de IU en el
consistorio de la capital asturiana, Roberto Sánchez. Rivi, como se le
conoce después de más de 20 años recorriendo los pasillos del
ayuntamiento, provocó un alboroto en el patio de butacas durante la
entrega de los premios en 1994, al ponerse de pie con una pancarta que
reclamaba el 0,7% del PIB para cooperación. En la sala de realización de
TVE se hicieron malabares técnicos para que no saliese la imagen, pero
un fotógrafo de La Voz de Asturias logró inmortalizar la escena. Desde aquel año, se prohíbe el acceso de los fotógrafos al escenario.
En busca de financiación
El creador del patronato de la fundación fue
su segundo presidente, Plácido Arango, empresario mexicano y padre de
la cadena de restaurantes y tiendas Vips. En la organización recuerdan
la anécdota de una de las primeras reuniones con grandes empresas a las
que Arango asistía para pedir dinero. Fue en el Comité Ejecutivo del
Banco Popular. El presidente de la fundación llegó con unacarta de recomendación del rey debajo del brazo.
Antes del encuentro, los miembros del comité
especulaban con la cantidad que les pediría: “¿Cuánto querrá? ¿100
millones de pesetas [equivalentes en 1987 a 600.000 euros]? ¿50? ¿80?”
Por prudencia o por ignorancia del poder que tenía la rúbrica del
monarca, Arango pidió apenas cinco millones de pesetas (30.000 euros).
Los banqueros respiraron pero, al terminar la reunión, desde Casa Real
se espetó al presidente: “¿Pero tú qué te has creído, que la firma del
rey es para pedir calderilla?”, recuerdan fuentes cercanas a la
fundación. Finalmente, Banco Popular aportó 10 millones.
Además de la fundación, los grandes patronos
abren canales alternativos para agasajar a la Familia Real. El
presidente de La Caixa (actual Caixabank), Isidro Fainé,
por ejemplo, es uno de los habituales en los corrillos empresariales
cercanos a la monarquía. De hecho, La Caixa fue una de las empresas que,
junto con el Gobierno balear, realizó una colecta al más alto nivel
para obsequiar a Juan Carlos de Borbón con un yate, el Fortuna III,
que les costó 18 millones de euros. El pasado 15 de enero, Caixabank
era una de las empresas participantes en el Spain Investors Day, unas
jornadas presididas por el Príncipe de Asturias para establecer contacto
con inversores extranjeros.
El primo del rey y hombre de su extrema confianza, Carlos de Borbón, es una figura clave para acceder al monarca,
ya sea a través de reuniones o en una de sus habituales cacerías, a las
que es muy aficionado. Carlos, de 75 años, es apenas 10 días menor que
Juan Carlos y los dos han tenido vidas paralelas.
De hecho, Carlos de Borbón tuvo un papel
clave, junto al abogado Juan Luis Iglesias, en el derrocamiento en 2009
del mentor de la Fundación Príncipe de Asturias, Graciano García, según
fuentes internas. García es el periodista republicano que más ha ayudado
a la monarquía desde que a finales de la década de 1970 se le ocurrió
la idea de crear los premios como el mejor escaparate posible para el
príncipe. Felipe tenía 12 años. Vincularle desde entonces al mundo de la cultura y el deporte (abanderado
en los Juegos Olímpicos de Barcelona’92, esquiador, regatista…) le daba
una imagen afable. Además, le aseguraba un discurso anual en el que
todo el país centraba su mirada en el Teatro Campoamor de Oviedo.
El sueldo de 183.000 euros que alcanzó García, recogido en el libro Nada fue un sueño. Biografía íntima del creador de los Premios Príncipe de Asturias (KRK),
da cuenta de lo agradecida que quedó Casa Real por el invento. Sin
embargo, después de 30 años, Zarzuela decidió dar un giro a la
dirección, apostando por un perfil experto en fundaciones y del entorno del Opus Dei: Teresa Sanjurjo.
Carlos de Borbón presidía la Asociación Española de Fundaciones (AEF)
cuando Sanjurjo era la directora. Además, la buena relación de la AEF
con el Banco Santander y, en concreto, con la mujer de Botín, Paloma
O’Shea, allanó todavía más el camino.
En realidad, los encargados de la elección del director de la FPA tendrían que haber sido los patronos,
según consta en los estatutos de la fundación. Dos de ellos, el
periodista Juan Cueto y el presidente de Caja Rural, Román Suárez
Blanco, protestaron por la elección a dedo de Sanjurjo, que incluso
obvió el consenso de los mecenas de buscar a alguien de origen
asturiano. Sí que se cumplió la voluntad de la reina Sofía y la
vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, de que
fuera una mujer quien ocupase el cargo.
Del ‘juancarlismo’ al ‘felipismo’
Dicen desde Casa Real que no existe un
planteamiento para la sucesión. Que se pondrá en marcha cuando toque. Lo
que sí funciona a pleno rendimiento desde hace años es el trasvase de contactos empresariales del rey al príncipe, bajo la dirección y el control del primero.
La preparación del heredero para asumir el
trono comenzó desde el primer momento de su educación y se ha llevado a
cabo de forma progresiva y lineal, sin acelerones en los últimos años,
según las mismas fuentes. De hecho, el príncipe participa en actos
institucionales en solitario desde mediados de la década de los 90 y
empezó a ejercer de representante de España en el exterior en 1996.
Destaca su papel en las tomas de posesión de presidentes sudamericanos.
Estos viajes protocolarios, sumados a la proyección internacional que
atesoran los premios Príncipe de Asturias al reconocer la trayectoria de
personajes como Bill Gates, Stephen Hawking, Woody Allen o Nelson Mandela ya dotan al heredero de una nutrida agenda internacional, a la altura de un jefe de Estado.
¿Cómo se legitima a un rey nombrado “desde la emoción del recuerdo a Franco” y
que prometió “guardar lealtad a los principios que conforman el
Movimiento Nacional”? Para los historiadores que defienden la figura del
monarca, como Paul Preston, Juan Carlos lo logró gracias a su
“sacrificio y dedicación”, como apunta el historiador inglés en Juan Carlos, rey del pueblo (Debate),
la última biografía publicada del soberano. Para otros, como Alberto
Carrillo, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de
Sevilla, “su legitimidad de origen es el franquismo, porque fue Franco
el que determinó la línea dinástica saltándose a Don Juan”.
Ambos coinciden, eso sí, en la importancia del golpe de Estado del 23-F para
crear la base sociológica del llamado juancarlismo, aunque lo hacen
desde visiones antagónicas. En la biografía, Preston asegura que el rey
coordinó el desmantelamiento del alzamiento militar desde la Zarzuela
para “dar una segunda oportunidad a la democracia española”. Para
Carrillo, tanto los movimientos de Casa Real tras la muerte de Franco
como la imagen dada durante el 23-F responden a una “estrategia”
calculada de la Corona, que “sabía que la única manera de mantenerse
viva era distanciarse de la dictadura”. Ese hecho histórico “ha blindado
en gran medida a la monarquía, ha sido su colchón salvavidas”, añade.
Pero los réditos de aquella “jugada maestra”
del rey, según el historiador malagueño, no son hereditarios. “El
príncipe necesitará su propia estrategia, intentando ofrecer un perfil más cercano al pueblo.
Y en eso, el papel de Letizia es fundamental”, augura Carrillo. Eso sí,
estas variaciones son “estéticas” porque “desde un punto de vista
democrático no se justifica de ninguna manera la herencia de una
jefatura de Estado”.
Incluso entre quienes alaban la figura del
monarca, como Preston, existen ciertas dudas sobre cómo afectará la
sucesión a la legitimidad de la institución: “Depende de cuándo y de las
circunstancias en que se haga el traspaso de poderes. Pero en
principio, en circunstancias normales, sí que sería legítimo”.
La asunción del trono por parte del príncipe
Felipe, en un futuro más o menos lejano, se encontrará con un problema
extra: el creciente desapego de la ciudadanía hacia la monarquía. La
última vez que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) preguntó a
los españoles por su confianza en varias instituciones, en octubre de
2011, la Corona obtuvo su primer suspenso de la historia con un 4,89 sobre 10, una
nota menor que la que los encuestados otorgaron a los medios de
comunicación (4,97) y muy inferior a los resultados de años anteriores
(5,35 en 2010 y 6,67 en 1997, por ejemplo).
Esta pregunta, que no ha vuelto a aparecer
en los barómetros del CIS desde entonces, incluye valoraciones sobre
otras instituciones, como las Fuerzas Armadas (5,65) o los partidos
políticos (2,76) y forma parte de un paquete flexible del barómetro que
suele incluirse en las encuestas, sin una pauta fija, cada cierto
tiempo. “No hay una razón concreta por la que no se ha incluído en las
últimas encuestas. No significa en absoluto que se vaya a dejar de hacer
esa pregunta o que no vaya a entrar en las próximas oleadas”, explican
desde el CIS.
Mientras llega ese nuevo examen oficial a la
monarquía, las encuestas de los medios ofrecen resultados dispares. La
última, publicada en enero por El Mundo, muestra que el 50,1%
de los españoles valora positivamente al rey. La oleada anterior, de
enero de 2012, le dio un 76% de aprobación. El príncipe, eso sí, se
lleva el visto bueno del 62,3% de los encuestados. Mientras la monarquía
sigue perdiendo fieles, los principales partidos políticos, PP y PSOE, apoyan sin fisuras a la institución.
La pérdida de adeptos a la Corona no es flor
de un día, tal y como explica Belén Barreiro, Doctora en Ciencia
Política y Sociología, fundadora de la firma de investigación social
MyWord y exdirectora del CIS: “A lo largo de la democracia se ha ido
produciendo una caída de la valoración de la monarquía, que estaba muy
bien vista en los 80, al contrario de lo que ha pasado con otras
instituciones como el Ejército, que tenía una mala valoración tras la dictadura y ha ido ganando simpatías”.
A esto se le suma la evaluación que hacen los jóvenes de la
institución, que la deja peor parada que la media. Esto supone, según la
socióloga, un obstáculo a largo plazo.
Barreiro culpa de esa desafección hacia la
Corona tanto a factores coyunturales, “de posible recuperación”; como
estructurales, derivados de la propia esencia de la monarquía. “El hecho
de que no sea una institución democrática, porque no ha sido elegida por la ciudadanía, hace que chirríe, sobre todo para los más jóvenes”, explica.
De los factores coyunturales, el más importante es la imputación de Iñaki Urdangarín.
No ayuda, tampoco, que el Rey fuese pillado en plena cacería de
elefantes en Botsuana el 14 de abril porque tuvo un accidente y necesitó
volver a España para ser intervenido, aunque luego pidiera disculpas
públicas e hiciese propósito de enmienda. Todos estos escándalos han
trasladado los temas relacionados con la Corona, que solían habitar en
el escaparate de las páginas de la prensa rosa, a las portadas de los
medios generalistas.
¿Existía hasta ahora un veto sobre la
monarquía? Según Carmen del Riego, presidenta de la Asociación de la
Prensa de Madrid (APM), no. Lo que sí había, en su opinión, es una “prudencia” a la hora de denunciar hechos escandalosos que
“no se ha dado en otros casos, porque el respeto del que gozaba la
monarquía los hacía más difícil de creer, no sólo para los periodistas
sino también para los ciudadanos”.
Para Elsa González, presidenta de la
Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), sí ha habido
un “cambio radical” más patente en el tratamiento que los medios hacen
de los temas reales porque, hasta ahora, había “un pacto no escrito
entre los editores para respetar o proteger la figura del rey”, nacido
de la idea forjada en la Transición de que criticar al monarca podía afectar a la democracia. Para González, la receta para los nuevos tiempos es más vigilancia desde la prensa y más transparencia desde la Corona.
Y es en esa mejora de la transparencia en la
que, según fuentes de Zarzuela, basan su política de trabajo desde hace
años. Un ejemplo de ello, siempre según la institución, es la
publicación de los presupuestos de Casa Real en su web. Las cuentas de
2013 han sido las terceras en salir a la luz después de 32 años de secretismo.
Esta decisión, alabada por casi todos, tuvo sin embargo dos frentes
críticos: uno exigía un mayor desglose del gasto y el otro recordaba
que, además del presupuesto oficial, algunos ministerios hacen frente a
gastos derivados de la Corona que deberían constar en las cuentas
finales.
Desde Palacio argumentan que en muchos casos
es difícil desglosar gastos que son compartidos (si en un viaje que
sufraga Exteriores participan el rey y el ministro, por ejemplo) y que,
en todo caso, desvelar o no esos gastos es responsabilidad del
ministerio competente. La institución se defiende e insiste en que el presupuesto es modesto y que la austeridad es marca de la casa.
Zarzuela vigila también que la gestión del
patrimonio económico del príncipe no tenga ni un solo punto flaco. A
diferencia de otros miembros de la Familia Real, el heredero no ha
tenido opción de gestionar su dinero a través de una impopularSociedad de Inversión de Capital Variable (SICAV).
Estas entidades son la trampa que utilizan cientos de grandes fortunas
en España para tributar sólo un 1%, frente al 25% que pagan las pequeñas
y medianas empresas o el 30% de las grandes.
Para lograrlo hace falta un patrimonio
inicial de 2,4 millones de euros y encontrar 100 mariachis que pongan su
nombre para cumplir el mínimo de los 100 socios. Hay empresas
especializadas en conseguir esos 100 titulares. Pero entre la Familia
Real no todos sus miembros son tan cuidadosos con las formas. El ejemplo más claro es Pilar de Borbón, hermana del rey,
que preside la sociedad Labiernag 2.000 Sicav S.A. Esta entidad también
sirve de cobijo para otros familiares, como los hermanos Bruno
Alejandro y Beltrán Ataulfo Gómez-Acebo De Borbón.
El gasto de la monarquía, en un país con
cinco millones de parados y cuando aún retumban en las cadenas de
televisión las palabras del monarca sobre la “igualdad de todos los
españoles”, ha pasado a un primer plano. Aun así, en opinión del
historiador Alberto Carrillo, el debate monarquía-república no debería
fundamentarse con argumentos económicos. En su opinión, se debería
reflexionar sobre si la máxima institución del Estado es democrática o, como en el caso de la monarquía, no es más que un “anacronismo”.
Pero, como explica el profesor, Casa Real
sabe aprovechar estas circunstancias desfavorables para su propio
beneficio. Así lo hizo cuando Juan Carlos espetó su “¿Por qué no te
callas?” al presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Para Carrillo, se
trató de “un acto con una gran carga simbólica para buscar un enemigo
fuera que reforzara la unión con el rey”. La táctica fue similar en su
último discurso de Navidad, en el que pidió una “política con
mayúsculas”. Entonces desvió el foco hacia los partidos políticos,
consciente de las críticas que los últimos escándalos de corrupción
habían despertado. Carrillo lo considera un “acto de populismo”, porque el rey dijo exactamente lo que la gente esperaba oír.
Audiencia abierta se emite cada sábado a las
13.00 horas en La 1 y recoge discursos, apretones de manos, actos de
protocolo, apariciones públicas y un análisis de la monarquía. El
programa pasa de unos niños de uniforme describiendo lo que es para
ellos un rey, a una enumeración de sus funciones y de las leyes que
afectan a la Corona. Intercalados, se cuelan frases y rótulos de
ensalzamiento de la institución: “El rey es la figura en la que
empieza y acaba el engranaje constitucional”; “el príncipe moderador,
que ejerció por unas horas de árbitro entre Rajoy y Mas”. Su
coste es de unos 2.500 euros por programa, aunque también utiliza
recursos de los servicios informativos, según fuentes de TVE. El semanal
empezó a emitirse el pasado 13 de octubre y su objetivo, tal y como
explicó su presentadora en el primer programa, es “acercar la
institución a los ciudadanos, cumpliendo un mandato parlamentario”. Lo
que no dijo es que esa orden está fechada en 2007. Entonces, ¿por qué
ahora? Según el director del programa, Miguel Ángel Sacaluga, es un
proyecto que lleva años planteando como miembro del consejo de
administración de RTVE.
Para Yolanda Sobero, presidenta del consejo de informativos de RTVE hasta las recientes elecciones, las motivaciones son otras: “La estrategia nace de Casa Real, que ante el descalabro del caso Urdangarín intenta reforzar su imagen”.
Para Sobero, se trata de un programa institucional mucho más que
informativo, algo que no es nuevo: “Las noticias en TVE siempre se han
quedado ahí, nunca se han realizado reportajes de investigación profunda
y crítica sobre la monarquía”. Un defecto de forma y de fondo que,
según ella, no es exclusivo de la televisión pública sino que se ha
extendido, durante años, a todos los medios.
El director del programa responde que es un
programa institucional, pero también informativo. Y asegura que sí se
informa sobre escándalos como el caso Urdangarín o el viaje a Botsuana
porque “afectan a la institución”. Estos temas se trataron en el resumen
especial del año y en el programa que repasó la vida del rey con motivo
de su 75 cumpleaños. Eso sí, edulcorados con una voz en off que
toma partido: “La Corona, que sufre como el resto de las instituciones
el desprestigio causado por la crisis” o “el deterioro de la imagen
surgido a raíz del proceso abierto a su yerno. Y eso que desde que se
conoció la noticia, no sólo condenó los hechos sino que le apartó de la
familia real”.
“Audiencia abierta no es un programa sobre
el rey para defender la monarquía, igual que no se hacen programas sobre
las Cortes para defender a los parlamentarios”, se defiende Sacaluga.
La entrevista de Jesús Hermida al rey el
pasado 4 de enero (“absolutamente versallesca”, en palabras de Yolanda
Sobero) incluyó halagos de padre a hijo que inciden en una expresión que
la retórica monárquica repite hasta la saciedad desde hace años y que
una mayoría de los españoles ha hecho suya. Para el rey, Felipe es, además de una bendición, un hombre “muy preparado”.
Si Juan Carlos quiso parecer cercano a la ciudadanía gracias al término
campechano, inseparable ya de su persona, Felipe se aferra a esa imagen
de hombre forjado para ser rey que haga frente al desapego creciente y
al difícil encaje de una institución como la realeza en una democracia
del siglo XXI.
Escrito por Daniel Ayllón y Eva Belmonte
Artículo publicado en el dossier especial sobre el príncipe Felipe del nº2 de La Marea
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