Hace apenas unos minutos se acaba de
desplomar la grada desde la que más de cien mandatarios políticos
asistían a los actos del funeral por Nelson Mandela. Según las primeras
investigaciones, una sobrecarga de hipocresía no declarada de los
ocupantes de la tribuna puede haber sido la causante de la tragedia.
Al parecer, los servicios de seguridad
habían recomendado a las diferentes personalidades extranjeras que no
accedieran a las gradas llevando encima más de cuarenta y siete kilos de
hipocresía por cabeza, precaución que no ha sido tenida en cuenta a la
vista del terrible accidente.
A pesar de que la tribuna reservada a
presidentes y altos mandatarios disponía de resistencia para soportar
cincuenta y cinco toneladas de hipocresía y una presión cínica de
noventa mil milibares, se vino abajo en cuanto terminó de subir a su
asiento el presidente español. La nube de ignominia provocada por el
derrumbe ha afectado a todos los organismos vivos existentes en un radio
de cincuenta kilómetros.
Todos los ocupantes de la tribuna han
resultado muertos o gravemente heridos, excepto Rajoy, cuya habilidad
para trepar sobre personas le permitió alcanzar la cima de escombros con
apenas “dos arañazos de mierda”.
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