La casa, que ha sido el lugar de residencia de la numerosísima familia desde los años 80, ha entrado en subasta pública debido a los impagos y los múltiples problemas judiciales, y esto ha terminado de romper el maltrecho corazón de su principal ocupante, que arrastra la tristeza de asistir al desmoronamiento progresivo de su imperio desde que en 1983 el Gobierno le expropiara Rumasa.
Aunque todavía no se ha fijado la fecha de la subasta, cuando ocurra, Ruiz-Mateos y su mujer, Teresa Rivero, contarían sólo con 15 días para recoger sus enseres y abandonar la vivienda. «No tenemos ningún lugar al que ir si nos echan», cuenta la ex presidenta del Rayo Vallecano a LA RAZÓN. De hecho, el año pasado el matrimonio trató de alquilar otro inmueble más pequeño (el actual tiene 7.000 metros cuadrados), pero el peso de su apellido tiene historia y no hubo nadie que se fiara de la palabra de un moroso.
Así, José María vive hoy sus horas más bajas. Ha pasado de tener casi una docena de personas trabajando en el mantenimiento de su finca (personal de seguridad, chófer, asistentas, jardineros...) a no tener a nadie contratado. Incluso despidió a su asistenta y cuidadora personal, Susana Álvarez Ampuero, conocida también por ser uno de los testaferros de Nueva Rumasa y que trabajaba como empleada del hogar interna. Actualmente, Álvarez es una de las pocas personas que acude con asiduidad a visitar al empresario y se preocupa por su deteriorada salud, con una enfermedad de Párkinson en estado muy avanzado. Los vecinos aseguran que ya casi nunca sale de casa y que las escasas veces que lo hace es para acudir al médico o para personarse en el juzgado, algo que debe hacer quincenalmente, según la medida cautelar que le impuso el magistrado de Palma Enrique Morell, además de retirarle el pasaporte y prohibirle salir de España después de ser imputado por una supuesta estafa de 7,3 millones de euros por la compra de dos hoteles en Mallorca.
Tampoco recibe muchas visitas ni hay el ajetreo de entradas y salidas de lujosos coches como antaño.
Y aunque el clan Ruiz-Mateos intenta aparentar unión familiar aún hoy, después de escándalos e incluso demandas de por medio, se sabe que hay varias guerras abiertas entre los hermanos. A finales de 2012, Begoña, la mayor de las hijas, denunció a sus seis hermanos varones por administración desleal y por blanqueo de capitales, reclamándoles cerca de 260 millones de euros.
Begoña aprovechó la ocasión para
airear los trapos sucios familiares, dejando claro que su padre se
encontraba completamente abandonado y que ninguno de sus hermanos
varones acudía a verle, algo que continúa pasando en la actualidad, ya
que en la pasada Navidad fue imposible crear un encuentro cordial entre
todos los miembros de la familia. La calle Alondra permanece desierta,
no hay entradas ni salidas y la decadencia se hace evidente en los muros
de una casa que no hace tanto albergó el lujo y la alegría de 15
personas. Pero en estos duros momentos, el empresario cuenta con el
apoyo de su mujer, Teresa Rivero.
Hay quien asegura que, desde hace
años, el matrimonio hace vida por separado. Incluso se ha llegado a
decir que cuando coinciden en la residencia ahora embargada cada uno
permanece en una planta para no tener que coincidir. Pero, aunque la
matriarca pasa largas temporadas en la casa de su hija Socorro en el
Puerto de Santa María, ha vuelto a Somosaguas preocupada por la difícil
situación económica y ha decidido no apartarse de quien es su marido
desde hace más de 55 años.
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