Alba, el duque de la leyenda negra
Asociado a la brutal represión de los rebeldes en los Países Bajos,
Fernando Álvarez de Toledo se ha convertido en un protagonista de la
Leyenda Negra dentro y fuera de nuestro país.
Henry Kamen, autor de una
biografía del general recién publicada, repasa en este número la vida
del duque y explica por qué debe considerarse como uno de los
colaboradores más brillantes de Carlos V y de Felipe II.
Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba, el personaje más notable de la España de Carlos V y de Felipe II –a juicio del historiador Henry Kamen–,
constituye un caso excepcional, pues, paradójicamente, su figura es tan
desconocida como difamada.Casi todos en España han oído hablar del
duque de Alba, el más famoso general de la Historia de España, pero
pocos son capaces de dar alguna información sobre él. Es famoso, pero
olvidado.
Asociado a la brutal represión de los rebeldes en los Países
Bajos, Fernando Álvarez de Toledo se ha convertido en un protagonista de
la Leyenda Negra dentro y fuera de nuestro país.
Es normal que las naciones dispensen
honores a sus generales, como los franceses lo hacen con Napoleón
–acudir a su tumba en Les Invalides sigue siendo primordial en cualquier
visita a París– y los británicos con Marlborough –que recibió Blenheim
Palace como recompensa por los servicios prestados–. El duque de Alba,
el único entre los grandes generales de la Historia de España, ha sido
relegado al olvido por su propio país y, a menudo, incluso por su propia
familia.
No existe ninguna estatua pública suya, no
hay festividades en su memoria, ni se celebran centenarios. En lugar de
eso, sólo aparece en novelas de ficción, donde se escribe todo tipo de
exageraciones sobre su carrera. “La Aventura de la Historia”
dedica su portada de febrero a la figura del duque.
En nuestras
páginas, el lector hallará la desmitificación de su campaña de los
Países Bajos, que no fue una guerra para someterlos a España, sino a
Felipe II; descubrirá que Alba no combatió al protestantismo, sino al
secesionismo y que, en la represión, cayeron lo mismo protestantes que
católicos como Egmont, Horn, Montigny o Vandenesse, las víctimas más
prominentes; y que no era un demonio sediento de sangre, sino un
político más proclive a la negociación que a la violencia.
El historiador Henry Kamen,
autor de una biografía del general recientemente publicada, repasa en
este número la trayectoria e importancia de Álvarez de Toledo. En un
segundo artículo, Luis Reyes, periodista, describe la
sorprendente iconografía que se conserva todavía en los Países Bajos de
soberanos y gobernadores españoles, testimonio tangible de la presencia
española en la zona durante siglos.
Un hecho que desmitifica la tópica
visión antiespañola de aquellos territorios.
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