Carlos Martínez. |
El Reino de
España es profundamente desigual, corrupto, dominado por unas
oligarquías crueles y clasistas. Reina una familia torpe, poco preparada
y menos inteligente, excepto para sus negocios. Distante, altanera y
que el pueblo que habita el estado español, de grado o por fuerza, no se
merece.
Pero lo que creo es más sangrante en estos momentos es la tremenda falta
de igualdad que sufrimos. Me explico, en este Reino el concepto
ciudadanía y los derechos ciudadanos no existen. Franco masacró a la
ciudadanía republicana y todavía no hemos sido capaces de superarlo (En
caso contrario, ni sufriríamos ya esta monarquía bananera, ni Rajoy
estaría imponiendo un golpe de estado neoliberal). Pero esta desigualdad
no se muestra tan solo en el triste espectáculo vivido el sábado
8-02-014 en los juzgados de Palma de Mallorca,no. Se percibe en temas
tan simples como el recibo de la luz.
Para los dos partidos del turno dinástico, las compañías privadas de
electricidad son sagradas. Pueden discutir si aprueban sus subidas o no,
incluso echarse en cara el si tal o cual subida (la última por ejemplo)
es injusta o no. Pero ninguno discute ni propone el cambio por
irresponsable y delincuencial del oligopolio de la energía eléctrica y
el control público de este sector estratégico que no puede ser
abandonado en manos de unos gansters que extorsionan no solo a las
familias y a personas pobres, sino a pymes y economía productiva. Por lo
que este sector por sentido común debiera ser público.
De esta forma Botín, Florentino Perez y seis millones de personas
paradas pagamos lo mismo por la luz y las estufas en nuestros hogares.
Pero no, sale un tipo como Soria, que encima es ministro de España y
dice que es por beneficiar a los más pobres con más hijos y las calles
no se llenan de ciudadanos y ciudadanas airadas.
Lo mismo ocurre con el repago de los medicamentos o con lo que sea que
afecta a los servicios públicos. El pago de los combustibles con una
gasolina de precios hinchados y sometida igualmente a otro oligopolio
fraudulento puede ser otro de los muchos ejemplos. La desigualdad nos
asfixia y tal vez ese debiera ser el eje de nuestro discurso.
Este país ya no es para pobres. Este reino está hundido en la miseria
moral que provoca no solo la corrupción y el autoritarismo de sus élites
sobre todo económicas, sino también una profunda desigualdad que mina
la vida cotidiana de sus habitantes, sobre todo las clases populares.
Una parte muy importante del pueblo está adormecida por valores
religiosos conservadores, atavismos políticos heredados de la dictadura
franquista, televisiones basura e información pública controlada por las
empresas grandes y vinculadas o más bien controladoras del poder, los
grandes partidos y que ahora incluso se quieren infiltrar en sectores
del pensamiento critico y ciertas izquierdas, pues también han
encontrado en esos sectores un nicho de negocio.
Hay también motivos para el optimismo. Desde las marchas mineras a
Gamonal, pasando por las luchas de las Mareas o las Huelgas Generales y
las cada vez más numerosas manifestaciones contra le ley Gallardón
anti-aborto, la represión o la LOMCE entre otras muchas por conflictos
locales como el histórico y lo volvemos a citar de Gamonal.
Tenemos por delante dos oportunidades para enfrentarnos con decisión al
poder que impone las desigualdades: la primera es, las Marchas de la
Dignidad que están agrupando a personas paradas y precarias frente a las
injusticias y la desigualdad que provoca pobreza, desahucios y mal
nutrición. Mientras en cambio se paga la llamada deuda a bancos,
banqueros y poderes financieros extranjeros. En segundo lugar las
elecciones europeas, que son una oportunidad histórica para vencer al
turno dinástico y a todos los partidos neoliberales comenzando por
supuesto por la extrema derecha y ultra-conservadora gobernante. Pero
claro, esto solo se dará si somos inteligentes, generosos y realmente
queremos la confluencia y la convergencia política del pueblo de
izquierdas.
Por tanto una luz carísima, la alimentación de las clases trabajadoras,
cada vez de peor calidad, la gasolina impagable y con unos trasportes
públicos muy deficientes en casi todo el estado- lo que obliga fuera de
las ciudades muy grandes a utilizar el vehículo privado- y el repago
sanitario, exigen tomar Madrid el 22 de Marzo y hacerle una demostración
de fuerza a nuestras corruptas oligarquías. Pero también el aparcar
cálculos electorales y divismos al objeto de converger y sacar de la
abstención a varios millones de votos del pueblo de izquierdas. Es
imprescindible. Hemos de cercar a los miserables morales que nos
dominan, les hemos de vencer.
Es la lucha de clases. Si, si bien y hasta ahora los que más la ejercen
son los ricos, los poderosos y sus siervos neoliberales, con una dureza
que provoca muertes. Si, muertes de desahuciados, de parados y paradas y
personas excluidas, de niños mal nutridos, de viejos que deben elegir
entre sus medicamentos y comer.
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