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Aceptar humillantes rebajas no es el final sino el principio: equivale a abrir la puerta a mayores desafueros.
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Hemos olvidado los pasos clave que llevan a un imprescindible cambio de tendencia.
Lo dicen ya sin pudor: “ Llevará 10 años arreglar la crisis española” (Olli Reh desde la UE). “El alto desempleo en algunos países europeos, España entre ellos, persistirá durante años” (FMI). 20 años da la auditora PWC para volver a crear el empleo destruido. Y eso intensificando las reformas, el
eufemismo neoliberal que se traduce por recortes y mermas a los
ciudadanos para que unos cuantos se enriquezcan obscenamente.
El gobierno y ya prácticamente todos los medios grandes nos están vendiendo una recuperación engañosa, en la que advierten algún problemilla para
curarse en salud. Una bicicleta de ruedas cuadradas que por más que no
deje de ocasionar batacazos a sus usuarios –los ciudadanos- sigue en los
primeros puestos de ventas. Nunca ha funcionado mejor la propaganda.
Por algo es masiva y uniforme. Y porque, mientras se cae, los ilusos
creen que vuelan y ya remontan.
Por el empleo en España, pues, ya nadie
da un euro seriamente.
Todo el que venga a cuentagotas y buena parte del
preexistente será -como suelo insistir- con sus premisas, con las
premisas del PP y sus colegas ideológicos: parcial, temporal, precario
y abaratando el trabajo,
el despido y las condiciones laborales de todos los ciudadanos.
Cuando
Rajoy no está ocupado en dictar propaganda para su audiencia española,
presume de ello; de lo asequibles que ya somos para cualquier
empresario, como hizo meses atrás en Japón.
Avisamos, aceptar humillantes rebajas no es el final sino el
principio: equivale a abrir la puerta a mayores desafueros. ¿Para qué
van a pagar a nadie ya salarios ni de mil euros cuando lo pueden
solventar con la mitad o menos? El plato de garbanzos y el catre como
modelo de “competitividad”.
Las cifras son tozudas: el PP ha destruido en solo dos años más de 1 millón de empleos. Rajoy cogió el paro en el 22,85% y lo tiene en el 26%.
Es su obra, su propia herencia para la posteridad. Cada registro, cada
EPA, arroja una nueva bofetada: cada vez hay menos gente trabajando y
buscando empleo. El drama mayor es el de los jóvenes. Las cifras han
pasado del 48,9% al 58%. Cargarse 9 puntos de empleo juvenil en tan
corto espacio de tiempo debería llenar portadas a diario, aunque las
cifras sean repetitivas y “aburran”. Y lo que viene es pura basura:
tenemos el nivel más alto de contratos temporales de la OCDE, un 62,4%.
Parémonos a reflexionar. Muchos de
quienes hoy están en paro, tú, usted, ya no encontrarán trabajo. Sus
hijos no tendrán con qué ganarse la vida si no se van de España y fuera
tampoco todo es jauja. Lo primero que perderán será el derecho a la
sanidad pública. Sin haber cotizado, tampoco les pagarán pensión. Las de
los abuelos –mermadas- acabarán cuando fallezcan los titulares si no
son drásticamente esquilmadas mucho antes. El trabajo ya no garantiza
tampoco salir de la pobreza, ni siquiera “ tener necesariamente un estándar de vida decente“. ¿Qué van a hacer? ¿Qué vamos a hacer?
Los conclaves neoliberales se muestran
satisfechos: han conseguido imponer su ideario, no importa que implique
un abrumador aumento de la desigualdad social. Se hace preciso
visualizar que 85 personas poseen el mismo dinero que la mitad de la
población mundial. En España son 20 individuos quienes atesoran la cantidad con la que sobrevive el 20% más pobre. Pero ellos no cesan, mandan a todos hacer deberes neoliberales para tener un futuro neoliberal: el de España hoy.
Hagamos deberes. Empecemos de nuevo por
el abecedario. La crisis financiera actual –dejando al margen el
cenagal español que añade problemas- es el resultado de haber
desregulado la economía. De haber roto la separación que existía entre
la banca comercial de la de inversión, la hucha del casino. Si queremos
cambiar el negro futuro que nos han preparado hay que, como mínimo,
volver a establecer normas. Acabar con los trucos financieros
especulativos (del tipo delos CDS)
que rozan la ilegalidad y sobrepasan con creces la indecencia. Impedir
el lucro a toda costa por encima de las personas, arrasando a las
personas.
Hemos olvidado los pasos clave que
llevan a un imprescindible cambio de tendencia. La política fiscal es
básica. Los ciudadanos debemos pagar impuestos según nuestros ingresos,
los ricos también. Hay que poner fin a las excepciones y la pirámide
invertida. Es decir, a los paraísos fiscales, las evasiones, las
elusiones, y todos los tratos de favor que propician los gobiernos del
tipo del PP y en su día el PSOE.
Siguiendo con el manual: Banca Pública.
En nuestro caso no tenerla -en competencia con la privada- es de
auténticos idiotas.
Hemos metido en algunas entidades cantidades
astronómicas de dinero: 280.000 millones de euros entre créditos a fondo perdido y avales.
Son nuestras. Y ahora el PP las vende para que otros hagan negocio.
¿Insisto en algunos datos? Regalamos el Banco de Valencia a La Caixa,
por un euro, perdiendo 5.449 millones; Novagalicia a Banesco, un banco
privado venezolano, tirando a la basura otros 8.000 millones; el Banco
Gallego al Sabadell, por otro euro, tras inyectarle 245 millones.
Y
ahora nos vamos a dejar vender Bankia que se ha llevado el grueso del
pastel, mientras muchos ciudadanos están pasando hambre. Además de
empresas públicas, espacios, y todo cuanto el PP está enajenando. No es
preciso por tanto ninguna medida drástica: esas empresas son nuestras
total o parcialmente.
Con los nuevos ingresos, se ha de
invertir en los ciudadanos, en su Estado del Bienestar que -además de
crear puestos de trabajo- contiene elementos esenciales para la vida.
En España es ineludible, forzoso,
vital, imperativo, sanear el manto de mierda sobre el que se asienta
nuestra vida pública. Hay que poner freno a la corrupción. Un primer
paso inexcusable, apremiante, es acometer una reforma en profundidad de
la justicia para que acabe el escándalo de impunidad que nos devasta a
diario. Vamos por el camino contrario.
Igual de necesario y urgente es ayudar
también a desbrozar en la educación e información de los ciudadanos la
pestilencia de manipulación mediática que padecemos.
¿Tiene todo esto -y algunas cosas más-
relación con el empleo? Lo tiene, con un futuro humano también. Hay que
variar el rumbo. ¿Cómo se hace? No es fácil. Exige riesgos, tenacidad e
ingenio. Algunos los afrontan. En Gamonal o en la sanidad pública de
Madrid con éxito. Lo único cierto es que estamos ante una disyuntiva muy
clara: es o seguir aguantando esta situación, no tener o no volver a
tener trabajo nunca, ni pensión, ni horizonte… o tomar las medidas que
llevan al cambio. Es lo uno o lo otro. No hay más.
Rosa María Artal
Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/trabajo_6_225087500.html
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