Las Marchas por la Dignidad
y las manifestaciones del 22 de marzo en Madrid fueron un rotundo
éxito. Las clases trabajadoras empobrecidas por las políticas
neoliberales y los excluidos por el régimen español dieron en las
últimas semanas una lección de dignidad y de conciencia ciudadana y
política al gobierno Rajoy y la burocracia europea al servicio del
capital. Pero no sólo eso. Hay que tener en cuenta un hecho muy
importante: estas movilizaciones se organizaron al margen de los dos
grandes sindicatos españoles UGT y CC.OO (aunque miles de sus militantes
de base participaran en estas marchas y movilizaciones), que a pesar de
su imparable desprestigio entre las clases populares siguen
teniendo una enorme capacidad de movilización.
El hecho de que
diversos movimientos y organizaciones políticas y sociales, decenas de
miles de personas de todos los lugares, de todas las edades,
profesiones, razas, y sensibilidades políticas fueran capaces de
colapsar la capital española al margen de quienes parecían tener el
monopolio de las grandes manifestaciones en España marca sin duda un
antes y un después en la forma de enfrentar la movilización social. Cada
día son más las personas que entienden que existe una forma de
organizarse y defender sus derechos al margen de los grandes sindicatos
socialdemócratas.
La foto de Toxo y Méndez
la pasada semana junto al gobierno y la patronal y su ausencia en las
Marchas por la Dignidad es un nuevo mazazo a la credibilidad de estas
grandes organizaciones sindicales que son vistas por una parte muy
importante de la clase trabajadora como un mero instrumento del régimen
español para canalizar la indignación social y evitar una revuelta
popular; o incluso son vistos como un mecanismo par el lucro personal de
sus dirigentes y una agencia de colocación para amigos y familiares.
Las bases de estos sindicatos que tienen verdadera conciencia de clase
deberían reflexionar seriamente sobre esto si no quieren quedarse al
margen de este nuevo escenario transversal de lucha social. A las
burocracias dirigentes de estos sindicatos, obviamente, las doy ya por
perdidas.
Por desgracia, al igual que ocurre en la inmensa mayoría de los casos,
las masivas y pacíficas manifestaciones del sábado 22M en Madrid fueron
reprimidas finalmente con extrema dureza por las fuerzas de seguridad
del Estado. El procedimiento siempre es el mismo y ya es bien conocido:
las élites políticas en el gobierno realizan días antes de las
manifestaciones declaraciones insultantes y descalificantes sobre los
organizadores y participantes en dichas manifestaciones tratando de
incrementar la indignación social y provocar algún tipo de reacción
violenta de los manifestantes.
En esta ocasión fue el presidente de la
Comunidad de Madrid Ignacio González el que ejerció ese papel de
agitador cuando comparó a los convocantes en las Marchas por la
Dignidad con los fascistas neonazis griegos
de Amanecer Dorado. Pero si a pesar de todo las movilizaciones
transcurren pacíficamente, entonces es la Policía del régimen la que
provoca y arremete contra los pacíficos manifestantes. En cualquier caso
el objetivo es el mismo: desviar el foco de atención de las legítimas
reivindicaciones de los ciudadanos y colocarlo sobre los hechos
violentos ocurridos provocados supuestamente por los manifestantes;
hablar de los sucesos violentos - aunque sea la Policía quien los
provoque - para no hablar de los derechos robados a las clases
trabajadoras y populares.
Y esto fue lo que ocurrió el pasado sábado,
cuando la Policía, por orden claro está de la Delegación del Gobierno,
decidió poner fin a la manifestación del 22M. La periodista Olga
Rodríguez, que también participó en la lectura de los manifiestos
reivindicativos al final de la manifestación del 22M y disponía de una
vista privilegiada desde el escenario, lo cuenta muy bien en su artículo
Canto de la Libertad con disparos de fondo:
(...) La gente, mirando al escenario, cantaba o tarareaba. Eran las
ocho y media de la tarde. Fue entonces cuando los antidisturbios
entraron en escena y se produjo la primera carga policial. Los agentes
irrumpieron en la concentración, avanzaron hasta la mitad de la plaza y
ahuyentaron a parte de los manifestantes. Visto desde lo alto, su
intervención se asemejó a la entrada de una mancha oscura, debido al
color de sus uniformes, que fue apagando el ambiente colorido creado por
las camisetas y chalecos reflectantes de muchos participantes en las
marchas (...).
Claro que para que toda esta estrategia del gobierno sea exitosa
necesita contar con la imprescindible manipulación de los grandes medios
de comunicación del régimen. Estos medios de desinformación masiva han
vuelto a ejercer un papelón escandaloso en esta ocasión. Primero,
ocultando las Marchas por la Dignidad que durante tres semanas marchaban
a pie desde varias ciudades de la geografía española; después,
manipulando las cifras de los asistentes a la manifestación del sábado
22 en Madrid; y por último poniendo todo el acento sobre los disturbios
violentos, elevando la anécdota a categoría, y ocultando las
reivindicaciones y los motivos por los que cientos de miles de
ciudadanos llenaron las calles de Madrid el día 22 de marzo.
Resulta
también pasmoso e indignante la hipocresía y el doble rasero que exhiben
estos medios. Las violentas manifestaciones producidas recientemente en
países como Ucrania o actualmente en Venezuela (patrocinadas ambas por
EE.UU y sus "aliados") llevadas a cabo por grupos neonazis y fascistas
que incendian las calles y los edificios públicos y que utilizan armas
de fuego e incluso francotiradores para disparar contra la Policía y los
propios manifestantes, son consideradas por estos medios como
"manifestaciones pacíficas", y los participantes son considerados
como luchadores por la democracia y la libertad. Por el contrario, los
manifestantes totalmente pacíficos de Madrid que exigen derechos y
dignidad como personas son calificados como fascistas y violentos de la
"izquierda radical" que tratan de romper la convivencia y orden
constitucional y democrático vigente.
Más cinismo, hipocresía y
manipulación es imposible. Tal y como escribía en un artículo
el pasado 19 de febrero me pregunto: ¿apoyarían estos mismos sectores
políticos y mediáticos que apoyan las "manifestaciones pacíficas" en
Ucrania y Venezuela una acción violenta similar de los ciudadanos
españoles contra el gobierno de Mariano Rajoy? Si los parados,
trabajadores explotados, desahuciados, jóvenes sin futuro, estudiantes
excluidos por falta de recursos, pensionistas, campesinos, autónomos,
mujeres despojadas de sus derechos, etc. decidiéramos organizarnos y
salir a las calles a causar el caos, la muerte y la desestabilización
del país, ¿encontraríamos también el apoyo y la comprensión de los
periodistas y grandes medios de comunicación en España como ocurre
cuando apoyan a los "pacíficos" manifestantes de Venezuela y
Ucrania?
Todos los que estuvimos en Madrid el día 22 de marzo - y cualquier otro
observador mínimamente objetivo - sabemos que a lo largo de todo el día
se produjeron muchas manifestaciones totalmente pacíficas y
multitudinarias en las que cientos de miles de personas exigían Pan, trabajo, derechos y democracia.
Por desgracia el gobierno y su mayoría absoluta y los grandes medios
del régimen siguen teniendo la capacidad de dirigir la agenda política
en España y manipular u ocultar los hechos en función de sus intereses
particulares y los intereses del poder económico nacional e
internacional.
El lado positivo es que acciones como las Marchas por la
Dignidad no pueden ser frenadas y manejadas por el gobierno a través de
"pactos de Estado" o la "concertación social", como ocurre con los dos
grandes sindicatos. Sólo les queda la represión y la manipulación
mediática para combatir la respuesta del pueblo ante la desesperación
que sufre. Las Marchas por la Dignidad sirvieron para elevar la
autoestima de las víctimas del neoliberalismo y nos muestran el camino a
seguir reforzando la cooperación entre todos los movimientos y
organizaciones sociales y políticas e incrementando la unidad y la
conciencia de clase entre todos los trabajadores y excluidos por el
régimen neoliberal español. Avancemos, sigamos por ese camino.
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