Estos
son dos de los "vándalos radicales" detenidos el sábado y que ya han
sido puestos en libertad.
Juzgar vosotros mismos
con
Diego Cañamero Sat.
Juzgar vosotros mismos
con
Diego Cañamero Sat.
Mi presencia transversal en las Marchas de la Dignidad me impidió
contemplar los altercados que se produjeron antes de que finalizara la
concentración. Solo pude observar el despliegue policial que había
cortado la Calle Génova, fortificando la sede del PP.
Ese alarde de
fuerza manifestaba una vez más que el trabajo de la Unidad de
Intervención Policial (UIP) no consiste en preservar el orden público y
garantizar la seguridad ciudadana, sino en intimidar, apalear y humillar
a los que se atreven a pedir “pan, trabajo y un techo para todos”.
Los
agentes de la UIP son el brazo armado del Estado, mercenarios que
obedecen órdenes inmorales e ilegales y que no deben ser equiparados en
ningún caso con los trabajadores. La represión de las protestas
populares no es un trabajo digno, sino un acto de cobardía y mezquindad.
Los grandes medios de comunicación han propagado una versión
fraudulenta de los hechos, atribuyendo a grupos de incontrolados los
incidentes que ensombrecieron la jornada. Afortunadamente, los
testimonios gráficos han desmentido esta torpe y ofensiva manipulación
de la verdad. En las grabaciones del evento, se aprecia con perfecta
claridad que los esbirros de la UIP invaden la Plaza de Colón y
comienzan a disparar pelotas de goma, cuando el acto aún no ha
finalizado.
Desde la tribuna, los organizadores de las Marchas de la
Dignidad piden que cese la violencia, pues hay niños y ancianos, pero la
policía ignora sus súplicas. Todo indica que su intervención no es
espontánea, sino que responde a una estrategia de tensión y provocación,
probablemente planificada por Cristina Cifuentes, Delegada del Gobierno
en Madrid. Cifuentes tal vez pretende continuar la estela de Rodolfo
Martín Villa, sembrando el miedo y la intolerancia en las calles de la
capital del Reino de España.
Quizás desea que se repitan tragedias como
la de María Luz Nájera, asesinada por la policía el 24 de enero de 1977.
Estudiante de Ciencias Políticas, María Luz, que sólo tenía 21 años,
murió cuando un antidisturbios apuntó a su cabeza y le disparó a
bocajarro un bote de humo. Un joven la recogió en la calle de los
Libreros y la trasladó a la clínica de la Concepción. Al llegar al
hospital, la chica se hallaba en coma.
La policía detuvo a su
acompañante, sin preocuparse por el estado de María Luz, que murió tres
horas más tarde. Martín Villa ejerció de Ministro de la Gobernación
entre 1976 y 1979. En esos cuatro años, murieron 54 personas, asesinadas
por la policía o por grupos de extrema derecha, casi siempre
respaldados por las Fuerzas de Orden Público.
El furor represivo de
Cristina Cifuentes no está a la altura de Martín Villa, pero es evidente
que sigue sus pasos, combinando palo, cinismo y demagogia. De hecho, ya
ha anunciado que abrirá un expediente sancionador contra los
organizadores de las Marchas de la Dignidad.
Su intención es “imponer
sanciones económicas importantes”, las “máximas”, de acuerdo con la ley.
Nuestra ejemplar democracia no logra desprenderse de las heces
franquistas, quizás porque la dictadura es el genio escondido en la
botella de la Transición.
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