“La
profundísima crisis económica que soportamos y soportaremos durante años
ha venido a cuestionar el “oasis catalán” revelando lo que
auténticamente es: una ciénaga. La corrupción, el sobrecoste de las
obras, el robo a las arcas públicas implica directamente al
“establishment” nacionalista”.
La victoria de Mas: la victoria de las 300 familias
Se dice, y hay estudios que así lo demuestran, que Cataluña ha sido
gobernada históricamente por unas trescientas familias. Siempre tuvieron
hijos, sobrinos o primos en todas las esferas del poder. Ganara quien
ganara, gobernara quien gobernase, siempre mandaban. Ellos y sus
intereses quedaban a salvo.
Fueron
furibundos españolistas cuando el control de las colonias cubanas
aportaba, a través de la trata de esclavos, algodón barato para la
industria catalana (1). Giraron hacia el catalanismo cuando la relación
con Madrid se volvió incómoda. Se volvieron a reencontrar con el
gobierno conservador y españolizante de Maura cuando la lucha obrera
representó una amenaza para sus intereses. Estuvieron al lado del
general Martínez Anido cuando se aplicaba la “Ley de fugas” contra los
dirigentes sindicales y estos eran asesinados en las calles de
Barcelona. Fueron republicanos con la república, pero poco.
Dijeron defender el país y las “libertades nacionales de Cataluña”
aunque, durante la sublevación del gobierno de Companys en 1934, uno de
sus representantes más conspicuos, Josep Dencàs i Puigdollers (fundador
de ERC y de las JEREC, conseller de gobernació y fundador con Francesc
Macià de los “escamots” militares que perseguían a los sindicalistas de
la CNT) no tuvo reparos, cuando Companys proclama “L´estat català”, en
huir por las alcantarillas de Barcelona rumbo a la Italia fascista.
Previamente hace un llamamiento en Radio Barcelona para que los
denostados españoles salvaran la Generalitat de Cataluña, acabando su
discurso con un ¡Viva España! Mientras nacionalistas y obreros de
izquierdas morían o eran encarcelados. Posteriormente, Gil Robles
afirmaría en las cortes españolas que él, Gil Robles, propició el
levantamiento de Companys; si eso fuera cierto,
Dencàs habría trabajado para la derecha fascista española. En plena
Guerra Civil siguió teniendo fluidas relaciones con la Italia fascista
de Mussolini, que le consideraba como un fascista catalán (2). Gerald
Brenan, en “El Laberinto español”, le atribuye connivencias muy
importantes con la CEDA y el nazismo alemán. Acabó organizando un
partido denominado “Nosaltres sols”, con claras influencias fascistas,
que adoptó por bandera la actual “estelada nacionalista”.
Algunas de esas trescientas familias no dudaron en financiar al propio
general franco. En plena Guerra Civil, voluntarios catalanes organizaron
el “Tercio de Nuestra Señora de Montserrat” que combatió contra la
República y la Generalitat de Catalunya en Belchite o en el Ebro.
Apellidos tan catalanes como Ciurana, Amiel o Sopena fueron condecorados
con la Laureada de San Fernando (3).
Mientras, miles de catalanes de la columna Llibertat combatían contra
Franco en la defensa de la Ciudad Universitaria de Madrid. Por ello,
cuando el establishment mediático y algún renombrado político hablan de
la Guerra Civil española como una guerra de España contra Cataluña, no
sólo faltan a la verdad, sino que provocan auténtica repugnancia.
Este intento de reescribir la historia y adaptarla a la visión
partidista pretende olvidar, como lo hizo el franquismo, a los miles de
catalanes muertos en la defensa de Madrid o la de españoles extremeños,
murcianos o andaluces defendiendo a Catalunya en el Ebro o en el Segre.
Acabada la guerra, se refuerza la alianza entre el franquismo y la
burguesía catalana (4), sobre las espaldas del subdesarrollo de otras
regiones, en especial la andaluza.
Los méritos contraídos por la gran banca catalana en la previa al golpe
militar de Franco y la existencia de una base industrial y comercial,
que como hemos dicho tuvo parte de su génesis en la trata de esclavos,
le granjearon como premio la industrialización del país con dinero
público. Los obreros andaluces, murcianos, aragoneses…, esos que ahora
“roban a Cataluña”, pusieron su sudor y su esfuerzo al servicio del
país.
Las trescientas familias y sus representantes políticos siempre
estuvieron cerca o en el poder, tanto en Madrid como en Barcelona. La
democracia no modificó esta realidad: Pujol, Artur Mas, no son sino
representantes de ese poder tanto como lo fue, en mayor o menor medida,
Montilla o Maragall.
Incluso esa clase adinerada que presume de raíces catalanas nunca tuvo
ningún reparo, bien al contrario, en ser ennoblecida por los Reyes de
España, como lo fue, sin ir más lejos, el Conde de Güell, el marquesado
de Comillas, que también recaló en su familia, o el Conde de Godó,
nombrado en el 2008 “Grande de España” por Juan Carlos I.
La llegada del “tripartito” fue un momento de esperanza en un cambio que
se hacía imprescindible. Se creyó que representaría un revulsivo. El
balance en realidad fue tan pobre para las clases populares, como lo fue
la acción conservadora de CiU. Tanto es así que la acción del ejecutivo
de Maragall y Montilla acabó perdiéndose en un particular laberinto,
que bien pudiera parafrasear a Marcel Proust (6) en la búsqueda de una
“entidad nacional” en abstracto.
La situación actual se gesta precisamente en ese momento. La votación
del nuevo Estatut de Catalunya el 18 de junio del 2006 fue el “clímax”
de la acción del ejecutivo de “izquierdas”. La sentencia del Tribunal
Constitucional el 27 de junio del 2010 anulando varios artículos del
Estatut, votado por menos de la mitad de la población catalana, insufló
nuevos aires al victimismo. El Maragallismo, con la complacencia de ERC y
ICV-EUiA, lo habían conseguido, el cambio de modelo económico había
quedó abducido por el debate sobre las esencias patrias. Ni Pascual
Maragall ni Montilla supieron o quisieron cambiar las relaciones de
poder en beneficio de las clases populares; es más, durante su mandato
siguió creciendo la corrupción o el nepotismo.
Los medios de comunicación, en manos de los de siempre, jugaron y
juegan un papel central, callaron y ocultaron mientras pudieron. Uno de
los casos más curiosos ha sido la evolución de la Familia Godó; de
furibundo español, y monárquico por más señas, se transmuta en
impenitente independentista, sobre todo desde el momento que el negocio
familiar, “La vanguardia”, pierde un 25% de los lectores en el año 2012,
con un descenso del 67% de su beneficio operativo. Aprovechando el ERE
que ha puesto en la calle a 300 periodistas de la Corporación de Medios
Audiovisuales de la Generalitat (CCMA), pretende hacer un pingüe negocio
aprovechando la externalización de la publicidad de esa Corporación,
puesto al que puja, y está muy bien situado, por un pelotazo de más de
55 millones de euros.
El estallido independentista es hijo fundamentalmente de la crisis
económica, de unas clases medias empobrecidas, temerosas, que pretenden
soluciones cuasi mágicas en una vuelta a un irracionalismo romántico de
buenos, patriotas catalanes contra malosespañoles, de blanco y negro. En
2012, los recortes brutales llevados a cabo por Artur Mas provocan una
enorme desafección hacia las políticas de CiU.
La solución para el gobierno conservador es lanzar la pelota hacia
delante, e inicia una campaña de exaltación nacionalista. El objetivo
era la victoria electoral en el mes de noviembre del 2012, saldada con
un enorme fracaso. Ahorquillado por la presión de ERC, incapaz de
articular ninguna alternativa más allá de profundizar los recortes, con
una población que se manifiesta día sí día también contra las políticas
del gobierno, Mas pone en marcha una cortina de humo en la exaltación
nacionalista del “España nos roba”.
El tratamiento que se está dando a la Guerra de Sucesión de 1714 es
reflejo de este dualismo simplista: se basa en una enorme manipulación
histórica que ha contado con la inestimable ayudada de sectores
intelectuales a sueldo del gobierno. Dar clase en la universidad y no
ser catalanista comienza a convertirse en un riesgo de contraer la
enfermedad laboral del ostracismo.
La universidad catalana comienza a mirar con lupa las propuestas de
investigación que se presentan sobre temas “candentes” que puedan
cuestionar el modelo educativo-lingüístico al uso, la crítica al actual
sistema (por cierto, únicamente aplicado en Catalunya) es rápidamente
anatematizado y criticado con el baldón de “españolista”, como si el
deseo de que nuestros alumnos aprendan más, también lenguas oficiales o
foráneas, sea poco menos que un atentado contra las esencias patrias;
las invitaciones a rehacer las tesis doctorales o simplemente a no
presentarlas comienzan a estar a la orden del día.
La penetración del nacionalismo conservador ha tenido un apoyo
fundamental en la escuela catalana. La obligatoriedad del uso del
catalán y la marginación real del castellano ha permitido que hoy en la
escuela catalana esté mal visto usar el idioma de Cervantes. Poco
importa que por esa causa se produzca un empobrecimiento cultural.
Los debates sobre el tema están tan absolutamente sesgados que no se
tiene ningún empacho en mentir: tal y como se demostró en sede
parlamentaria en el 2013, los exámenes para determinar el nivel de
castellano para el Informe PISA se hacían en CATALÁN. Mientras, hasta
que se publicitó el tema, tanto la Consellera Rigau como Artur Mas
proclamaban que el nivel de castellano de los alumnos catalanes era
similar a los de Burgos.
El independentismo se sustenta en una proporción cambiante de factores.
Se ha vendido el proceso independentista como una cosa divertida, casi
familiar, manifestaciones, cadenas humanas… Son momentos de reencuentro
que no implican mayores esfuerzos individuales. Cuando Oriol Junqueras
propuso una huelga general política hasta que Madrid cediera, el coro de
voces en el interior de Cataluña alcanzó la luna.
Una cosa es asistir a una fiesta más o menos reivindicativa y otra bien
diferente cuando la acción puede tener costos personales. La condición
básica es vender el independentismo desde la vía democrática, un camino
fácil sin problemas.
Cuando Josep Fontana, a raíz de su intervención en el Congreso “España
contra Catalunya”, planteó que no conocía ningún proceso independentista
que no hubiera pasado por un baño de sangre (“Que Cataluña se vaya a
independizar sobre la base de un referéndum, eso no lo creo yo ni nadie
que tenga tres dedos de sentido común. Es evidente que no lo van a
consentir”) fue rápidamente acallado. No es eso lo que se quiere vender.
El sentimiento de acoso por parte de un partido en Madrid heredero de
actitudes franquistas, casposo e intolerante, ha promovido a su vez una
reacción nacionalista excluyente. Todo ello son elementos de este cóctel
que pretende, y lo está consiguiendo, romper las estructuras sociales
en Cataluña y enfrentarse al resto del país.
El discurso sobre la independencia ha contaminado, tal y como deseaba el
conservadurismo catalán, todo el espectro político. Para los
conservadores, el proceso nos llevará a convertirnos en semialemanes, en
europeos de primera, que podrán dejar de lado finalmente el
subdesarrollado sur de Europa. El sueño de Artur Mas sería una Catalunya
convertida en “colonia” alemana.
Para sectores de la izquierda radical, con una debilidad teórica
inversamente proporcional al resultado electoral, nos llevará de forma
mágica a las puertas de la revolución social. Para otra parte de la
izquierda, porque es necesario seguir saliendo en la foto y están en
juego los cargos e ingresos provenientes del juego parlamentario.
El argumentarlo independentista es de lo más variado. España nos roba,
poco importa que no se haya hecho un debate pausado sobre las balanzas
fiscales. Es un argumento simple, general, creíble para una población
que no quiere pensar. Que CiU o Artur Mas estén de acuerdo en los
recortes impuestos por la Troika europea no importa: la culpa es de
Madrid. Que la derecha catalana vote una y otra vez con el PP (su
enemigo) aquellas leyes que perjudican a las clases populares, no
importa: la culpa es de Madrid. La lengua esté oprimida, ¿treinta años
con gobiernos nacionalistas y aún no han resuelto ese problema? la culpa
es de Madrid, y especialmente la opresión de las libertades nacionales.
La debilidad argumentativa de alguno de los principales líderes
intelectuales de la propuesta independentista es de tal calibre que
provoca sonrojo. Hace unas semanas, la presidenta de la ANC(6), aseguraba
en los medios que Cataluña es un país libre y que, por tanto,
cualquiera podía decir lo que quisiera, pero añadiendo a continuación y
sin rubor que era necesaria la independencia porque Cataluña era una
nación oprimida….
Leer para creer.
Leer para creer.
Frente a una situación compleja de crisis generalizada, que amenaza con
romper los delicados equilibrios del poder en Cataluña, se fomenta una
campaña que permita aliviar la tensión y desenfocar los objetivos hacia
nuevos/viejos enemigos. El fracaso de la campaña electoral de Artur Mas
provocó sudores fríos al “establishment” nacionalista conservador. Lo
que podría haber sido un momento determinante para romper los esquemas
de poder en beneficio de las clases populares fue rápidamente
neutralizado por una ERC que antepuso la cuestión nacional, la
Independencia, a cualquier otra consideración de orden social.
La debilidad de las otras fuerzas de la izquierda, ICV, PSC, CUP, su
miedo a no salir en la foto y los cálculos electorales hicieron el
resto. Nuevamente Madrid y España serán el enemigo. El debate sobre
independencia o no oculta todos los demás debates. Los medios han
recibido las instrucciones de focalizar la actividad política sobre ese
objetivo. TV3 se ha convertido en un modelo de manipulación informativa,
que suscita comentarios poco favorables de la prensa extranjera.
Para sectores políticos catalanes, la reivindicación contra la opresión
nacional no es óbice para envidiar a uno de los países más intolerantes
del mundo, Israel. La penetración del lobby israelí en Catalunya viene
de muy antiguo.
Algunos dirigentes cercanos a la ANC y próceres mediáticos de TV3 no
dudan en defender al Estado sionista. Que éste oprima con la violencia
más extrema a un pueblo que reclama sus derechos, Palestina, no importa.
¿Contradicción? No, es el espejo en el que se mira un sector del
catalanismo conservador. El otro reflejo es la Liga Norte, una
organización con fuertes impulsos fascistas, cuyos “grupos de
ciudadanos” persiguen a los emigrantes por las noches. ¿Es un Estado
policial el modelo del Independentismo conservador en nuestro país?
Mientras, la izquierda, que habría de funcionar de contrapeso, ni está
ni se la espera. La confusión es la norma, la división la regla. Las
llamadas a la unidad son la condición para crear más y más chiringuitos.
Hoy hasta el más tonto hace relojes. Nuevos grupos de la izquierda
aparecen en el escenario, apoyados, curiosamente, por los medios afines a
la derecha. Disputan el espacio electoral alternativo amparándose en la
visibilidad televisiva de una o dos figuras relevantes. Su discurso es
parecido al de todos.
¿Que aportan de nuevo? Confusión y división.
¿Que aportan de nuevo? Confusión y división.
Otros pequeños grupos, que se pretendían diferentes y alternativos, no
se plantean la cuestión nacional sencillamente porque divide a la propia
organización. Grupos minoritarios anticapitalistas hablan de la
autodeterminación basándose, supuestamente, en textos clásicos. Olvidan
que el mismo Marx, o Rosa Luxemburg, no apoyaban todas las formas de
autodeterminación “per se”, sino aquellas que representaban avances para
las clases populares.
Lo fundamental, la respuesta a la cuestión central: ¿qué catalanismo
queremos o a qué Catalunya aspiramos? no se aborda, se oculta. Mientras,
las fuerzas de la derecha fijan su hoja de ruta en un camino que no
conduce a ninguna parte. Ni Artur Mas ni Oriol Junqueras, políticos
mediocres sin visión de país pero al frente del proceso, no saben
realmente adónde vamos.
El modelo que se dibuja es una Catalunya Neoliberal de recortes, de
bajos salarios, inscrita en el euro, dependiente de la OTAN con bases
militares en Barcelona y Tarragona. Seremos independientes de España
pero dependientes de la OTAN y de la Europa de la Troika. Esta es la
propuesta dominante.
No es cierto que el soberanismo gire hacia la izquierda, bien al
contrario. Nace y se desarrolla, como hemos dicho, del miedo y de la
desesperanza. No plantea respuestas sociales al Neoliberalismo rampante,
sino que pretende una solución individual de país (dinero para
Catalunya porque España nos roba), no pretende procesos de integración
social, sino que se asienta en la exclusión hacia los demás (ya hemos
oído a algún prócer económico pedir la expulsión de los inmigrantes para
reducir la tasa de paro, aunque el conferenciante se cuidó mucho de
definir quién era para él un inmigrante.
El movimiento social que apoya la independencia tiene una base muy
conservadora, está dominado por la derecha, que ha visto en esta
autoproclamación nacionalista la fórmula para distraer la atención sobre
hechos brutales que podrían poner en cuestión su forma de dominación:
el “Síndic de Greuges” (7) denunciaba hace unos meses que 50.000 niños
en edad escolar pasan hambre, niños rebuscando en las papeleras de
nuestros colegios algo para comer es un hecho no por más frecuente menos
doloroso.
La respuesta al unísono de CiU y ERC fue pactada: se negaron a que los
consejeros respectivos dieran explicaciones en el Parlament. Otro hecho,
uno más, fue conocido el otro día: Catalunya es la segunda comunidad
autónoma con mayor número de familias sin ningún tipo de ingreso (95.100
familias). Mientras, el decreto de CiU, con apoyo de ERC, impide de
hecho que las familias con pobreza energética puedan aplazar el pago de
sus recibos. Los “medios”, vienen llenos de la maldad de España y los
españoles que nos roban.
Patética es la posición de la izquierda, tanto ERC como ICV-EUiA. No
hace mucho, la formación ecologista pretendía diferenciarse de todos
proponiendo un “pacto social” jamás explicitado para correr acto seguido
a hacerse la foto con Artur Mas, olvidando por el camino la anterior
propuesta. Hace pocas semanas, el ex fiscal anticorrupción, el señor
Villarejo, siempre lúcido, recriminaba a ICV-EUiA, aunque podría
extenderse perfectamente a ERC, un hecho gravísimo: que estas
formaciones hubieran apoyado a CiU, un partido que ha votado una las
leyes más represivas desde la Transición, la “Ley de Seguridad
ciudadana”. De nuevo atrapados por su electoralismo se mueven en el
limbo del sí pero no, no pero sí. Todo un sin sentido.
La profundísima crisis económica que soportamos y soportaremos durante
años ha venido a cuestionar el “oasis catalán” revelando lo que
auténticamente es: una ciénaga. La corrupción, el sobrecoste de las
obras, el robo a las arcas públicas implica directamente al
“establishment” nacionalista.
Los casos se suceden, tanto en la oposición, especialmente el PSC o ERC,
como en el propio partido en el gobierno; al Cas Palau le suceden los
escándalos sobre la privatización encubierta de los hospitales públicos,
a éstos i al caso ITV últimamente se ha unido la acusación de cohecho,
que implica a uno de los hijos de ese que se consideraba el “patriarca”,
Jordi Pujol, otro de sus hijos es encausado por evasión de capitales
(cerca de 30 millones de €), la propia CiU tiene embargada su sede por
orden judicial…
Cataluña vive un momento de excepcionalidad histórica. El deterioro
económico, político e institucional alcanza cimas difícilmente
imaginables. El desgobierno de un gobierno que no ejerce, que carece de
la más mínima alternativa a la situación agónica de las finanzas,
conduce al país a un vertiginoso precipicio.
Mariano Rajoy y Artur Mas confluyen en el mismo objetivo, el primero
porque puede generar un consenso de las fuerzas más “ultras” entorno a
su figura, el segundo porque el enfrentamiento real o imaginario que se
avecina le permitirá desviar la atención de los enormes problemas
sociales que ha provocado; otros, como Oriol Junqueras, porque pretenden
tener un lugar en los libros de historia.
Algunos más observan la situación sin saber qué hacer, palpándose la
ropa y buscando permanecer en la foto. La situación social requiere
hombres y mujeres con capacidad, inteligencia y visión de país, mientras
que sólo encontramos, en la turba actual, alfeñiques y enanos políticos
escasamente dotados. La situación del pueblo catalán es en este caso
una variable secundaria. Siempre quedará la posibilidad de “echar la
culpa a Madrid”. Para ello ha sido preciso imponer un auténtico
pensamiento único. La idea, la culpabilidad de España, ha sido ensalzada
por los medios, por el poder político y económico.
Esta reivindicación independentista permite ocultar las auténticas
contradicciones de clase. Bajo el paraguas de la bandera, el conflicto
entre los poseedores y los desposeídos queda subsumido y desdibujado. La
capacidad de reacción social en Cataluña se está viendo limitada
precisamente por el descubrimiento de un elemento unificador. La
independencia como proceso, objetivo y finalidad. Mientras, la
ciudadanía confundida, abducida por unos medios que pintan un futuro
esplendoroso, al que hemos de contribuir ahora con nuestro sufrimiento
diario, en una alegoría casi religiosa. El sufrimiento actual nos
conducirá a un Parnaso futuro, repleto de “esteladas” y donde correrán
bajo las cuatro barras, ríos de leche y de miel.
NOTAS:
(1) La familia Güell, mecenas del futuro beato catalán Gaudí, es un
ejemplo. El mecenas de Gaudí, Eusebi Güell, tenía intereses industriales
(minas de hierro) en Marruecos; cuando se produjo la guerra africana,
fue una de las personas que más influyeron en la necesidad de la
intervención militar en el protectorado. El padre, Juan Güell i Ferrer,
había sido el fundador de la fortuna familiar, en buena parte basada en
la trata de esclavos, enviando posteriormente su fortuna a Catalunya.
(2) Gran enciclopedia catalana.
(3) La más alta distinción que otorga el ejército español por méritos de guerra.
(4) En este sentido es aconsejable leer el artículo de Laura Freixas
(“Una generación de Catalanes”) publicado en la pág. 27 de El País del
martes 21
(5) Marcel Proust autor de la ““À la recherche du temps perdu”.
(6) Assemblea Nacional de Catalunya.
(7) Defensor del pueblo en Cataluña.
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