Elpidio Silva es un
personaje sacado de un cómic.
Un superhéroe con traje de plástico,
errático, que está viviendo estos días en las páginas por las que tarde o
temprano pasan todos los superhéroes: esas páginas en las que los malos
ponen contra las cuerdas al protagonista.
Le pasó a Batman, les pasó a
Superman y a Spiderman, y ahora le pasa a Elpidio José Silva.
Como todos
los superhéroes, Elpidio Silvman tiene un lado humano.
En su caso, más
que lado humano tiene un lado humanista.
Humanista nivel ratón de
biblioteca. Juez, doctor, profesor universitario, conferenciante,
escritor de poesía cosmológica, de ensayo, de novela, e incluso de
haikus, el típico tío insoportable, según dice sobre él la entrada de
Wikipedia, quién sabe si escrita por él mismo en unas primarias de
edición a las que sólo él se presentó.
El origen del superhéroe
de plástico se remonta a un buen día de hace unos años, cuando el
todavía juez se da de frente contra uno de los mayores escándalos de
nuestra historia: Bankia. Elpidio estudió el caso.
La compra del Banco
de Florida, los créditos al delincuente de la CEOE y los famosos
correos.
Y ante los indicios y la gravedad del asunto, decidió mandar a
la cárcel al principal responsable. Confundido por tantas horas de
biblioteca, por tanto mundo interior y teórico y tanto haiku, el juez
pasó por alto un detalle fundamental: estaba mandando a prisión a un
banquero.
Y tenía motivos para hacerlo, pero lo decidió con la misma
ligereza con la que sospechamos que nos hubieran encarcelado a
cualquiera de nosotros ante una situación similar.
Y, al contrario de lo
que pasa cuando el acusado es uno de nosotros, el peso de la justicia,
de la que Elpidio había formado parte hasta ese momento, cayó a la
velocidad de la luz, sobre él. Típico giro en el guion de cómic de
superhéroes.
A partir de este momento
todo cambia. En una carrera a contrarreloj el juez de biblioteca se
puso las mallas, obligatorias para todo superhéroe, y decidió montar su
propio movimiento ciudadano.
Obligado por la fuerza de las
circunstancias y el peso de la herencia del 15M, su partido político
express debía ser un partido abierto, con primarias, en red…
Conceptos a
los que el recién autonombrado superhéroe, había llegado de manera
forzada y accidental. Disfrazó de movimiento democrático lo que en
realidad era el clásico y legítimo “me habéis tocado los cojones, os
vais a cagar” de toda la vida.
Enloquecido por lo que
consideraba una situación injusta, por los correos de Blesa, por lo que
él sabe que pasó en ese banco de Florida (pero no puede contar por falta
de pruebas), por la politización de la Justicia, cansado de tantas
cosas como todos nosotros, o tal vez simplemente sufriendo un ataque de
megalomanía, el superhéroe Elpidio Silvman inauguró una nueva era en el
mundo del cómic.
Superados ya en el tiempo Batman, Superman y Spiderman,
atrás se quedan las apariciones escalando edificios o volando con la
capa. Ahora comienzan las apariciones en televisión.
Actitud mesiánica.
Porque yo, porque me, porque a mí, porque yo lo cuento en mi libro.
Hace
unos días, dejó en El País una entrevista sobre su partido político, Movimiento RED, digna de un Celebrities de Muchachada Nui, con perlas como:Eran
(unas primarias) abiertas, pero no se presentó ningún otro candidato.
Es como una habitación abierta, en ella puede entrar cualquier persona,
pero solo entra una, en este caso solo entré yo.
Justo hoy me contaba un
amigo cercano a Elpidio, alguien que tuvo acceso a todo el proceso
contra él, alguien cuya versión considero muy válida, cómo la Justicia
se abalanzó contra este juez que sí, que cometió errores de forma, pero
errores de forma que no justifican en ningún caso todo el proceso
montado a su alrededor.
La misma persona, sin embargo, me reconocía al
mismo tiempo el cambio de actitud del magistrado, un tío inteligente y
preparado, que se metió en el charco de meter en la cárcel al
impresentable Blesa, y que salió de ese charco enfangado y con esa
actitud mesiánica que ahora nadie entiende.
Y en esas estamos. Con
un juez al que creíamos Superman, que nos dio la alegría de encarcelar a
los malos, pero que lo hizo de forma torpe según reconocen en su propio
entorno y que ahora, lejos de ser Superman, lo sufrimos convertido en
un españolísimo Mortadelo que nos intenta vender su libro.
Además de escasas, y de lo poco que duran, qué extrañas son las alegrías en la casa de los pobres…
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