Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


miércoles, 30 de abril de 2014

"La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira."



Un grupo humano se convierte en multitud cuando se vuelve súbitamente sensible a la sugestión y no al razonamiento, a la imagen y no a la idea, a la afirmación y no a la prueba, a la repetición y no a la argumentación, al prestigio y no a la competencia.



Uno/a se queda desconcertado/a al comprobar que uno de los más grandes teorizantes modernos de la democracia, uno de sus observadores más intuitivos, no se ha apercibido de la importancia de la otra función que hace a la prensa indispensable en el sistema democrático: la función de la información.


Pero, si la democracia es el régimen en el cual los ciudadanos deciden las orientaciones generales de la política interior y exterior, escogiendo con su voto entre los diversos programas que los candidatos que ellos designan para gobernarlos, ese régimen no tiene sentido ni puede funcionar en el interés de sus miembros más que si los electores están correctamente informados de los asuntos tanto mundiales como nacionales.


Ésta es la razón por la cual la mentira es tan grave en democracia, régimen que sólo es viable en la verdad y lleva a la catástrofe si los ciudadanos deciden según informaciones falsas.


En los regímenes totalitarios, los dirigentes y la prensa del Estado engañan a la sociedad, pero los gobiernos no conducen su política según sus propias mentiras. Guardan para sí otros informes. En las democracias, cuando el poder engaña a la opinión, se ve obligado a hacer concordar sus actos con los errores que ha inculcado, puesto que es la opinión quien designa a los dirigentes o los aparta. ¿No es para impedir ese riesgo mortal que la prensa interviene, o debiera intervenir, no es eso lo que la hace indisociable de la misma democracia?


Pero a este respecto, por desgracia, la confusión original entre la función de opinión y la función de información, o, más exactamente, la anterioridad de la función de opinión sobre la otra, y su preponderancia, han dado lugar a un equívoco que se perpetúa en nuestros días. Por una parte, todo el mundo está de acuerdo en ello, la democracia es un sistema en el cual todas las opiniones deben poder expresarse, a condición de que se haga pacíficamente.


Es también, por otra parte, un sistema que sólo puede funcionar si los ciudadanos disponen de un mínimo de informaciones exactas. Sin embargo, esta segunda función, dígase lo que se quiera, nunca se ha distinguido de la primera ni ha sido plenamente comprendida. Y, sobre todo, ha sido siempre obstinadamente subestimada.


J. F. Revel: "La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira."




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