Conflictos mundiales * Blog La cordura emprende la batalla


miércoles, 21 de mayo de 2014

¡Alegría, alegría! En la calle de la alegría económica, esa que brota del corazón neocon y que combina el todo y la nada monetaria como si fuera un canapé



¡Alegría, alegría!

En la calle de la alegría económica, esa que brota del corazón neocon y que combina el todo y la nada monetaria como si fuera un canapé, la gente se pasea ya porque hace buen tiempo y exhibe su poderío como los niños de antaño, que lamían más a gusto el polo de limón si otro le estaba mirando.
 
 
 
En esa calle, digo, el canapé -que hastío,  paso,  que estoy a dieta-  se va al cubo de la basura de diseño del restaurante de moda que da de comer al estirado hambriento, al sediento pudiente le da vino y al que no sabe cómo comer, le recuerda el derecho de admisión. La alegría se ve en la calle, es un ir y venir de moños y zapatillas de colores para patear las avenidas llenas de escaparates que se traspasan y te traspasan las retinas. Debajo de cada cartel, una ruina, debajo de cada ruina, un par de caras tristes, o dos pares, vaya usted a saber. El caso es que se alquila por cese y en mitad del jolgorio callejero se distingue a malas penas la pena del que tiene la negra sin comerlo ni beberlo. Literal.
 
 
 
Digo yo, que en algunas calles, la felicidad visible, eso que se llama alegría, irá saltando a la pata coja, cantando y tirando confeti con empuje de cinco años. La cosa está en saber cuánto le durará la cosa, si le leerán la cartilla o no hará falta. Son nuestros niños muy listos y captan deprisa las nubes que se posan en las cejas de las madres amenazando tormenta. En la frente de unos padres se puede hacer una tesis de economía global, sin porcentajes ni cálculos. Basta sumar surcos y sacar el factor común que se repite. A veces un suspiro, un bufido que vacía los entresijos, un arrastrar los pies, un tomar carrerilla. Si el elemento se repite, ya has encontrado la variable que explicará por qué las calles están alegres a medias, o por qué no hay ni media calle llena de gente alegre, salvo acontecimientos planetarios, narcóticos o ambas cosas.
 
 
 
Cuando alguien dice que hay más alegría en las calles, un gatito se eriza, un enano de jardín saca la motosierra y millones de personas se indignan haciéndose propósito de no dar razones para la represión, convencidas de que merecen mejores representantes, pero sin dar coartadas a nadie. Me intriga saber si nuestros protegidos saben lo que pensamos de su falta de nivel y cómo lo hacen para poder tragarse esa píldora y seguir actuando como si no hubiese pasado nada. Misterios.
 
 
 
 

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