(dedicado a quienes adornan
fantasiosamente su curriculum, por ejemplo, en el perfil de Facebook)
Si antes se decía que “el papel
es muy sufrido”, hoy podríamos asegurar que las redes sociales lo son aun más
en la medida que permiten a muchos descontentos con sus logros, acicalar sus
curriculums con aditamentos que, sin ser mentiras palmarias, sí son verdades a
medias que promueven la confusión que pretenden con su intencionada ambigüedad.
Traigo esto a colación porque
acabo de indagar en la red de redes –en su variante Facebook– el perfil
personal de alguien con quien
mantuve una intensa relación y a quien creo conocer bastante bien. Y lo he
hecho, porque en un comentario que hizo sobre cierto tema (que omitiré para no
despertar suspicacias) hizo mención a cierta experiencia docente (“como solía
decirle a mis alumnos…”, apuntó como si fuera catedrático), sin que me conste
que impartir clases sea una actividad a la que se haya dedicado ni siquiera
como anécdota en su biografía profesional.
Movido por la curiosidad, he
indagado en el apartado de formación académica declarada por el presunto
‘docente’ en su perfil de Facebook, y me ha sorprendido descubrir que incorpora
un lacónico e indeterminado “estudié tal carrera” (también omito detalles por
las mismas suspicacias que no quiero despertar) que tergiversa la realidad al
hacer creer que haberse matricularse en una asignatura de una carrera –por
poner un ejemplo– en un momento de su juventud, pueda convertirle en licenciado
o doctor en tal disciplina por obra y gracia de la confusión que pretende
transmitir para alimentar su vacuo ego.
De ningún modo hay crítica
alguna por mi parte al exponer esta circunstancia. Aunque sí que dejaré
constancia de que es algo muy frecuente y asociado a la baja autoestima, al
descontento con uno mismo por metas no alcanzadas o bien a la petulancia que
caracteriza a tantos engreídos que recurren a vacuas palabrerías y eufemismos
absurdos con la intención de engalanar una realidad que muy poco da de si en lo
que a su nivel de autosatisfacción concierne.
Los resultados en estos casos
suelen ser tan patéticos como triste resultaría que un basurero –profesión que
merece todo mi respeto siempre que quien la ejerce se lo gane con su entrega,
dedicación y calidad profesional y humana– se autodenominara “Profesional técnico municipal
especializado en la recogida y traslado de detritus a los centros de
procesamiento” cada vez que alguien le preguntara por su actividad laboral.
Luego supe que era el rector.
Alberto Soler Montagud
Médico y escritor


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