El compromiso
Tomado del blog del
compañero Josafat: "Rusia no tiene derecho moral a dejar a nuestros
hermanos ucranianos solos frente a la escoria nazi-fascista"
El 2 de mayo los
criminales banderistas quemaron vivos a varias decenas de opositores a
la Junta de Kiev en Odessa, mientras los “soldados” ucranianos,
conjuntamente con los combatientes de “Praviy Séktor” continúan en este
momento la operación de castigo en Kramatorsk y Slaviansk, asesinando a
sangre fría a civiles.
Servicio de prensa del PCFR
Valeri Rashkin
Traducido del ruso por Josafat S. Comín
En estas condiciones,
nuestro país no puede por más tiempo limitarse a hacer duras
declaraciones y comentarios, ya vengan del Ministerio de Exteriores o
del servicio de prensa de la Presidencia.
El número de víctimas de
esta jauría neonazi asciende ya a decenas. Si Rusia no adopta acciones
decididas e inmediatas en defensa de los habitantes del sur y este de
Ucrania, frente a los escuadrones de castigo banderistas, la Junta de
Kiev y sus cómplices no se detendrán ante ningún crimen, con tal de
aplastar los focos de resistencia frente a la dictadura neonazi.
¿Acaso podemos seguir
esperando y permitir que la tragedia de Odessa se pueda repetir en otras
regiones del sur y el este? ¿Acaso tenemos derecho moral a seguir
siendo meros observadores de cómo los herederos de Bandera y Shujévich
fusilan y queman vivos a los habitantes de ciudades y aldeas de la
hermana Ucrania?
¿Por qué no podemos defender a nuestros compatriotas en Ucrania?
¿De qué tenemos miedo? ¿De que nos acusen de azuzar el enfrentamiento civil en Ucrania?
Lean la prensa
occidental y los comentarios de los dirigentes de Estados Unidos y la
Unión Europea: en opinión de Washington, Bruselas y Kiev, es
precisamente Moscú el culpable en el agravamiento de la situación en el
sur y este de Ucrania y del incumplimiento de los acuerdos de Ginebra.
Además cualquier crimen del autoproclamado gobierno de Kiev será
incondicionalmente respaldado por ese Occidente enloquecido. Incluso, si
siguiendo las órdenes de Kiev, los escuadrones de castigo comienzan a
ejecutar a los habitantes del Donbass y la región de Járkov con armas
atómicas.
¿Tememos que empeoren las relaciones con Occidente?
El vicesecretario
General de la OTAN y antiguo embajador de Estados Unidos en Rusia,
Alexander Vershbow, ya ha dado a entender, que a partir de ahora la
Alianza del Atlántico Norte considerará a Rusia su adversario y
continuará su agresiva política expansionista, dirigida contra nuestro
país. Lo dicen de un modo abierto, sin ningún retoque diplomático.
Declaraciones en el mismo tono, vienen de boca de los principales
líderes occidentales. Ese empeoramiento irreversible de la relaciones
con Occidente, es un hecho que ya se ha producido y que es
imprescindible que tengamos en cuenta.
¿Tememos la aplicación de nuevas sanciones?
Los amos de los lobbies
del sector gasífero y petrolífero no permitirán a los dirigentes de
Estados Unidos una bajada drástica e inmediata de los precios del
petróleo (como sucediera en aquel lejano 1979), pero la exclusión de
Rusia del mercado energético europeo ya ha comenzado y ni Washington y
Bruselas renunciarán a esos planes sea cual sea el desarrollo de los
acontecimientos. La situación que se ha creado ya no variará por muchas
concesiones que hiciese Moscú. Rusia necesita urgentemente reorientar
las relaciones de su comercio exterior hacia países amistosos, ante todo
asiáticos, ya que la balanza comercial con Europa, en cualquier caso
irá inevitablemente a la baja.
En otras palabras, la
nueva guerra fría entre Rusia y occidente es inevitable. Y la principal
garantía de éxito en esta guerra será la fuerza y la defensa de nuestros
principios. Rusia puede vencer en este conflicto global que le han
desatado de una vez y para siempre, dando a entender a sus aliados en
todo el mundo que nosotros ya no vendemos, abandonamos ni traicionamos a
nuestros amigos, independientemente del punto del globo terráqueo en el
que se encuentren.
Precisamente por ello llamamos a los dirigentes de nuestro país a que de un modo inmediato:
1) Reconozcan las
repúblicas populares de Donetsk y Lugansk en calidad de sujetos
independientes de las relaciones internacionales, para prestar la máxima
colaboración a los gobiernos populares de esas repúblicas. Respalden
por todas las vías posibles el proceso de autoorganización de la
población en la configuración de las estructuras de autogobierno en
otras regiones de Ucrania, que no desean subordinarse al gobierno
criminal de Kiev, que ha desatado la guerra contra su propio pueblo;
2) Iniciar en
todas las máximas instancias internacionales la investigación de los
crímenes del autoproclamado gobierno de Kiev y sus cómplices (comenzando
por los asesinatos de los miembros del “Berkut” y los empleados de las
oficinas de la sede del Partido las Regiones en Kiev y terminando por el
asesinato premeditado de civiles en Odessa). Poner fin a la
participación de Rusia en todas las instituciones, que estén respaldando
las operaciones de castigo contra población civil del sur y este de
Ucrania (sobre todo con el FMI);
3) Cesar cualquier
tipo de colaboración con la Alianza del Atlántico Norte, quienes
abiertamente han declarado a Rusia su enemigo;
4) Destituir al
Consejo de ministros incapaz y prooccidental de Medvédev y conformar un
gobierno que cuente con la confianza popular, capaz de responder a los
desafíos económicos y políticos que enfrenta nuestro país, de un modo
profesional y digno.
5) Adoptar todas
las medidas necesarias para terminar con las zonas offshore y la
dolarización de la economía nacional, incluyendo la “nacionalización”
del Banco Central y la retirada de todos los activos de las cuentas en
euros y dólares que tengamos en países de la OTAN, llevándolos a Estados
neutrales.
De la aplicación
completa y operativa de las medidas que acabo de indicar, depende, sin
ánimo de exagerar, el futuro de nuestro país y su lugar en el nuevo
orden mundial. Si a la hora de elegir entre la nueva guerra fría y el
deshonor, el actual gobierno de Rusia después de todo, opta por lo
segundo e intenta encauzar las relaciones con Occidente a precio de
entregar el control del sur y este de Ucrania a la Junta banderista (y
cualquier otra variante no satisfará ni a Washington ni a Bruselas),
incluso con ese desarrollo de los acontecimientos no se conseguiría
evitar la nueva espiral de confrontación global en el eje
Rusia-Occidente. Además difícilmente podría un país que hubiese perdido
su rostro y traicionado a sus compatriotas ganar en esa guerra.
Los dirigentes de
nuestro país necesitan de una vez y para siempre entender que el tiempo
de las decisiones sencillas y los vaivenes geopolíticos ha quedado atrás
para siempre. En Ucrania en estos días se decide el destino de nuestro
país: o bien Rusia pone fin definitivamente a la época de la deshonra
nacional, iniciada por Gorbachov y Yeltsin, y responde de un modo
proporcional al desafío de ese Occidente enloquecido, o bien capitula
bajo la presión de los EE.UU. y la UE, y se priva por completo de
cualquier perspectiva histórica de soberanía e independencia.
Nuestros “socios
estratégicos” simplemente no nos han dejado variantes intermedias, ni
tibias, de la resolución de la crisis ucraniana.
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