El programita de El Jefe Infiltrado (más trucado que el serrucho de
David Copperfield) me viene tocando los imperiales sobremanera desde que
fugazmente me he rebajado a dedicarle minutos como espectador. Con esa
apariencia de buenagentismo que derrocha, se están transmitiendo unos
códigos de aceptación y convivencia con este indignante estado del
malestar laboral, que llevan a que sedimentemos situaciones residuosas
que no tenemos por qué aceptar con sentimentalismos de tipo
"doygraciasalosdioses".
Primero comprueban el grado del buen hacer de los empleados, lo aliñan generando buenrollismo y otras situaciones chisposas.
Luego les dan la sorpresa: soy tu puto jefe. Y entonces entra el juego
el veredicto. "Soy tu jefe, he visto como trabajas y no lo sabías. Ahora
de repente te doy la sorpresa, así tu te sientes impactado y asumes una
posición de inferioridad porque aparece en ti una sensación de
inseguridad y temor a una bronca, un expediente o un despido. Se produce
en ese momento esa separación entre el que manda y el que obedece, y
cada uno se coloca en su escalón.
La receta es fantástica, normalmente el empleado tiene problemas de
familia, lleva muchos años trabajando y otras cotidianas historias. Un
escenario idóneo para que al jefe, si se le antoja, le corrija con
algunas pequeñas y educadas llamadas de atención (así parecerá un jefe
benevolente), a continuación echarle algún piropo (sencillamente el
empleado cumple con su trabajo) para después regalarle un curso de
idiomas o una ayuda económica, o un viaje, o lo que me parece aún más
preocupante, un contrato indefinido, hacerle fijo en la empresa, vamos
(Y entonces tu jefe es Dios).
Para que haya una cámara delante, la productora ha soltado dinerito a la
empresa. Por eso hay dinerito para el curso, el viajecito y lo que se
tercie.
Que te hagan un contrato fijo en ese instante, es para preguntarse por qué no has sido empleado fijo hasta ahora.
Toda una clase trabajadora con derechos y convenios que parecen credos y
avemarías, cuando tu jefe iluminado te pone la mano en el hombro y te
regala TU derecho. (Ay, que me ha regalado mi derecho...).
Y entonces el empleado llora. Llora porque se le viene al filo del
orgullo un tremendo flashback de todos los años que lleva trabajando
desde su juventud, lo que ha tenido que luchar para conseguir algo así, y
se emociona, se conmueve, y entonces dice "gracias.., de verdad..
gracias" entrecortadas.
Están plantándonos en toda la pantalla situaciones con las que quieren
que nos sintamos identificados, que seamos esos empleados, que seamos
esas personas que trabajan mucho para tener un salario raspadamente
mínimo e interprofesional y algún día ser premiado con lo que en
realidad es el contrato de lo decente. Quieren que seas ese empleado
para que te emociones cuando tu jefe te venga a regalarte un contrato
fijo, que sin usar ningún traductor de google quiere decir: que lo
aceptes, como buena costumbre española, que "la cosa está muy mal", que
"madre mía que suerte tengo que mi jefe me ha hecho indefinido", que
"cojas todo lo bueno que tu jefe te pueda ofrecer porque otros no tienen
nada", que "te sientas agradecido" y que la cosa está muy mal, y está
muy mal...
De tanto vivir con el "que la cosa está muy mal", hemos acabado por convencernos con "no lo cambiaremos nunca".
Esto es lo que alimenta el "sálvesequienpueda", lo que alimenta que la
clase trabajadora se divida y deje de ser una lucha unida para forjar
así la igualdad de todos, hacen que desconozcan su poder de reclamo de
los derechos hasta lo más universal y humanamente exigible que nos
permitan los establecidos derechos humanos, trabajo digno para todos.
Consiguen que el trabajador asuma una posición estándar más restringida y
mermada viendo el canallesco entorno laboral que hay ahí fuera, de lo
que realmente le pertenece de cara a lo que estamos legitimizados a
reivindicar como trabajadores portadores de dignidad.
A fin de cuentas es, hagamos que los trabajadores se sientan acomodados
en esta mierda de panorama laboral, y afortunados cuando les llegue su
derecho (cuando yo los toque con mi varita mágica) al trabajo con este
papel que tengo en la mano, porque así estarán mucho más propensos no
solo a someterse a los párrafos sino a ver como milagro con ojos
lagrimosos de fortuna la oportunidad que yo les brindo pero que siempre
estuvo en sus poderes el lucharlo.
Sentados en nuestros sofás vemos un programa aparentemente suave,
sorpresivo por la idea novedosa de la infiltración y la expectación de
las caras cuando reaccionen. Sientes una arruguita en el corazón cuando
los ves llorar y la alegría cuando sabes el premio que les acaban de
dar, que algunas veces es incluso seguir y conservar en el puesto.
Esta es la lectura que se le da a un programa sin más, no seas paranóico, no es para tanto...
Que no sea paranoico? No seas tu el memo. Pensabas que el derrumbe de la
clase trabajadora iba a quedar aplastado por el nuevo orden mundial del
capital con la violenta hecatombe de un tsunami.
Pero no, viene por
mareas, como los océanos que suben cada vez más, centímetro a
centímetro, año tras año, suavemente, como un programa de televisión
semanal. Así es como nos van domando, acostumbrándonos mansamente,
poquito a poco.
Antonio Velázquez
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION