Conciencia.
Y en mis momentos ásperos, de tacto de madera rugosa, en castaño tan antiguo, sentarme.
Y mirar.
Y sonreir ante la mirada tierna del peludo amigo que con avellanas jóvenes me mira. Darme cuenta, en mi secreta paciencia, de la vida que se ha tenido.
Una lágrima huye, mejilla abajo por el advenimiento de los recuerdos.
Darme cuenta de que nací y viví.
Luché y ahora, derrotado pero aún resistiendo, puedo sentir cómo las ramas se mecen con la suave brisa aquí, donde acaban todas las cosas y el camino parece que empezó.
Mi peludo amigo se tumba, cansado de jugar con el otro peludo amigo.
Mi mujer, de ojos sonrientes, cuya bondad ha ganado el concurso de buenas en prados eliseos, admira y recoje unos calabacines de la huerta. Mi madre, con su pelo cano, su fibra corporea de avatares varios rie con ella.
Y yo, saco el cacharro y disparo para capturar el instante en el que el amigo, canela de pardas resonancias coloridas, descansa.
Darme cuenta de que, mis ojos cansados, con iridiscencias profundas verdes y castañas han visto ya primaveras muchas e inviernos cercanos a los cincuenta más que a los cuarenta.
Darme cuenta de que, sin esforzarme, veo a ese chiquillo callado, tranquilo, asustado que a veces, esperaba en la ventana, porque los compañeros del padre salían del pozo donde picaban carbón y él no acababa de salir.
Se oía"accidente"
Y se hacia silencio cuajado. Espeso.
A veces, la palabra "atrapado" surgía de las entrañas de la madre. A veces, decía que estaba tirando de algún compañero enterrado tras derrumbes que yo me imaginaba coléricos. Fátuos e igneos en aquel infierno de donde salían los hombres como sombras de sí mismos.
Cuando me tocó a mi empujar vagonetas férreas por railes desgastados, supe que el miedo se fragua tras los dientes rechinantes y apretados.
Y que nunca abandona.
Se convierte en fiel amigo.
Se usa.
Se convierte en rabia y odio hacia los que, desde sus púlpitos, nos explotan.
Hoy.. Hace mucho de eso y mi vida está en permanente encrucijada.
Me refugio en las páginas de libros amigos. Miro peliculas de corazones entrañables.
A la espera de la próxima lágrima hinchada. Barbotante de vientos tatuados en esta Asturies nuestra que a veces, duele.
Vivo a la espera de sentir la vida.
Y me ilusiono con proyectos, porque uno, sigue conservando la ilusión del cambio y se anima al ver el amor recibido por los suyos.
Y entonces, el tiempo resbala y se retuerce... y vuelvo a mirar... y ahí sigue ese chiquillo callado que me mira, entre páginas de tebeos sin colores, con libros fáciles esparcidos a su alrededor.
Y recuerdo, las noches en las que me tapaba mi madre, cuando los charcos se hacían hielo. Y saber que me esperaba Julio Verne con aventuras o Jack London con aquellos árticos parajes.
Y saber.
Saber que llegaba la navidad... y verme con mi hermano jugando a alguno de aquellos juegos de tablero sencillos... mientras los padres preparaban la cena.
Y a veces... los golpes foráneos en la calle y Madre diciendonos que no salieramos de casa.
Las horas o días hasta que soltaban a Padre.
La rabia que se acumulaba.
Amigos de la familia que pasaban con sus mujeres y un bizcocho o pasteles preguntando si sabiamos algo.
Y traidores.
Que denunciaban a mi padre, y él, postrado en la cama, orinaba sangre por las palizas recibidas.
Y por eso.. el insomnio... y las pesadillas los pocos ratos que se concilia el sueño, cuando veo una y mil veces las esposas golpeandome años después.
Y por eso... No me rindo.
Y sigo.
Juntando letras y con mis ideas.
Sé que ya son años los pasados, pero poco o nada ha cambiado.
Y mientras, veo a mi amigo peludo bostezando, feliz de que su amigo bípedo haya jugado un rato con el y le dé todo el cariño del mundo.
Y mi mujer, lo acaricia. Nos miramos. Tanto sabemos sin decirnos....
Y en silencio, nos vamos a la mesa.
Pues hoy comemos en familia.
Aunque sea de tres... Es buena.
El chiquillo callado sigue ahí, mirando entre libros y acusando. ¿Qué has hecho, Lobo...?
Me dice.
Y yo, avergonzado... bajo la vista, culpable.
Por no haberme levantado, arma en mano, y junto a mis camaradas, todos juntos, Intentarlo.
Nos creimos la Democracia.
Y la han matado.
El niño, con la mirada triste vuelve a sus libros.
Sé que le he decepcionado...
Pero aquí sigo, resisitiendo, aunque mayor... no más sabio.
Y recuerdo la sirena del cambio de turno en el pozo minero.
El movimiento de las ruedas en el castillete para bajar con la jaula, hacinados junto a más hombres valientes.
Recuerdo que fui un extraño.
Que salía negro del trabajo.
Que odiaba a todos los amos.
A todos.
Crujen los huesos debido al mar de los últimos tiempos. Poco es el descanso. Y llego luego a la mesa, donde me están mirando. Mi madre y mi esposa. Y mi corazón...
Llorando.
Mientras los amigos peludos corren, saltan, ajenos a la melancolía.. hasta que veo que se acercan, tranquilos.
Sabios.
Pues no hay mayor faro que aquel encendido en la noche.
Y Lucho, el mayor me mira... y aulla.
Mete el hocico debajo de mi mano.
Lo se, compañero.
Lo se.
El niño de los años 70... sigue mirando.
Gracias.
Lobo Astur 2014.


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