El negro de la Casa Blanca y un par de ricos timoratos
Hace años estaba mal visto decirle a un
negro, negro. Se solían utilizar, básicamente, dos eufemismos inexactos:
"de color" y "moreno". Eran términos muy usados, por ejemplo, en el
ámbito de las retransmisiones deportivas y que denotaban o hipocresía o
un extraño complejo de culpabilidad que, principalmente blancos de ideas
avanzadas, arrastraban con respecto a las personas de raza negra. Ese
complejo de culpabilidad hacía que en muchas ocasiones se le diera al
negro, por la carga de sufrimiento que ha soportado debido a la
esclavitud y al saqueo de sus territorios, un plus de persona adicta a
la justicia y al igualitarismo.
Hace unos 14 años, hablando en el
instituto con una compañera de ideología izquierdista, me comentaba el
avance que sería una mujer negra en un alto cargo de EEUU. Unos años
después, George Bush nombró Secretaria de Estado, cargo equivalente a
los ministros de exteriores en el resto del planeta, a Condolezza Rice:
mujer, negra y... furibunda belicista.
Cuando Obama llega a la presidencia, sin
hacer nada, por ser negro, le dan el premio Nobel, y la mayoría de los
progresistas del mundo piensan que al trono imperial ha llegado, por ser
negro, un justiciero, un individuo que va a cambiar el signo de
un imperio que tiene sus propias lógicas y dinámicas, a las cuáles el
ocupante del sillón presidencial, intensidad de la melanina
aparte, apenas puede dar un ligero barniz.
Pilar Manjón escribió en su cuenta de
twitter: "Odio al negro de la Casa Blanca. Quiero a mis niños asesinados
en Gaza. Quiero que la P de su mujer retire el vídeo de las niñas
secuestradas".
Me centraré en la primera frase. No creo
que Pilar Manjón sea racista. Pienso que quiere expresar, desde su
decepción personal, su desprecio por el Tio Tom Obama. La Cabaña del Tio
Tom es una novela de 1852 que, siendo abolicionista, presenta al negro
que aguanta el sufrimiento de la esclavitud sin rebelarse. En los años
50 y 60 del siglo XX, en pleno auge del movimiento por los derechos
civiles en EEUU, denominaban así a los negros sumisos, partidarios del
status existente. Pilar Manjón presenta en esta frase su ira ante el
negro sumiso (¿hay algo más odioso que el esclavo esclavista?) que sirve
a la clase dominante que representa la Casa Blanca. Ese negro que,
quizás para ella, desvirtúa el secular sufrimiento de los de su raza,
cuando permite la masacre en Gaza.
Pero la clase dominante, Pilar, salvo
el del dinero, y ese ya es invisible y circula velocidades siderales,
no tiene color. Da lo mismo que las cifras digan que los negros sufren
un porcentaje mayor de marginación que los blancos. El racismo se
diluye a la misma velocidad con la que crece la cuenta corriente. Obama
pertenece a la clase dominante de EEUU y es un firme defensor del papel
hegemónico de ese país y de su principal cancerbero en Oriente Próximo:
Israel. Por eso, mientras vierte lágrimas de cocodrilo por "tus niños
asesinados de Gaza", le vende al estado genocida las balas que los
matan.
En la tercera frase, con esa P mayúscula, llama puta a Michelle
Obama por sacar un video en solidaridad con las niñas secuestradas en
Nigeria mientras masacran a los niños gazzaties. Reconozco que yo
no utilizaría ese exabrupto en un texto mío, pues cuando escribo pienso
bastante las palabras y busco más el argumento que el impacto, atraer al
dubitativo más que repelerlo. Pero entiendo la rabia de Pilar ante esa
doble moral viscosa que impregna casi todos los grandes medios y a los
gobernantes que ocultan su complicidad bajo declaraciones de imposible
equidistancia. En cualquier caso es bastante repugnante que haya quien
se escandalice más por un insulto que por una masacre. De las tres
frases que componen el tweet la más dura, con diferencia, y
desgraciadamente la más inadvertida, es la segunda.
Pilar Manjón al menos ha demostrado ser
una mujer libre y que le duele la tortura sistemática de un pueblo.
Javier Bardem y Penélope Cruz tras firmar un manifiesto contra el ataque
a Gaza han enviado comunicados donde balbucean que ellos sólo quieren
la paz y que sienten el dolor de las madres palestinas y de las
israelíes. Y las madres de los soldados nazis también sufrían y
lloraban. Los progenitores siempre padecemos por nuestros hijos, aunque
sean asesinos.
Dos personas que tienen dinero suficiente para ser libres
el resto de sus vidas, para vivir y defender una causa justa sin el
temor del trabajador que puede perder su empleo, se postran, adoradores
del becerro de oro, porque la industria del cine USA está en manos del
lobby judío.
Ésa es la libertad, llena de sutilezas, del capitalismo.
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