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viernes, 31 de octubre de 2014

Barómetro electoral: mayo 2013 * Tocando fondo


Foto Barómetro electoral

 Tocando fondo

Por: | 13 de mayo de 2013

El clima político español atraviesa su peor momento de las últimas décadas. Hasta ahora, la principal consecuencia de la desafección ciudadana hacia la política que ha caracterizado nuestra sociedad en los últimos tiempos ha sido el realineamiento o reordenación de los diferentes electorados —sobre todo el popular y el socialista— hacia otras opciones políticas.

 La era del bipartidismo imperfecto que definía el sistema español parecía estar evolucionando hacia un sistema con un peso relativo menor en el caso de los dos grandes partidos —PP y PSOE— y mayor en el caso de IU, UPyD y los partidos nacionalistas. Ahora, la desafección parece estar traduciéndose en un rechazo a cualquier opción partidista y en un desenganche del proceso electoral



Si se celebrasen de manera inmediata unas elecciones generales, apenas uno de cada dos españoles votaría; y quienes acudieran a la cita con las urnas elevarían a tercera fuerza política —si ello fuera posible— el voto en blanco. La suma de los porcentajes de voto válido obtenidos por los cuatro partidos de ámbito nacional —PP, PSOE, IU y UPyD— sería del 72.4 %, cuando la media de las últimas nueve elecciones generales es de  75.1 %, considerando únicamente la suma de votos de PP y PSOE.


Hay que tener en cuenta que, en el caso del PSOE, solo un 25 % de quienes le votaron en las últimas elecciones generales (en las que obtuvo el peor resultado electoral de su historia) dicen que volverían a hacerlo ahora; que un 22 % de estos electores se abstendrían y que un 10 % votaría en blanco. En el caso del PP sus datos no son mucho más halagüeños: mantiene fiel a solo un 40 % de sus votantes de 2011, un 24 % se abstendría y un 6 % votaría en blanco.


Pero estos datos, junto con otros del sondeo, expresan más el actual estado de ánimo político de los ciudadanos —en este concreto momento— que alineamientos electorales cristalizados susceptibles de ser tenidos por síntomas fiables de comportamientos electorales futuros. En otras palabras, de encontrarse en período preelectoral, esto es, si las elecciones generales hubieran sido ahora realmente convocadas, es probable que los datos directos de intención de voto —y, por tanto, los porcentajes de estimación electoral— fueran diferentes a los que se registran hoy.


 En unas elecciones reales la participación electoral sería con toda probabilidad más elevada —aunque, también probablemente, inferior a la de 2011—  y el porcentaje que ahora dice que votaría en blanco sería sustancialmente menor (aunque superior al de las últimas elecciones generales).


Esto conllevaría, por un lado, que los porcentajes de voto estimados para cada partido fueran superiores a los estimados ahora —hallándonos como nos hallamos fuera de período electoral—.


Por otro lado, la redistribución de los votos que arroja el actual sondeo sería probablemente diferente: cuesta creer que entre el electorado socialista solo 1.5 millones repitiera su voto en las próximas elecciones generales.

 
 La estimación de resultado electoral que se ofrece en este sondeo debe ser considerada así como un síntoma preocupante del estado actual de la situación política. Es un síntoma porque todavía no supone —o no tiene por qué suponer— una situación irreversible; y preocupante, obviamente, porque refleja el cada vez mayor hartazgo de la ciudadanía española con la política.


 Un sentimiento que afecta de lleno al Gobierno. Sin haber transcurrido año y medio desde que juraron sus cargos, los ministros que componen el actual gobierno de Rajoy presentan en la actualidad un duro desgaste de imagen entre el conjunto de la ciudadanía: el saldo entre los ciudadanos que aprueban y los que desaprueban la labor de cada ministro no solo sigue siendo negativo en todos los casos, sino que, además, es el peor dato obtenido por cada uno en los 17 meses que llevan al frente de sus carteras (la única excepción es la del ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que en marzo de este año ya obtuvo un saldo incluso peor que el actual).


 Las evaluaciones críticas crecen también entre los propios votantes del PP, y ya son siete —tres más que en la oleada anterior— los ministros que obtienen un saldo negativo entre su electorado: la ministra de Sanidad, Ana Mato (-13 puntos); el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro (-13); la ministra de Trabajo, Fátima Báñez (-9); el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón (-6); el ministro de Economía, Luis de Guindos (-4); el ministro de Educación, José Ignacio Wert (-4); y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz (-3). De hecho, los ciudadanos se manifiestan ahora sustancialmente más críticos con el actual Gabinete ministerial de Rajoy que como lo hacían con el último de Rodríguez Zapatero (precisamente cuando este se encontraba en su peor momento de la última legislatura).


 El sentimiento de Rajoy hacia sus ministros —hace apenas dos semanas que el Presidente los alabó públicamente y reiteró su confianza en ellos, negando incluso que fuera a provocar una crisis de Gobierno— no coincide en absoluto con el de la mayoría de la opinión pública española.


La hartura ciudadana se refleja también en que ahora se registran los porcentajes más elevados de los últimos doce meses de una impresión negativa de conjunto del Gobierno (80 %); de la sensación de que está improvisando sobre la marcha (74 %); de desconfianza hacia el presidente Rajoy (87 %) y de desaprobación de su labor al frente del país (77 %).



Clima Político mayo 2013
Estimación mayo 2013



INTENCIÓN DIRECTA DE VOTO


La intención directa de voto equivale a la voz de la calle. Es lo que los españoles responden de forma directa y espontánea cuando se les pregunta por su comportamiento electoral más probable. Es un dato clave para captar el estado de opinión predominante, pero debe ser interpretado con cautela pues no siempre refleja todo lo que los electores piensan, sino sólo lo que deciden revelar al ser preguntados. Distintos factores de coacción ambiental hacen que la verbalización de las distintas opciones ideológicas (su probabilidad de ser expresadas de forma espontánea y natural) no sea siempre la misma.


 La intención directa de voto (UDV) es, así, sometida a una serie de procesos de ajuste (a partir, fundamentalmente, del recuerdo de voto, de la fidelidad de voto, de la tasa de participación estimada, de la valoración  por cada grupo de votantes de la gestión de cada partido y de sus líderes y de otros datos complementarios proporcionados por el sondeo sobre el estado de ánimo general de las personas entrevistadas) que permitan estimar cuál es, en esas circunstancias, el resultado más probablemente esperable. Obviamente, a partir de una misma IDV sería posible, utilizando otros criterios analíticos e interpretativos, obtener estimaciones de resultado electoral no necesariamente coincidentes con la que aquí se ofrece.


La estimación de voto probable, por tanto, no es ya un dato directamente conseguido de la ciudadanía, sino una interpretación de sus declaraciones realizada a partir de unos supuestos determinados (lo que se conoce como “cocina electoral”). Aunque con frecuencia, por un uso descuidado, se confunda intención directa de voto y voto probable estimado, en realidad son cosas distintas. Una intención directa de voto muy elevada puede terminar, tras ser procesada, en una estimación de voto probable más reducida, o a la inversa. La IDV se compara con el resultado real que cada partido obtuvo sobre el Censo de españoles residentes (CER). Por su parte, los datos de voto estimado se comparan con el resultado real de cada partido sobre el total de votos válidos.



En esta oleada del Clima Social correspondiente al mes de mayo de 2013 la intención directa de voto es la siguiente:


IDV Mayo 2013

En twitter @JPFerrandiz


 http://blogs.elpais.com/metroscopia/2013/05/barometro-electoral-mayo-2013.html





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