El pasado lunes los impulsores de la página de Facebook T Oviedo, desde donde partió una recogida de firmas virtual
para homenajear al perro callejero Rufo, se reunieron con responsables
del Ayuntamiento. El objetivo era presentar las más de 7.000 firmas que
se recogieron en la plataforma change.org para que el can tuviera una
estatua en la ciudad.
La idea fue recibida con los brazos abiertos por parte del
Consistorio. Así que Rufo tendrá su estatua en la ciudad. Ahora los
impulsores de la iniciativa y el Ayuntamiento trabajarán paso a paso
para decidir el escultor o escultores del proyecto, también la forma de
financiación, que podría ser a través de algún patrocinio, y la
ubicación. Decisiones todas ellas que podrían tomarse por decisión
popular, tal y como comenzó la iniciativa.
A principios de mes, la página T Oviedo recuperó, como cada
día, una foto antigua, esta vez con Rufo, el perro callejero que se
hizo popular en los años 80 y 90. El texto donde explicaba quién era el
protagonista de la imagen terminaba con la frase «¡Una estatua para Rufo
ya!». Los seguidores de la página, que superan los 10.000, comenzaron a
apoyar la propuesta. Las rúbricas no se hicieron esperar. Llegaron
desde más de una treintena de países diferentes, desde Japón a
Venezuela.
El perro ocupó el centro de la ciudad en 1988 con un año y
medio de vida, probablemente después de que sus dueños le abandonaran en
la ciudad. Su don de gentes hacía que estuviera presente en todo acto
de importancia. Posaba en fotos institucionales, asistía a
manifestaciones y partidos de fútbol y a menudo se daba una vuelta por
la zona de ocio nocturno. Rufo falleció en plena celebración de las
fiestas de su ciudad el día de San Mateo de 1997, tras una temporada en
el albergue de animales.
Desde 1988. El perro, mezcla de mastín,
llegó a la ciudad en 1988. Probablemente fue abandonado y se instaló en
el centro de la ciudad. Pronto recibió el nombre de Rufo II porque
había tenido un precedente. Otro perro que se encariñó con un comercial
que trabajaba en el centro, quien le había puesto el nombre de Rufo y
quien terminó por buscarle un hogar. Por eso, cuando otro can se instaló
en la ciudad pronto fue conocido como Rufo II.
Vivió siempre en Oviedo y
murió el día de San Mateo de 1997.
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