Eres un artista, ¡un fenómeno! Tenía que decírtelo, aunque no sé si desde la cárcel te llegarán estas letras. Ay, pequeño Nicolás,
¡que te pillaron con las manos en la masa! O, ¿fue la masa la que te
dio las manos para meterte en semejante berenjenal? Da igual, lo
importante es conocer tu hazaña, saber de tus andaduras de altos vuelos
que ten seguro, inspirarán una película. ¡Te harás (más) famoso! Con
solo 20 añitos te has comido el mundo entero entre reyes, presidentes,
ministros, concejales, artistas y empresarios de alta alcurnia en este
Reino encantado llamado España. Aunque, a diferencia de los cuentos,
aquí las hadas madrinas conducen Audis tintados y usan tarjetas black.
El negro nunca pasa de moda. Tu cuento podría ser el de Pinocho, aunque
me imagino a Gepetto aterrorizado, suplicando que nunca dejases de ser
de madera.
En fin, que vaya tren de vida que te
pegaste, figura… ¡Qué nivel! Tus amigos de Facebook se debían de
destrozar los dedos dándote likes en tu muro y se debían de pegar tiros
por relamer tu culo. Y, ahora tan solo… Entiendo que cambiar
habitaciones de 5 estrellas regaladas por tus ‘favores’ a la incomodidad
de una celda no sea sencillo, como tampoco aguantar la carcajada sonora
al ver la cara de mongolos (con perdón para Mongolia) que se nos quedó
cuando conocimos tu epopeya choriza. Aunque algo me dice, que al menos
una risita de ardilla se te escapó al verte en portadas y tertulias.
Es
difícil contenerse cuando uno se siente más listo que nadie, ¿verdad? No
pasa nada, es natural.
En realidad, mi pequeño Nicolás, no creo
siquiera que realmente seas culpable de nada. ¿Cómo lo vas a ser si solo
eres producto de tu tiempo? Puede que en otra época, al descubrirse el
pastel, se te hubiera colgado de las gónadas en la primera plaza pública
disponible sin juicio, pero tranquilo, ¡que estamos en la España del
siglo XXI! Mucho más moderna, justa y eficiente, donde las leyes apuntan
más al “robagallinas” que al listillo profesional. No lo digo yo, lo
dijo tal cual eructo en la cara, el mismísimo presidente del Tribunal
Supremo. No te pasará nada. Como mucho un par de semanas jugando a la
brisca en la cafetería de la prisión o echando horas en su piscina. Que
estés dentro, es solo un mero trámite para dar credibilidad al sistema. Y
si todo falla, tu aprieta bien la esquinita de esa manta que tienes y
que nadie quiere que tires. Nadie te robará la infancia, mi pequeño
Nicolás, así que no te apenes, todo irá fenomenal.
Como te decía, eres un crack, has hecho
del engaño un arte precoz, y en este país es una cualidad muy valorada.
El engaño, no el arte. Con solo poner esa cara de galleta mambrú, pelazo
peinado a filete, mucha gomina, buenos trajes (sin quitarles la
etiqueta), cochazos con chófer (de alquiler), fotocopiar papelotes
oficiales y colarte en casoplones para tus extorsiones, han sido
suficientes para alcanzar lo que al resto de imbéciles nos llevaría toda
una vida, solo porque nos empeñamos en creer en que el mérito es
requisito del éxito. Tú elegiste el camino más corto y acertaste. Bravo.
Sin embargo, tengo que confesarte que me decepcionaste. Descubrir que
la nueva generación de listillos a la que tú representas, fuera igual de
casposa y cutre que la anterior, fue todo un chasco.
Yo tenía
esperanzas en ti, mi pequeño Nicolás. Esperanzas en que si, robar,
engañar o extorsionar, es intrínseco en esta sociedad, al menos fueras
uno de esos hampones de guante blanco de antaño, con su traje a medida
de sastre, su bigote recortado y fino gusto por lo clásico. Pero no, no
hay glamour en tus acciones de pijo malcriado. Pensaba que serías un
listillo con clase y al final te has sumado al selecto Club de Mojones
españoles que hacen Marca España con sus tarjetas black, cuentas suizas,
comisiones, y testaferros, que igual se lo gastan en putas con
clamidia, en un palco de corridas de toros, en colonia brumel de El
Corte Inglés, o cazando elefantes en un país hambriento.
La verdad que
creía ingenuamente que la savia nueva de tu edad nos traería una nueva
generación mejorada de chorizos, más disimulados. Al final, veo que
heredáis de vuestros mentores la misma costumbre de metérnosla por el
culo diciendo ‘gracias’ en lugar de ‘lo siento’, y fardando más de ello.
Si ya nos da igual que nos folléis sin preguntar, pero intentad poner
cariño y aprecio. O, ¿es mucho pedir que si nos robáis, al menos sea con
respeto?
En el fondo, lo entiendo. Tú solo te has
tenido que adaptar al medio, moldear tus formas hasta conseguir el
anzuelo que necesitabas en este Reino encantado. Igual en otro lugar, en
otro país, en otro universo paralelo, ningún empresario, político,
artista o eminencia, te hubiera otorgado credibilidad con supuestos
documentos clasificados, no te hubiera aceptado propuestas
extrajudiciales, no hubieras podido negociar favores ilegales, no
tendrías maniobra para interceder ilegalmente, no hubieras pedido dinero
negro en nombre del Gobierno, o no te hubiera resultado sencillo
conseguir beneficios ilícitos con tomar un café. Pero para listillos
como tú, vivir en el país del tocomocho es toda una ventaja porque las
apariencias son suficientes y lo son todo.
Y esa fue tu baza y España tu
oportunidad. Muy astutamente, descubriste que nadie pondría en tela de
juicio ni tu edad, ni tu inexistente experiencia, ni tu falta de
estudios, ni tu ínfima preparación, ni mucho menos tus referencias, si
contabas con una buena puesta en escena, una buena caracterización, y
sobre todo, un álbum familiar con otros 300 listillos profesionales.
Conseguiste hacer de una gran mentira, el pasaporte de tu credibilidad.
Si no, no se entiende como dichos empresarios, políticos, artistas y
eminencias trampeadas hayan entrado por el aro convencidos de que hacías
y deshacías.
Ellos entraron porque saben que así es como se negocian,
se hacen y se consiguen las cosas en España: bajo cuerda y calentito.
Así que, cuando los veo tan escandalizados y sorprendidos, me da la risa
Felisa porque entiendo que reaccionan así no por ver todo lo que
conseguiste y cómo lo conseguiste, sino porque ¡solo tenías 20 putos
años! 20 y nada más. Tu precocidad se convirtió en una amenaza y una
competencia. Todavía no era tu turno en el mangoneo, no era tu momento.
Pero si en lugar de 20, tuvieras 50 y fueras tesorero de un gran
partido, tus pericias, mi pequeño Nicolás, hubieran pasado mucho mejor
desapercibidas, tanto que se necesitaría la madre de las crisis para que
nosotros, los imbéciles, dijéramos basta.
Pregúntaselo a Luis Bárcenas, igual compartes lavabo con él.
Ay, mi pequeño Nicolás, aceleraste por
el sendero corto y adelantaste mucho antes a quienes no debías. Cuídate
mucho porque, a diferencia de Pinocho, tú sí que te puedes quedar de
madera.
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