¿Cómo pueden miles de personas de nivel económico
bajo o muy bajo votar al PP? ¿O al PSOE? ¿O a UPyD? ¿O a <insertar el
partido capitalista que uno desee>? ¿Cómo pueden aún muchas más
personas de todos los niveles económicos no ver lo obvio? ¿Cómo puede
ser que la estructura de este sistema, tan clara para mí, no sea
evidente para ellos?
Creo que son preguntas que muchos de nosotros nos hacemos últimamente... y cada vez más.
Cualquier análisis de los muchísimos datos que cualquiera puede encontrar hoy en día en cinco segundos en google arroja la misma composición de lugar:
En algunos países más que en otros, pero en general en todo el mundo, y
por supuesto en España, existe una élite económica formada por un
número de humanos tan pequeño que caben todos en una sala de
conferencias no muy grande (bueno, quizás hace falta un estadio de
fútbol, pero no más).
Estos humanos no sólo poseen una cuota
ridículamente desproporcionada de riqueza comparada con la que atesoran
sus 40 millones de compatriotas, sino que además detentan una cantidad
aún mucho más desproporcionada de poder político.
Estos pocos humanos se levantan todos los días pensando que son mejores
que los demás, que el mundo es suyo, y que pueden y deben hacer lo que
se les antoja con el mismo.
Así, cuando les viene más
o menos bien, permiten que el resto de la plebe vea mejoradas sus
condiciones de vida. Cuando les viene mal, en cambio, no les tiembla la
mano si tienen que despojar al resto de los humanos de su sustento y de
su dignidad más básica para mantener o incluso incrementar sus
beneficios y su parte del pastel. Todo el bien que hacen son "bienes
colaterales" y, si no aprietan más tu cuello, es porque piensan que eso
les haría perder dinero.
Obviamente, hay uno de cada
cien miembros de la élite que no son como los estoy describiendo, pero
tienen poco que hacer contra los otros noventa y nueve. Es una
generalización, pero no tanto.
En
algún momento del pasado los estados eran lo suficientemente fuertes
como para oponerse a este puñado de humanos (a los cuales un amigo mío
denomina cariñosamente "los señores de la chistera").
Hace mucho tiempo,
sin embargo, que ya no lo son. Aunque los señores de la chistera nunca
"se meten en política", es decir, nunca se meten a políticos (se cobra
ridículamente poco como Presidente del Gobierno), influyen
constantemente en todo el proceso, ora poniendo peleles en el sillón a
los que mueven como títeres, ora lanzando órdagos brutales si el
susodicho tiene la mala idea de intentar hacer algo que les toque el
bolsillo.
Al fin y al cabo, pueden literalmente parar
el país si se lo proponen. Piense uno simplemente qué ocurriría si los
cuatro presidentes de las eléctricas más grandes deciden, en una
habitación de hotel, que empezará a haber "apagones generalizados por
defectos de la red", o si los cuatro banqueros con más panoja deciden
que "hay que restringir el crédito para garantizar la estabilidad del
sistema financiero".
Pero ni siquiera necesitan hacer
esto la mayor parte del tiempo. Normalmente les basta con garantizar la
"jubilación" del político de turno como miembro del consejo de alguna
de sus empresas... o incluso, a un precio mucho más bajo, hacerles
"regalitos". En sobres o en especie.
Incluso los
políticos más idealistas, como nuestro ahora añorado Bambi ZP, tienden a
sucumbir a los deseos de los señores de la chistera por un motivo
bastante simple: Representan la ideología dominante. Han invertido
muchísimo dinero en que casi todo el mundo piense cosas como que "éste
es el menos malo de los sistemas", que "no hay otro modo sensato de
hacer las cosas", que tener "empresas fuertes" trae prosperidad y "crea
empleo", que "los que plantean alternativas son hippies, o comunistas, o
tontos, o las tres cosas juntas", etc.
Si un Presidente quiere dar un
giro social a sus políticas, tiene que hacerlo nadando en la gelatina de
eslóganes y medias verdades que todos sus asesores creen en parte y que
él acaba creyendo. ZP, aunque fumaba perejil y creía en el amor, no
tenía a Ada Colau asesorándole, tenía a Pedro Solbes.
Esto para mí es ahora obvio y no sólo se ve confirmado por cualquier gráfica que veamos sobre distribución de la riqueza, o sobre qué ocurre
con las rentas del capital y del trabajo en momentos de crisis. No sólo
se apoya en los lúcidos análisis y en los innumerables datos que
podemos leer en el fantástico Nº2 de los Cuadernos de eldiario.es sobre la desigualdad.
No.
Todas las noticias, de todos los medios (aunque las vistan de lo
contrario), pintan el mismo cuadro. Todo lo que ocurre en el ámbito
social, especialmente desde que estalló Lehman Brothers por los aires,
grita alto y claro la misma imagen, la misma situación, la misma
relación de poderes.
Desde mi punto de vista, esto es simple y llanamente la realidad.
Además, como dice Serrat, cada día que pasa más, entre los señores de la chistera y yo hay algo personal. Porque no les importa explotar a la gente si eso les hace ganar dinero. Porque se saltan todas las leyes que pueden para enriquecerse (las leyes no son para ellos, o para ellos, o para él) mientras piden que los demás se ajusten el cinturón, o que no sean vagos y no velen a sus muertos.
Porque tú pagas tus impuestos, pero ellos no.
Como todo esto me parece tan obvio, me hago mucho la pregunta con la que empecé este artículo:
¿Cómo puede cualquier persona que no forme parte del 1% de la población
que posee más del 20% de toda la riqueza nacional votar a partidos como
el PP, el PSOE, UPyD, CiU y otros que proponen básicamente que todo
esto siga más o menos igual (algún ajustillo por aquí, otro por allá, y
como nuevo)?
Me parece que es como darle las llaves
de tu casa, un cola-cao caliente y un beso en los morros al que viene a
desvalijarte sin pudor.
Inconcebible.
Y sin embargo, hace unos días, un amigo me recordó que yo no sólo voté a Ciudadanos,
sino que estuve afiliado a ése partido hace unos años, y me propuso
escribir un post acerca de "no en qué se equivoca alguien, sino en qué
te equivocabas tú".
Mi amigo me conoce hace mucho y sabe que yo antes era neoliberal (en mi etapa de Ciudadanos ya me estaba moderando).
Lo confieso: neoliberal.
Me parecía apropiado que E.E.U.U. invadiese Irak, pensaba que la
"libertad" estaba por encima de todo, y creía en todos esos eslóganes
que los asesores capitalistas le susurraban a ZP en el oído.
Me cuesta trabajo imaginarme a mí mismo pensando eso, pero es un hecho. Lo pensaba.
De más compleja digestión que los hechos son las explicaciones: ¿Cómo puede ser que pensase eso?
Pues bien, lo primero que he de decir es que no es nada sencillo estar
seguro de los motivos de un cambio radical en un cerebro humano.
Es algo
que ocurre poco a poco, pero también a saltos, y la mente nos suele
mantener bastante a oscuras respecto de lo que está pasando entre
bambalinas. Por ejemplo, yo hace unos años era muy raro con la comida,
"no me gustaba" casi nada, y, en un mes o dos, pasé de ese estado (que
me había acompañado 27 años de mi vida) a comer absolutamente de todo.
Teniendo en cuenta que la susceptibilidad a cosas supuestamente "asquerosas" ha sido relacionada
con el conservadurismo político, quizás hay algún motivo estructural y
casi biológico por el que ambos cambios se produjeron en mí sobre la
misma época. Pero también creo que hay motivos más racionales y más
descriptibles.
No hay que olvidar que "las bondades
del capitalismo con ajustes menores" es la ideología dominante en la
sociedad. Los mismos señores de la chistera que poseen todo, poseen también los medios de comunicación,
claro, y ya se ocupan de bombardearnos desde todos los altavoces
posibles el mismo cantito con mínimas variaciones. Las diferencias
entre, pongamos, Libertad Digital y El País, son, al final del día,
cosméticas. Ninguno de los dos va a cuestionar el status quo de la
chistera, ya que ambos medios están controlados por señores que usan
una, o por títeres de los mismos.
Salvo honrosas y contadas excepciones,
los medios de "comunicación" son tan sólo el instrumento de propaganda
de la élite que los posee y controla, y cualquier joven nacido antes de
internet (después de internet, menos) creció con el mismo mensaje
llegándole de todos los ángulos: "todo está bien", "occidente es el faro
de la libertad", "los ricos son buenos y trabajadores", "el capitalismo
es bienestar, libertad y amor".
Además, los
creadores del mensaje no son tontos, así que utilizan muchas verdades
mezcladas con las más flagrantes mentiras. Por ejemplo, aunque es obvio
que en los países occidentales se ha alcanzado un nivel de bienestar
envidiable y que hay que luchar por mantener, no está nada claro que
esto se haya conseguido gracias a que un 1% de la población sea
inmensamente más rica y poderosa que los demás. Más bien parece que ha
conseguido a pesar de esta gente. Correlación no es lo mismo que
relación causal.
Por ello, creo que no hay que ser
muy duro con mi yo pasado, y de hecho con nadie que haya sucumbido a la
propaganda. Lo fácil era sucumbir. Lo difícil era ver la realidad detrás
de la manipulación.
Así, un joven físico, racional
pero que nunca había estudiado (ni se había preocupado por) la historia o
la economía, que, cuando leía, leía física o ciencia ficción, era la
carne de cañón óptima para comerse el guiso ideológico de la chistera. Y
se lo comió bien calentito.
Luego llegó internet,
algunos amigos más cultivados, y el joven fue aprendiendo cosas que no
sabía. Aún sigue aprendiendo, por supuesto, y aunque ahora come de todo,
la propaganda la vomita.
Cuando le preguntan que por qué cambió de
opinión, contesta: "Es que he leído."
En cualquier caso, ya le vale.
Si vas en silla de ruedas y ves cómo les regalan a los señores de la chistera el presupuesto de 36 años de la ley de dependencia (algunos menos antes de los últimos recortes) mientras planean que las mujeres sigan haciendo gratis o por una miseria
el trabajo que han hecho "toda la vida", se te debería pudrir la mano
si votas a según que partidos, y se te debería salir el cerebro por las
orejas si te crees la propaganda.
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