Sigo, sí, dándole vueltas.
En
estos días he visto musulmanes en las redes que han dicho que están en
contra de los sucesos de París, se les exige tácitamente una postura
pública que es igual de válida que la mía como atea. Y han salido los
líderes del mundo libre diciendo que están en contra de las matanzas. Y
los ciudadanos nos hemos subido a esa ola, que es una buena ola,
empática y sentimental, pero muy concurrida.
¿Recuerdan aquellas chicas a
las que se llevó Boko Haram? Cuando las chicas -aquellas chicas que no
fueron devueltas- fueron secuestradas vi que los que lo hicieron
llevaban armas. Me pregunto quién las vende, quién las compra, con qué
dinero, en qué bancos se deposita ese dinero, quién las fabrica, con qué
materia prima, de dónde... y me faltan disculpas. Seguro que recuerdan
algún telefilme en el que roban el arma al policía bueno y matan a una
mujer hermosa con ella, o a un tendero chino.
El hombre con conciencia
se siente de alguna forma responsable y hay una tensión dramática ante
la culpa. Aquí hay pancarta y y no hay contrición. Nadie vende las
armas, nadie tiene un pasado colonial, represivo y claroscuro, casi
negro. Nadie ha estado jugando al ajedrez con esas vidas convertidas en
muerte que no se retransmiten en directo, ni movilizan a un ejército
identificable: todos nos parecen iguales con nuestro prejuicio de raza y
si no fuera porque nos van orientando con locuciones y subtítulos no
dejan de ser esos pobres que están toda la vida en guerra.
Me parece que
de la manifestación de hoy, cualquiera de los dibujantes fallecidos de
Charlie Hebdo haría una viñeta sangrante, irreverente, para que
quedásemos desnudos ante el mundo los occidentales, los demócratas, los
que hemos incluído en nuestro pib la prostitución, que estamos
indignados ante la forma en la que algunos o muchos musulmanes tratan a
sus mujeres, absolutamente salvaje, pero vemos normal que en los
periódicos en los que se apostola se publiquen anuncios de contactos,
que nuestras carreteras estén llenas de mujeres prisioneras de las
mafias, que haya macroburdeles.
La coherencia no nos sobra y yo, como el
policía de la tele, me siento dolida y algo responsable. Un día
cualquiera si no estos muertos, otros, fueron asesinados con armas de
fabricación española. La nación reconoce a su presidente en una
manifestación cuando aquí a los manifestantes ese mismo presidente les
ha puesto sobre la cabeza la ley mordaza como la espada de Damocles.
No
andamos muy sobrados para dar lecciones de nada, cuando nuestras
ciudades se desangran de miseria y las políticas sociales se escatiman,
como se escatima la curación de los enfermos. Somos un gran país, dice
el presidente.
Somos un país que sigue llamando moros a los hijos de
los marroquíes, niños que ya nacieron aquí y crecen con los nuestros.
Después todo nos sorprende y es culpa del fanatismo, que nadie sabe cómo
crece y se alimenta. O al menos nadie que ocupe la cabecera de esa
manifestación. Supongo que Sarkozy habrá ido también. Porque
no quiero pensar que cualquier baja es un daño colateral en los planes
de Spectra, que existe Spectra, que nos observa y nos maneja... eso
sería demasiado hasta para mí.
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