Pollo al horno, un clásico de la cocina doméstica.
Parece realmente simple. Se compra un pollo, se adereza, se mete al
horno y se espera. Y del electrodoméstico saldrá algo comestible, un ave
asada que podremos acompañar de unas patatas fritas, de unas verduras a
la plancha o de un puré que realce su sabor. Pero nunca nos queda bien.
La corteza no está crujiente como nos gustaría, o quizá no tiene ese
apetitoso color dorado que hemos visto en algunos asadores. Y,
seguramente, la pechuga habrá quedado seca. Comestible, pero seca. Y
para que se nos hagan bien los muslos es probable que hayamos
sobrecocinado las alitas. Parece simple, pero tiene mucha ciencia.
La prueba de que conseguir un buen asado de pollo no es tan fácil
como parece es que internet está repleta de páginas con consejos para
lograrlo. Que si mantener la carne a temperatura ambiente, adobarlo con
especias, hornearlo sobre una rejilla, que si hay que pincharle con un
palito para ver si está hecho… Mil apuntes anónimos que, sin embargo, no
nos llevarán a lograr el pollo perfecto. Para acercarnos al asado de
diez, mejor seguir a los buenos cocineros y a sus trucos, porque ellos
también se han enfrentado alguna vez a un pollo seco, cocido en exceso o
falto de sabor. Eso es lo que vamos a hacer.
El aderezo
El inglés utiliza garam masala, cúrcuma, cilantro, chile rojo picado, jengibre y comino en polvo, todo ello mezclado con salsa de tomate, zumo de limón y yogur. Una solución con la que refrota bien el pollo por todas sus esquinas (ojo, esto hay que hacerlo con guantes) y lo deja reposar unas horas antes de meterlo al horno. Promete una explosión de sabores orientales al comerlo.
Un consejo muy extendido es también frotar la pieza con agua y/o con aceite de oliva antes de pasar al horno, para que tenga algo de humedad y no se seque en exceso.
¿Un limón en el interior?
El truco de la mantequilla bajo la piel
Ramsay elabora esta mezcla: A una buena cantidad de mantequilla a temperatura ambiente añade sal, pimienta, aceite de oliva, ralladura y zumo de limón, un par de dientes de ajo machacados y perejil. Se mezcla todo con la mano y se introduce entre la piel y la pechuga del ave. Para ello, tanto desde la parte trasera como desde el cuello del animal habrá que ir despegando con los dedos la piel de la carne, e introducir masajeando la mantequilla en ese espacio abierto, procurando que la piel vuelva a quedar después bien sellada.
Al derretirse, dará jugosidad y un
extraordinario sabor a las pechugas.
Conseguir una piel crujiente
La colocación en el horno
Olvidado este accesorio, Berasategui utiliza una técnica muy interesante que permite acortar el tiempo de cocción y dejar un pollo bien jugoso. Precalienta el horno a 180 grados con una cazuela (cocotte, preparada para altas temperaturas) en el interior. Cuando alcanza la temperatura, saca la cocotte y deposita el pollo en su interior apoyado sobre un costado, es decir, sobre un ala y un muslo.
Inmediatamente, si la cazuela está bien caliente, se sellará la piel, lo que la dejará bien crujiente. En esa postura lo hornea 15 minutos. Lo saca, lo voltea para apoyarlo sobre el costado contrario y otros 15 minutos de horno. Después lo coloca con la pechuga hacia arriba y lo asa 10 minutos más, y luego 8 minutos más con la pechuga hacia abajo.
El orden de los giros es importante, porque si se coloca la pechuga hacia abajo en la última de las rotaciones se conseguirá que ésta quede más jugosa al desplazarse por propia gravedad la grasa y los jugos de la carne hacia esta parte, habitualmente más seca.
Otra técnica, utilizada por Oliver, es asarlo sobre la parrilla y colocar debajo una fuente con patatas y verduras que servirán como guarnición, con agua o vino blanco. Además de evaporar olores y sabores, la fuente irá recogiendo el jugo que caiga del pollo, de manera que irá dando forma a una salsa que después se puede trabajar par acompañarlo.
Las bridas hacen que el pollo quede con una forma muy estética, pero no permiten una correcta cocción
¿Es aconsejable bridarlo?
La temperatura y el tiempo
Pero dentro de las técnicas de alta cocina, Blumenthal utiliza un sistema de doble cocción que puede resultar interesante. Primero, lo asa a temperatura muy baja (90 grados) durante hora y media. “A alta temperatura”, sostiene, “la carne se contrae y expulsa todo el jugo. Asándolo a baja temperatura se mantendrá toda la humedad dentro del pollo”, haciendo que quede más jugoso, explica. Pasado ese tiempo, lo deja reposar 45 minutos y después le da otro horneado corto al máximo que permita el electrodoméstico (225 grados, por ejemplo) duranet apenas 10 minutos, para que coja color y quede la piel crujiente.
El jugo y la salsa
¿Y qué hacer luego con esa mezcla de agua, vino y los jugos que han emanado de la carne? Pues una sencilla salsa. Berasategui la liga simplemente con agua, sobre el fuego, con unas varillas. Pero también se puede espesar con algo de harina o potenciar con algún tipo de caldo.
Y trincharlo
http://www.elcorreo.com/bizkaia/planes/gastronomia/201504/10/pollo-queda-perfecto-20150409132320.html?ns_campaign=WC_MS&ns_source=BT&ns_linkname=Scroll&ns_fee=0&ns_mchannel=FB
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