Dicen que no hay forma de detectarla sin un análisis de sangre en las primeras horas, pero un experto recuerda que deja huella en el cabello incluso seis meses después
Cuando Miriam se despertó, aturdida, de inmediato sospechó que la habían violado. Sus recuerdos eran confusos, pero no su convicción.
Los análisis no le detectaron ningún rastro de droga de sumisión.
Pero Mohamed llegó a grabarse con su víctima, anulada, cuando mantenía relaciones sexuales.
El acusado fue absuelto de agresión sexual. Los jueces no encontraron pruebas de que hubiera forzado a la mujer, tras conocerla en una discoteca, a tener sexo durante toda la noche. El vídeo del móvil dejó bien claro que Miriam estaba inconsciente; sufrió hasta desgarros, pero los atribuyeron a la pasión amorosa.
La justicia no creyó a Miriam, de 31 años y profesora de inglés para ejecutivos en Barcelona. Y el supuesto violador, con una docena de antecedentes y que llegó incluso a negar haber estado con la mujer, hasta que no pudo negar la evidencia de las imágenes, quedó sin culpa.
Así es un caso judicial habitual en torno a la "leyenda" de la burundanga, un droga de sumisión que anula la voluntad de las víctimas, que las convierte poco menos que en zombies dispuestos a seguir la voz de su amo. Pero hay muchos médicos en España que rechazan que su incidencia sea real y lo consideran una ficción.
El falso chamán
Y no hay estadísticas sobre su incidencia judicial en España. "Es un mito analítico porque no lo detectamos en un porcentaje muy alto de casos, pero se está produciendo", asevera Mencías.
El caso más significativo ocurrido en España fue el del llamado falso chamán, un hombre con síndrome de acondroplasia (una variedad de enanismo) que fue denunciado por supuesta agresión sexual a cerca 40 de mujeres de Madrid, que cayeron rendidas en sus brazos. Este caso se ha alambicado en los tribunales, donde no prosperan los recursos de las víctimas. ¿Por qué? La juez no tiene pruebas del delito, aunque la versión de las mujeres es un indicio.
"Cazar" a la burundanga
Burundanga es una palabra afrocubana que hace referencia a un brebaje hecho con arbustos o plantas que contienen escopolamina y que pueden encontrarse en muchos parques de nuestras ciudades.
Aunque se ha extendido a España desde América Latina, donde su uso es habitual para cometer delitos en países como Colombia, Venezuela, Ecuador o Argentina, a esta droga se la conoce desde hace miles de años: se usó como veneno en la antigua Roma o como filtro amoroso en la Edad Media.
Se la conoce también con otros muchos nombres: beso del sueño, polvo zombi, aliento del diablo...
El alcaloide es una sustancia incolora, inodora e insípida. Puede administrarse tanto por vía oral como cutánea y tarda como máximo cinco minutos en hacer efecto. Parece que puede surtir efectos pasando las páginas de un periódico, con un abrazo, en unos besos, un pañuelo, un soplido o una bebida. También en perfumadores, en comidas e impregnada en billetes.
Drogas de sumisión
La burundanga es solo una de las llamadas drogas de sumisión (alcohol etílico, benzodiacepinas y drogas de abuso), que según han concluido la semana pasada en Madrid expertos sanitarios y forenses, están detrás del 20% o 30% de las agresiones sexuales que sufren en su mayoría las mujeres, sobre todo jóvenes de 15 a 19 años.
Y en torno al 80% de los casos no se denuncian. La mayoría, por vergüenza.
Pero la burundanga tiene su talón de Aquiles. "En el cabello se puede encontrar la huella de la sustancia, aunque sea seis meses después", explica el toxicólogo forense Emilio Mencías.
"Tan largo como sea el pelo, que crece 1 centímetro al mes, puede ser analizado, desde su origen en el cuero cabelludo hasta su extremo".
Pero estas pruebas solo se pueden realizar en centros especializados como el INTCF (Toxicología) y no en los hospitales.
Y los jueces no suelen pedirla.
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