El último mensaje navideño del rey
A aquel monarca no se le conocían excesivos destellos de inteligencia. De hecho, ni siquiera se le conocían. Su vida había sido un inventario de regios dislates al que se entregara con generoso afán y en todas las escalas, y que, al margen de las incontables vidas descorchadas y vertidas por su ambiciosa y coronada necedad, poco más le habían dejado que unas surtidas cuentas y algunos ebrios cuentos. Tampoco podía decirse de su alcurnia que fuera bendecida por la gracia. Nadie fue nunca capaz de detectar en su majestad algún perdido reflejo de humor o, acaso, una simple agudeza alguna vez.
Desde la cuna, tal vez antes, ciertas carencias con la dicción y la oratoria lo habían despojado del don de la palabra y, como su alteza tampoco andaba muy surtido de ideas, pronto acabó encontrando en los añejos grados del silencio, entre reales duermevelas y furtivos bostezos, su natural resaca y su mejor estado.
Cuentan sus biógrafos que, no obstante sus dificultades para sobrevivir ileso a un pensamiento, en algunas ocasiones hasta llegó a construir una oración completa cuando en aristotélica sentencia mandó a callar a un presidente ajeno que censuró su reino, a un campo de fútbol que abucheó su rango, y a un caducado yerno que se negaba a darse por discreto.
Dicen también, en su descargo, que eran tantas sus reales obligaciones en regatas baleares o en pistas de esquí alpinas que, con frecuencia, hasta debía alterar su propia agenda familiar trasladando la fecha de los nobles bautizos, postergando las puestas de largo, suspendiendo sus tradicionales cacerías de osos ebrios, sus públicos ánimos a las selecciones deportivas y las entregas de principescos premios.
A lo que nunca renunció su majestad fue al tradicional mensaje navideño que todas las nochebuenas lo sentaba en cada mesa de su reino para brindar junto a sus súbditos por un próspero año nuevo.
Y fue, precisamente, una inolvidable Nochebuena cuando el rey, como si de improviso se hubiera vuelto sobrio o cuerdo, como si la inteligencia no fuera un acertijo y el intelecto una deuda pendiente, se desentendió del guión que tenía escrito y, en un inusitado arrebato de lucidez, de proverbial sabiduría, anunció su irrevocable decisión de instaurar la república y abolir la monarquía.
Ante el estupor general el rey quiso ir más lejos y, por si se arrepentía horas después, hasta decidió guillotinarse.
Lamentablemente, al día siguiente, la que pudo haber sido la noticia del año no tuvo su debido titular. Y es que, por más que todos los medios de comunicación habían retransmitido como público servicio el breve y real mensaje navideño, nadie, ni siquiera los medios, había prestado atención a su discurso. Menos el populacho entretenido en hacer sonar sus cacerolas en repudio a la figura del monarca.
El rey, en cualquier caso, tampoco llegó a guillotinarse dado que, a pesar de sus esfuerzos, no pudo encontrarse la cabeza. Ignoraba el infeliz que un rey no tiene porqué tener cabeza, que le basta con tener corona.
Felipe rinde homenaje a los españoles que liberaron París en 1944
Los Reyes han inaugurado este miércoles el «Jardín de los
Combatientes de La Nueve», un espacio verde situado en el Ayuntamiento
de París en recuerdo a la Novena Compañía de la II División Blindada Francesa, integrada mayoritariamente por españoles, que liberó esta ciudad el 25 de agosto de 1944.
Durante el acto, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo,
descendiente de españoles exiliados, hizo un elogio cerrado del Rey y
le trasladó la admiración que suscita entre los parisinos. «Usted es el
rostro de la España joven y reconciliada que pasó la página de sus horas
oscuras». «Usted es el rostro de una España libre y unida. Es la razón
por la que vuestra presencia significa tanto para París. Se lo dice no la alcaldesa de París sino una republicana educada en los valores de la República».
Don Felipe y Doña Letizia tenían previsto haber inaugurado
este jardín el pasado marzo, cuando tuvieron que suspender la visita, y
la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, decidió aplazar la inauguración del
espacio verde hasta que los Reyes pudieran regresar. En aquella ocasión
estaba previsto que asistiera al acto Rafael Gómez,
uno de los dos únicos combatientes españoles que sobrevive. Sin
embargo, el veterano, de elevada edad, no ha podido asistir esta mañana.
Cuando se suspendió la visita, Gómez relataba a su entorno la sorpresa
que le produjo recibir una llamada del bisnieto de Alfonso XIII. «Soy el Rey», le dijo Don Felipe cuando le llamó por teléfono para excusarse por tener que suspender el acto tras la tragedia aérea de Germanwings.
Condena del terrorismo yihadista
Durante la inauguración de este miércoles, los Reyes han
descubierto una placa en el jardín y después han pasado al Gran Salón de
Fiestas del Ayuntamiento de París, donde ha intervenido ante unas 400
personas. El acto ha comenzado con los himnos de España y Francia, que fueron aplaudidos.
Don Felipe empezó su intervención con una condena a los
atentados terroristas perpetrados el 7 y el 9 de enero pasados en París.
«Quienes intentaron acallar el espíritu de libertad mediante el terror
fracasaron, al igual que fracasaron quienes en el pasado pretendieron
apagar las Luces de esta ciudad, y fracasarían de nuevos quienes
pretendiesen intentarlo», afirmó.
También dijo que «no hay mayor derrota para los terroristas que nuestra reafirmación en las convicciones y libertades democráticas que
tanto esfuerzo y sacrificio nos han requerido para llegar a ser lo que
somos». Además, el Rey manifestó que «la tolerancia en libertad y el
respeto mutuo no deben ser incompatibles con la firmeza frente a quienes
desprecian estos valores».
Tras la condena a los atentados, Don Felipe afirmó que «hoy
también estamos aquí para recordar un importante momento en la historia
de esta capital y de Francia en la lucha contra otro avatar del
totalitarismo». «Este jardín -agregó- será símbolo de la libertad y la
tolerancia, dos de las grandes señas de identidad de París que han
atraído a lo largo de décadas a algunos de mis compatriotas más
destacados en las diferentes ramas de la cultura y del pensamiento y que
han encontrado aquí el pensamiento propicio para desarrollar su
creatividad».
Don Felipe citó, ente los españoles acogidos por Francia, a los pintores Pablo Picasso y Salvador Dalí, los músicos Albéniz y Falla, los escritores Pío Baroja, Machado, Unamuno y Fernando Arrabal, el cineasta Luis Buñuel, el modista Balenciaga y la actriz María Casares.
«Todos ellos han contribuido a hacer grande a esta gran ciudad y esta
ciudad les ha aportado e influido con su propia grandeza».
ALMUDENA MARTÍNEZ-FORNÉS




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