Esta
proyección forma parte del programa paralelo dedicado a la temática de
memoria histórica, dentro del Festival EXTREMADOC 2015, certamen
cinematográfico dedicado en exclusiva al género documental, Selección de
documentales en la sub-sede de Badajoz, realizada por la ARMHEX, que
pretende divulgar y promocionar el género documental como vehículo de
transmisión de valores y análisis crítico de la realidad
El
documental habla de los miles de niños y niñas que fueron encerrados en
internados durante el franquismo y hasta los primeros años de la
democracia. Colegios religiosos, orfanatos, preventorios, casas cuna, o
centros de Auxilio Social se convirtieron en una especie de cárceles
para estos jóvenes.
Allí
sufrieron abusos físicos, psíquicos, sexuales, explotación laboral o
prácticas médicas dudosas. Hoy destapan este pasado oculto y silenciado.
A
diferencia de países como Irlanda, que han reconocido los malos tratos a
niños bajo su tutela, en España estos abusos no han sido nunca juzgados
ni reparados.
Ser
hijo de madre soltera, pobre, con padres en prisión por motivos
políticos o con algún familiar enfermo de tuberculosis era motivo
suficiente para que un niño o una niña fueran internados en un centro
religioso o del Estado.
La
duración de la estancia era variable, pero para muchas criaturas estos
centros se convirtieron en auténticas cárceles donde estuvieron
encerradas desde el nacimiento hasta la mayoría de edad.
Palizas,
violaciones, trabajo esclavo y vejaciones convirtieron en una pesadilla
en la infancia y la adolescencia de miles de criaturas, y no sólo
durante los primeros años del franquismo.
La Transición llegó tarde (una vez más) a muchos de estos internados y los abusos continuaron hasta bien entrada la democracia.
El
régimen franquista invirtió pocos recursos en asistencia, pero explotó
la beneficencia con finalidad propagandística dando la imagen de una
atención exquisita a estos niños. Pero la realidad era bien distinta.
Las
criaturas recibían caridad a cambio de adoctrinamiento y a menudo
sufrieron unos malos tratos que excedían lo que se pudiera considerar
normal para los castigos de la época. Los
malos tratos no eran, por suerte, una práctica generalizada, pero sí
demasiado frecuentes. Tampoco tenían lugar exclusivamente en centros
religiosos, ya que muchas víctimas sufrieron los abusos en centros
dependientes del Estado.
A
las tensiones morales y la hipocresía de la época, se añadía la
impunidad de abusar de unas criaturas que difícilmente podían denunciar
nada.
Las
secuelas de los abusos han perseguido toda la vida aquellos niños.
Ahora, ya adultos, han decidido abrir el cuarto oscuro de la memoria y
denunciar unos hechos que en otros países, como Irlanda, han merecido la
condena del Estado y de la Iglesia.
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