La carpintería como metáfora
política: Rajoy y Sánchez sentados a una mesita, empequeñecida más
todavía por el recuerdo de las mesas mostrencas de anteriores “cara a
cara” PP-PSOE. Si uno ve cómo eran las de 2008 y 2011, cuando los dos
partidos se repartían más del 80% de escaños, es inevitable pensar que
el tablero ha menguado a la misma velocidad que el bipartidismo. Tanto,
que la mesita de anoche parecía un pecio, un resto de aquellos buques
gloriosos, un madero al que dos náufragos se abrazaban para no ahogarse.
De los dos, Sánchez era el
que llegaba en peor situación. Mientras Rajoy tenía medio cuerpo fuera
del agua, el líder del PSOE se agarraba al madero con las uñas y había
empezado a tragar agua en las últimas encuestas. Así que salió en
tromba: en la primera intervención reprochó a Rajoy que no fuera a más
debates; y en la segunda ya estaba Bárcenas sobre la mesa. A partir de
ahí, una primera hora de manoteo verbal, soltando leches en plan
molinillo, ante un desbordado Rajoy y un Campo Vidal que se habría
metido bajo la mesa si cupiese.
Pocas cosas más violentas
que dos náufragos peleando por no ahogarse: Sánchez le metía una y otra
vez la cabeza bajo el agua a Rajoy. Las pocas veces que el presidente
cogía aire y hablaba, el otro le salpicaba, interrumpiéndolo. El tamaño
de la mesa, con los dos a tiro de salivajo, hacía más agresivo el ataque
del líder del PSOE, que golpeó sin cesar durante más de una hora.
Arrojaba hasta sus propias propuestas, anunciadas con la misma
ferocidad. Rajoy levantaba papeles como escudo, y Sánchez contraatacaba
lanzándole portadas de periódico o un BOE con el memorándum del rescate.
Tan pendiente estaba de colocar sus golpes ensayados (“el plasma”, “el
IVA de los chuches”), que se le escapaban sin réplica muchas de las
falsedades que soltó Rajoy entre tanta cifra que leía.
En una de ésas Sánchez dijo
algo sobre el derecho de las mujeres a ser madre que ni él mismo
entendió bien, y Rajoy se agarró a ese clavo ardiendo para coger un poco
de aire. Pero no había tregua: tras sacar el bazuca de la corrupción,
acabó por agarrarlo de los pelos y hundirlo no ya en el agua, en el
fango: “Usted tenía que haber dimitido hace dos años. El presidente del
Gobierno tiene que ser una persona decente”.
“ Hasta ahí hemos llegado”,
exclamó el presidente revolviéndose por primera vez. Defendió su honor y
llamó a Sánchez “ruin, mezquino y miserable”, pero demostró que la
corrupción es un flanco tan débil como para haberse pensado dos veces lo
de presentarse, no ya a un debate, ni siquiera a unas elecciones:
balbuceó, casi dijo que Bárcenas había devuelto lo robado, y clavó la
rodilla en el suelo al leer de un folio sus medidas contra la
corrupción, mientras Sánchez se ensañaba pero ya sin fuerzas: “señor
Rajoy, miente, miente y miente”.
El tramo final del debate
fue más suave, por puro agotamiento de los náufragos. Sánchez se dejó
flotar, satisfecho y sin fuerzas, mientras Rajoy recuperaba la
iniciativa sin más ahogadillas. Llegaron tan reventados que los dos desaprovecharon el
“minuto de oro” con obviedades sin mucha convicción. Quizás porque
sabían que el verdadero minuto dorado se lo llevarían Iglesias y Rivera,
invitados para comentar en La Sexta.
Sánchez hizo lo único que
podía, lo que esperaban los suyos: soltarle a la cara a Rajoy lo que
nadie más ha podido en esta campaña por incomparecencia. Seguramente le
sirva solo para contener la fuga de votantes de los últimos días, pero
eso ya es un éxito a estas alturas de su desastrosa campaña. En cuanto a
Rajoy, se mostró como un cadáver incapaz de empatizar con los
españoles: a una carta de una vecina afectada por recortes en
dependencia, el presidente contestaba dando cifras, más cifras. El problema es que este cadáver va a ganar las elecciones.
Isaac Rosa | El Diario | 15/12/2015
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