Se las llamaba despectivamente ‘sufragistas’ y la consigna que englobaba todo el movimiento era votes for women. Pero no eran iguales las sufragists que las suffragettes. Eran dos posiciones dentro del movimiento que reivindicaba el voto femenino, pero discrepaban en los métodos. Las sufragists, más moderadas, se agrupaban en el National Union of Women’s Suffrage Societiesde Millicent Garret Fawcet, y las suffragettes en el Women´s Social and Political Union (WSPU) creado por Emmeline Pankhurst en 1903.
La película de Sarah Gavron refleja este último periodo: la historia de las suffragettes
inglesas antes de la Primera Guerra Mundial. El movimiento se había
radicalizado ante la falta de respuesta política a sus demandas y atrajo
a sectores de la clase obrera. Como decía su líder, Emmeline Pankhurst,
eran necesarios “hechos, no palabras”. La furia de
las mujeres en la lucha por sus derechos se expresa tomando las calles
con desfiles, interrumpiendo mítines, enfrentándose a la policía,
distribuyendo propaganda. Pero fueron más allá. Recurrieron a la acción directa:
rotura de escaparates, voladura de buzones de correo, sabotajes en las
residencias de políticos, huelgas de hambre en las cárceles donde eran
alimentadas a la fuerza con sondas, y liberadas para que se recuperasen y
volverlas a detener. Incluso llegaron a la autoinmolación bajo las
patas del caballo de Jorge V, como el caso de Emily Davison, para llamar la atención de la opinión pública sobre la manifiesta injusticia que vivían.
Tras la Primera Guerra Mundial (1918)
conseguirán el derecho al voto para las mujeres mayores de 30 años.
Emmeline Pankhurst murió el 14 de junio de 1928. El 2 de julio de ese
mismo año se extendió el voto a todas las mujeres mayores de 21 años.
Por unos días no pudo ver la plena consecución del objetivo por el que
tanto había peleado y que su coraje y obstinación deja como legado. Fue
una importante victoria en la lucha por la igualdad de derechos y se
simbolizó en el voto, que suponía el reconocimiento jurídico y político,
y la posibilidad de cambiar las leyes.
La lucha venía de lejos y, sin embargo,
es poco conocida. Puedo constatar que apenas se aborda en los
institutos: unas líneas en los libros de texto de 4º de ESO y poco más
en 1º de bachillerato de sociales y humanidades, y con suerte una foto
de época. Sin embargo las mujeres estuvieron muchas veces en los
movimientos revolucionarios y sus conquistas lograron importantes
cambios en la sociedad.
En centros donde trabajamos la igualdad,
nos empeñamos en explicarla. Por ejemplo, cómo las pescaderas del
mercado de Les Halles en París con su marcha sobre Versalles de octubre
de 1789, cambiaron el curso de la revolución francesa, pero no la
notaron en sus vidas y derechos. Hablamos de Olimpia de Gouges y su ‘Declaración de Derechos de la Mujer y de la Ciudadana’ que fue rechazada y ella, finalmente, guillotinada. De Mary Wollstonecraft
y sus ‘Reivindicaciones de los derechos de la mujer’, donde defendía
que la mujer era un ser humano con raciocinio igual que el hombre y
quería cambiar el sistema educativo, su papel en el matrimonio y
defendía su autodeterminación.
Analizamos que la revolución industrial
originó grandes cambios en la estructura familiar y en las costumbres.
Mujeres y niños eran el nuevo proletariado con pésimas condiciones
laborales, interminables horarios, hacinamiento en los barrios obreros. Y
en la casa, las mujeres doblaban su jornada de trabajo. Las mujeres de
la burguesía estaban consideradas un objeto decorativo, símbolo del status
del marido. Las mujeres no tenían salida: las jóvenes proletarias
engrosaban las filas de la explotación y de la prostitución; las
burguesas no podían acceder a sus aspiraciones de formación y trabajo,
ya que la ley les vetaba el acceso. El movimiento feminista en el siglo
XIX surge por la unión de ambos colectivos y con dos focos principales:
Gran Bretaña y Estados Unidos.
Recorremos los diferentes países. En
Gran Bretaña, a mediados del XIX las mujeres consiguen el acceso a la
enseñanza secundaria y la ley del divorcio, pero sólo para el hombre en
casos de adulterio de la mujer; al contrario solo se permitía a la mujer
si había violación o bestialidad. Son apoyadas por algunos
intelectuales como John Stuart Mill, pero la Cámara de los Comunes rechaza la petición del voto.
En EE.UU. la organización de mujeres
surge por las favorables condiciones. Colaboran en la guerra de la
Independencia, son pioneras en el avance hacia las tierras del oeste,
son muy activas en campañas de regeneración moral y en el movimiento
antiesclavista. La Declaración de Sentimientos de Seneca Falls (1848)
critica la subordinación de la mujer y reivindica el voto. Se conquista
por primera vez este derecho en el estado de Wyoming en 1869. Tardará en
llegar la enmienda nº 19 (1918) que lo generaliza.
En Francia, el Código Civil napoleónico
trataba a la mujer como menor de edad. Tendrán que pasar varias
revoluciones para que cuaje un movimiento feminista con unas
características singulares: preocupación por los temas sociales y
anticlericalismo. Pero tendrá que llegar el final de la Segunda Guerra
Mundial para conquistarse el voto de la mujer (1944). Tanto en Francia
como en Alemania defenderán la unidad del socialismo y feminismo líderes
como Flora Tristán, Clara Zetkin o August Bebel.
En Rusia tuvo que llegar la revolución para conseguirlo. Y en España es
la Segunda República quien lo aprueba en 1931, gracias al empuje de Clara Campoamor y otras mujeres y hombres que lo defendieron como una cuestión clave de justicia, igualdad y modernización.
Lo grave es que muchas veces no sabemos
el origen de los derechos que disfrutamos. La película pone al alcance
del gran público el conocimiento de una lucha por la emancipación de la
mujer y ese es su gran valor, más allá de su calidad cinematográfica.
También nos recuerda que muchas veces la ley y la justicia no van de la
mano y que hace falta mucho coraje para enfrentarse a ello. Que nada nos
ha sido dado de forma graciable, que los derechos fundamentales se
conquistan y que el coste suele ser duro.
Las sociedades democráticas modernas
tienen mucho que agradecer a aquellas mujeres. Y muchas cosas que
aprender de ellas para no perdernos entre lo que esencial y lo
secundario. Después de la conquista del sufragio femenino vinieron
nuevas conquistas en el mundo desarrollado: el acceso a los estudios
superiores y al trabajo, la liberación sexual y el control de la
natalidad (anticonceptivos y el derecho al aborto), el divorcio, la
emancipación de las cargas del hogar, las escuelas infantiles, la
conciliación entre la vida laboral y familiar… Todos ellos son pasos
orientados hacia la igualdad y la autodeterminación de la mujer.
Pero la lucha no ha acabado y no hay que
bajar la guardia. Porque hay que universalizar los avances en un mundo
donde existen grandes áreas que siguen esclavizando, maltratando y
discriminando a las mujeres. Porque todavía queda mucho terreno por
conquistar en materia de libertad, igualdad y respeto. Y porque la
crisis económica y determinados modelos en relación con la crianza de
los hijos −no necesariamente patriarcales−, vuelven a meter a la mujer
en casa, lo que puede suponer un retroceso en su liberación, porque no
es fácil de conjugar la emancipación y la condición de madre.
Sacudirse todos los yugos y en todo el
mundo exige la continuidad de la lucha. Eliminar las inercias de una
sociedad, patriarcal, machista y discriminatoria no pueden ser fruto de
un día ni obra solamente de las mujeres. Merece la pena, y mucho,
invertir nuestro esfuerzo en los valores de igualdad de derechos entre
mujeres y hombres, y en la dignidad del ser humano.
Bendito el día en el
que todas las personas podamos proclamar sin ningún género de duda: “Yo
también soy feminista”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION