“Internet es la calle comercial más larga del mundo”. Bill Gates
Una de las esencias del capitalismo es
tomar el control absoluto de la información, ejerciendo una vigilancia
extrema sobre todos nosotros, al mismo tiempo que convierte esa
información en un nuevo modelo de negocio donde el usuario es la
mercancía. Por otra parte, el capitalismo necesita de la explotación, la
exclusión y la censura para mantenerse vivo, por ello, convierte
en ineficaz cualquier herramienta que se quiera utilizar para cambiar el
sistema creado por el Grupo Bilderberg.
En el mes de febrero, Facebook y Twitter,
dos de las mayores redes sociales del mundo, han anunciado cambios en
perjuicio de los internautas, nos lo venden como algo beneficioso para
nosotros pero detrás de ello hay un propósito: la ampliación de sus
beneficios.
En el caso de Facebook, la compañía de Mark Zuckerberg, ha
retocado el algoritmo que determina la visibilidad de las publicaciones.
Es decir, tú no eliges lo que aparecerá en el “feed” de tu muro, Facebook lo hace por ti. Hablando más claro, quien tenga una página de 1000 seguidores, cuando publique algo (enlace, vídeo, fotografía) llegará al muro de 100 personas y de esas 100, es probable que sólo 20 hagan “click” en el contenido, para comentar, darle un “me gusta” o “compartir”.
Bajo esta premisa, Facebook naturalmente ofrece a los administradores de páginas la posibilidad de pagar para que sus contenidos lleguen a más personas. Esto es, como si un artista de teatro tuviera que pagar a sus espectadores para que vean la representación de su obra. La solución pasa porque el usuario elija mejor las página a seguir, para separar el grano de la paja.
En el caso de Twitter, Mike Jahr, jefe del equipo de ingenieros de Twitter, ha confirmado que esta red social cambiará el orden de su “timeline” priorizando los contenidos más relevantes. En este sentido, quienes tengan cuentas con mayor número de seguidores/as, tendrán el privilegio de que sus tuits sean más visualizados en detrimento de quienes tengan menos seguidores/as.
Es decir, tú no eliges lo que aparecerá en el “feed” de tu muro, Facebook lo hace por ti. Hablando más claro, quien tenga una página de 1000 seguidores, cuando publique algo (enlace, vídeo, fotografía) llegará al muro de 100 personas y de esas 100, es probable que sólo 20 hagan “click” en el contenido, para comentar, darle un “me gusta” o “compartir”.
Bajo esta premisa, Facebook naturalmente ofrece a los administradores de páginas la posibilidad de pagar para que sus contenidos lleguen a más personas. Esto es, como si un artista de teatro tuviera que pagar a sus espectadores para que vean la representación de su obra. La solución pasa porque el usuario elija mejor las página a seguir, para separar el grano de la paja.
En el caso de Twitter, Mike Jahr, jefe del equipo de ingenieros de Twitter, ha confirmado que esta red social cambiará el orden de su “timeline” priorizando los contenidos más relevantes. En este sentido, quienes tengan cuentas con mayor número de seguidores/as, tendrán el privilegio de que sus tuits sean más visualizados en detrimento de quienes tengan menos seguidores/as.
La patética realidad, nos indica que
es precisamente EE.UU. quien controla el 75% del mercado de las
principales redes sociales, desde las cuales, el internauta recibe grandes dosis diarias de americanización mediática.
Quienes aspiren a invertir las reglas del juego para cambiar el
capitalismo, prácticamente están obligados a utilizar las mismas
herramientas que el capitalismo precisa para mantenerse. Evidentemente
hay que cambiar la estrategia.
El sociólogo Zygmunt Bauman,
calificaba de “activismo de sofá y de trampa” a las las redes sociales:
“La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado
a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea
una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es
un sustituto”, sostiene.
“La diferencia entre la comunidad y la
red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti.
Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que
te relacionas.
La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la
gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes
es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades
sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu
centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener
una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las
dificultades, involucrarte en un diálogo. El diálogo real no es hablar
con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a
dialogar porque es tan fácil evitar la controversia”, añade.
“Mucha gente usa las redes sociales no
para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para
encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que
oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su
propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros,
pero son una trampa”, sentencia.
Otro de los pensadores que mejor percibe y describe el escenario de las comunicaciones masivas es Noam Chomsky;
sus críticas a la política actual de los medios apuntan a la
tergiversación, la inversión, el cambio de sentido, la construcción y la
manipulación de la realidad que define al mundo actual: se bombardean e
incendian ciudades y a eso se le llama “pacificación”. A las masacres y
genocidios de pueblos enteros se los denomina eufemísticamente
“rectificación de fronteras”.
También dice el lingüista
norteamericano: “ya en los años 40 se tomó —en los círculos de la
industria, de las relaciones públicas— la decisión de introducir
expresiones como “libre empresa”, “mundo libre”, “libre mercado”, en
lugar de términos descriptivos convencionales como “capitalismo”. De ese
modo, se impone un sistema de comunicación masivo encubridor e
hipócrita, “un estilo muy medio”, y todo lo que no está dentro de esos
códigos y normas es considerado hermético, excéntrico, fuera de tiempo y
de lugar.
De este modo, una única conciencia, una única voz tiránica y patriarcal, LA VOZ de
este nuevo ídolo electrónico de “comunicación masiva” —que siempre es
la que emana de la experiencia combinada del enfoque del momento—
absorbe en sí misma como objetos las otras voces, las otras conciencias.
Un solo idioma, un solo soporte, una única estética, una sola
identidad: el famoso “pensamiento único” que convierte a las leyes del
mercado en legitimadoras políticas y sociales supremas, universales e
inapelables.
Luis Egea | ecorepublicano.es | 16/02/2016
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