Trabajo de los mineros que extraen coltan del la mina de Senator Edouard Mwangachuchu en North Kivu
El negocio del coltán beneficia grupos armados que controlan las
minas de algunas regiones de la República Democrática del Congo, país
que concentra cerca del 80% de las reservas del mineral utilizado para
la fabricación de dispositivos móviles
"El origen de la guerra en la República Democrática del Congo no es el coltán pero el capitalismo mundial se ha aprovechado de la situación", asegura la periodista congoleña Caddy Adzuba
"El origen de la guerra en la República Democrática del Congo no es el coltán pero el capitalismo mundial se ha aprovechado de la situación", asegura la periodista congoleña Caddy Adzuba
"Mobile is everything", predica la edición de
este año del Mobile World Congress en que predominará la cara más amable
de la tecnología. "Es una gran paradoja y hasta es hipócrita que
vivamos en una sociedad hiperconectada donde abunda la información y a
la vez vivamos desconectados de cuál es el origen de este bienestar",
explica a Catalunya Plural la periodista Gemma Parellada, que desde 2006
sigue informativamente la realidad de la República Democrática del
Congo (RDC) y que recientemente ha hecho el reportaje Viaje a la zona cero del mundo digital.
"En muchos aspectos de nuestra vida diaria hay una parte de África,
como es el caso del coltán en nuestros teléfonos", asegura. Según datos de la organización Friends of the Congo (Amigos
del Congo), el país africano concentra cerca del 80% del coltán
mundial, un mineral de color negro pizarra compuesto de columbita y
tantalita que resiste altas temperaturas y que se utiliza para las
baterías de dispositivos móviles, GPS u ordenadores, entre otros
aparatos.
"¿Y cuál es el retorno que ellos tienen de nosotros?
África sigue siendo el lugar donde todo vale", lamenta Parellada. En
España la combinación de teléfonos fijos y móviles excede los 150
teléfonos por cada 100 personas. En la República Democrática del Congo,
por el mismo número de personas sólo hay 48. Son datos del CIA World
Factbook que ilustran la paradoja de un país que a pesar de que tiene
una de las reservas de coltán más ricas del mundo queda muy al margen
del nivel de desarrollo de los países occidentales.
La guerra por el control de los recursos y sus víctimas
"El Congo es el corazón de África, la realidad, sin embargo, es que la
gente vive un infierno. Todo el mundo quiere su trozo de Congo porque es
un país rico en minerales", asegura el activista Dedy Mbepongo Bilamba
en el documental Crisis en el Congo: destapando la verdad.
Parellada explica que el del Congo es el conflicto más mortífero desde
la Segunda Guerra Mundial. "Estamos hablando de los grandes gigantes
mundiales, tecnología, equipamientos médicos, etc. Los drones o las
armas de control remoto también necesitan coltán...Estamos hablando de
flujos muy grandes. En el Congo está todo el mundo, hay muchos países
que tienen la mano metida", dice la periodista.
¿Qué papel juega el coltán en este conflicto? Se lo
preguntamos a otra periodista, la congoleña Caddy Adzuba, reconocida por
la denuncia que hace desde hace años sobre la relación del comercio
ilegal del coltán con el conflicto de su país. "El coltán no es la causa
principal de la guerra, la guerra que ha comenzado no ha comenzado por
el coltán pero los minerales se han convertido en una oportunidad para
alimentar esta guerra", asegura a este diario.
Adzuba
explica que el ciclo de guerra en el Congo comenzó por la necesidad de
un cambio político después de un régimen dictatorial a través de una
guerra de liberación. "Entre los países vecinos que aceptaron ayudar al
Congo a hacer la guerra en el 96 están Ruanda o Burundi.
Desgraciadamente la comunidad internacional lo vio como una oportunidad
para estabilizar el país y algunos países de la UE o Estados Unidos se
implicaron, no para ayudar a los congoleños a hacer la liberación, sino
para controlar los recursos", relata en un francés pausado. "Por lo
tanto, el origen de la guerra no es el coltán pero el capitalismo
mundial se ha aprovechado de la situación. Hemos visto gente armada que
se ha instalado en las minas y un ciclo de violencia", resume.
El negocio del coltán, en lugar de ser una fuente de riqueza para el
país, es un negocio que a menudo termina beneficiando a los grupos
armados que controlan las minas. La explotación de los minerales de
manera ilegal tiene como consecuencia, según Adzuba, que haya una
categoría de personas más vulnerables: las mujeres y los niños. En el
caso de las mujeres, la consecuencia es la violencia sexual. "Idean la
violación de todas las mujeres de un poblado y de esta manera la
comunidad queda anulada, ya que la mujer tiene un rol social de
cohesión", comenta.
En una población donde cerca de
la mitad son menores de edad y donde la extracción del mineral es a
menudo complicada para un cuerpo adulto, muchos menores son víctimas de
trabajo forzado y explotación infantil. "Son utilizados en las minas,
obligados a dejar la escuela y esclavizados, y entre las niñas, además,
existe la prostitución forzada", explica Adzuba.
¿Qué se ha hecho hasta ahora en materia legislativa?
En 2010 la OCDE adoptó las "Directrices sobre la diligencia debida para
la gestión responsable de las cadenas de suministro de minerales", que
obligan a cada empresa se responsabilice de la adecuación a la
legislación del material que ha recibido de su predecesora en la cadena.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución
1952, que pedía a los países que instaran a los comerciantes que
importaban bienes de la RDC que rindieran cuentas de una diligencia
debida en su cadena de suministros. Ante esta resolución, que
sencillamente "instaba" pero no obligaba, Estados Unidos introdujo
disposiciones obligatorias para empresas registradas en Estados Unidos
que les exigen que determinen si los productos que contienen
determinados materiales contribuyen al conflicto o a que se cometan
abusos contra los derechos humanos en la RDC y países vecinos, y que
informen de sus conclusiones.
Según un informe de Amnistía Internacional,
que analizaba 100 de los informes presentados por 1.321 empresas como
Apple, Boeing y Tiffany & Co., casi el 80% de las empresas no
controlan ni revelan adecuadamente si sus productos contienen minerales
procedentes de zonas en conflicto del África Central.
La respuesta europea no llegó hasta 2014, cuando la Comisión Europea
hace una propuesta en una línea similar pero con un enfoque diferente:
propone la participación voluntaria de las empresas, se amplía el
alcance más allá de la región los Grandes Lagos para hablar de "zonas de
conflicto" en general y se centra únicamente en refinerías y
fundiciones. En mayo de 2015, el Parlamento Europeo se posicionó
respecto a la propuesta de la Comisión y enmendó la propuesta.
Consideraba que era insuficiente y elevó a obligatorios diferentes
requisitos de transparencia, así como ampliarlo a toda la cadena de
producción.
Las enmiendas aprobadas establecen
que las compañías que están al final de la cadena de suministro, es
decir, las 880.000 empresas de la UE que utilizan estaño, tantalio –uno
de los materiales extraídos del coltán–, wolframio y oro en la
producción de bienes de consumo, según datos del Parlamento,
deben informar de las medidas que toman para identificar y abordar los
riesgos detectados en sus cadenas. Sin embargo las modificaciones deben
ser aprobadas por el Consejo -es una de las prioridades de la
presidencia Holandesa para que se apruebe antes de junio de 2016- y el
texto definitivo se está negociando actualmente.
Según Caddy Adzuba, lo que hay que reivindicar a nivel europeo es "que
las compañías dejen de comprar minerales que provienen de minas
controladas por los rebeldes". El problema, reconoce, es que comprar en
las zonas donde hay una trazabilidad y está legalizado es más caro para
las empresas, que deben pagar impuestos a través de un contrato social,
para reconstruir el medio ambiente e impulsar políticas de salud y
sociales. "Sólo en mi provincia hay un centenar de minas y de éstas sólo
un diez por ciento son legales", dice.
"Con la ley aprobada no podemos quedarnos de brazos
cruzados, la ley es una base, una herramienta de trabajo pero hay que
controlar su aplicación. La solución exige trabajar en todos los
sentidos: con la ley, la sensibilización de los gobiernos y también de
la gente que es quien al final consume", reflexiona Caddy Adzuba.
¿Es posible un teléfono móvil más justo?
"Actualmente es imposible distinguir los minerales de sangre de los que
no", dice Gemma Parellada. A pesar de la dificultad, sí hay algunas
iniciativas para lograr un comercio más justo. Una de estas es Fairphone,
que comenzó como una campaña de sensibilización en 2010 y se constituyó
como empresa en Holanda en 2013. Fairphone trabaja con materias primas
que apoyan economías locales y no milicias armadas a través de minerales
que provienen de zonas libres de conflicto en el Congo.
Desde Fairphone, Daria Koreniushkina explica a Catalunya Plural que
esta iniciativa "es ya un inicio porque es un símbolo que dirige
un movimiento hacia una tecnología más justa". De momento más de 90.000
personas han adquirido un móvil Fairphone. "Es una herramienta que nos
ayuda a ver que hay una demanda de productos éticos", explica. "Más allá
del origen de los minerales, el primer eslabón de la cadena, Fairphone
también busca resolver problemas medioambientales y sociales a lo largo
de la cadena de producción: desde la minería y el diseño a la
manufactura y el ciclo de vida", añaden desde la empresa.
Caddy Adzuba piensa que la concienciación de los
consumidores es uno de los puntos en los que hay que trabajar. "Hay que
sensibilizar a la población de comprar este tipo de teléfonos y hay que
sancionar a las empresas que continúan comprando los minerales que no
respetan la línea de trazabilidad", asegura. La diferencia pero entre
teléfonos y otros también pasa por el precio de venta, condicionado en
parte por el coste de fabricación. "Si un kilo de coltán por la vía
legal cuesta 1.000 euros, por la vía ilegal costará 200 euros. Es esta
la complejidad", dice Adzuba.
"Nadie quiere que su
móvil esté manchado de sangre. Ordenar todo el mercado informal que ha
ido creciendo, y mucho, no es fácil. Hay miles de personas involucradas
en el Congo, en los países vecinos y todos los intermediarios que hay en
esta cadena", añade Gemma Parellada.
La misma
empresa Fairphone admite que aún les queda mucho por hacer para poder
hablar de un teléfono "justo 100%". "Las cadenas detrás de los productos
electrónicos son globales, complejas e incluyen cientos de actores. Un
teléfono inteligente contiene más de 30 minerales. Como primer paso nos
hemos centrado en los minerales de conflicto y de momento hemos
conseguido integrar minerales como tin y tantalio de zonas libres de
conflicto en nuestra cadena de producción", comenta Koreniushkina. "El
siguiente paso es hacer lo mismo con más minerales pero todavía no
sabemos de donde provienen algunos", admite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION