Tras las segunda votación, veremos el grado de descomposición de los
partidos de orden que nos pueda llevar a escenarios imprevisibles. Para
bien o para mal.
Semana antes del 20-D. Por ley está
prohibida la publicación de encuestas y eso nunca ha sido tan relevante
como en un proceso tan volátil. Las últimas publicadas empiezan a
dibujar una tímida remontada de Podemos que sólo alcanza a disputar la
tercera posición con Ciudadanos a sensible distancia del PSOE. Sin
embargo, en todos los partidos se tienen estudios más contundentes:
Podemos está subiendo mucho hasta igualar y adelantar al PSOE. El Periódico de Andorra publica encuestas hasta la misma jornada de reflexión y
efectivamente aparece Podemos superando a cierta velocidad al PSOE
justo antes de las elecciones. Un micrófono pilla la penúltima
insensatez de Rajoy, explicando a Merkel y Cameron que efectivamente Podemos puede quedar segundo (para estupefacción de la canciller) e incluso algún chat
interno del PP difunde que Podemos va segundo. Sin embargo, sólo la
gente muy informada es consciente de que existe la posibilidad de que
Podemos adelante al PSOE, lo cual es un freno para ese adelantamiento,
pues algún votante quedara pensando en el ‘voto útil’ en función de la
foto fija que conozcan.
18 de diciembre. Albert Rivera
hace un movimiento en el último día de la campaña que nadie entiende
más que como un suicidio (y que, además, hoy vemos que era una de sus
mentiras): anuncia que Ciudadanos facilitará con su abstención la
investidura del partido más votado entre PP y PSOE, que hará lo posible
para que gobierne el partido más votado porque lo contrario sería un
‘pacto de perdedores’. Dadas las encuestas es obvio que ‘el partido más
votado’ va a ser el PP, por minoritario que sea. Así pues, quien tuviera
pensado votar a Ciudadanos pero prefiera que gobierne el PSOE al PP de
Rajoy tiene un par de días para reconsiderar su voto y darlo
directamente al PSOE.
Lo que parecía un suicidio
incomprensible posiblemente haya sido el último gran movimiento racional
de los partidos del poder de estos meses. No se ha publicado ningún
estudio sobre el impacto que tuvo en las elecciones este último
movimiento de Rivera, pero lo cierto es que el PSOE superó por los pelos
a Podemos y que Ciudadanos obtuvo un resultado mucho más pobre del
esperado, tanto que sus diputados son insuficientes para que Rajoy
gobierne. Piense el lector cuán diferentes habrían sido los movimientos
postelectorales y sobre todo el mapa político del país si el puñado de
votos que puso al PSOE por delante de Podemos hubiera colocado a Podemos
como segundo partido más votado por detrás del PP.
Desde entonces, Albert Rivera ha girado
aquel compromiso: en todas sus declaraciones deja claro que su prioridad
ya no es que gobierne el más votado (ha llegado a un acuerdo con el
PSOE) sino cualquier acuerdo que excluya a Podemos y a los partidos
nacionalistas: no deja de ser cómico que reitere su equivalencia con Suárez y la Transición quien se opone por encima de todo a entenderse con quienes no son sus inmediatos vecinos ideológicos.
Quizás la mejor forma de entender lo que
está pasando no sean las declaraciones contradictorias sobre qué pone
en el acuerdo PSOE-Ciudadanos, sino los movimientos de los grandes
banqueros y constructores. Recordaremos al presidente del Banco Sabadell
reclamando un ‘Podemos de derechas’ cuando Ciudadanos todavía era sólo
la versión catalana de UPyD; hemos recordado estos días que la propuesta
laboral alcanzada por el PSOE y Ciudadanos es idéntica a una propuesta lanzada por el BBVA hace un año y medio; y Villar Mir
(el hombre que financiaba por demasiadas vías al PP) ha pedido que se
pongan de acuerdo PP, PSOE y Ciudadanos en cualquier fórmula de gobierno
siempre que excluya a Podemos.
Si la política fuera puramente racional,
la semana del 20 al 27 de diciembre ya se habría alcanzado un acuerdo
entre PP, PSOE y Ciudadanos. El PSOE lleva demasiado tiempo obedeciendo a
los poderosos que no se presentan a elecciones, y PP y Ciudadanos
nacieron para ello. Pero en política influyen muchos factores. Es
evidente que facilitaría un gobierno de gran coalición que Rajoy se
fuera. Como el PP es un partido en que impera la Ley del Silencio, no
podemos saber qué lo impide, pero seguramente haya una mezcla de orgullo
personal, de su asombrosa capacidad para permanecer inmóvil durante un
terremoto y de miedo a destapar una caja de Pandora, la de una rápida
sucesión que no fuera pacífica en absoluto y abriera la guerra civil
interna en el PP.
En el PSOE es evidente cómo la presión para tumbar a Pedro Sánchez le obligó a huir hacia adelante aunque haya sido para alcanzar un acuerdo similar al que le exigían Susana Díaz y las comilonas del Corcuerato
con el añadido de ser un acuerdo estéril al que le faltan cuarenta y
cinco escaños para ser un acuerdo de gobierno. PP y PSOE están cruzados
de tantas contradicciones que no funcionan con la lógica que estos años
les ha sido intrínseca.
Las cosas funcionan más o menos
racionalmente en periodos de normalidad, pero no es lo que estamos
viviendo. Desde al menos el 15M es evidente que estamos en una crisis de
régimen y ello se manifiesta en el colapso de sus principales piezas:
el bipartidismo no funciona y ello no es sólo porque sume muy pocos
votos sino, sobre todo, porque ambos partidos están cada uno en un
colapso que les impide funcionar como siempre hicieron.
Si seguimos pensando que los partidos
tienen capacidad de actuar racionalmente, lo previsible sería que el PP
tumbe la investidura de Pedro Sánchez esta semana con el objetivo de
tenerlo más débil para negociar incluso su propia investidura, pero en
una situación de fragilidad tal que sería su juguete indisimulable. Pero
tal es un supuesto demasiado aventurado: no descartemos que en una
nueva huida de la guerra interna, dirigentes del PSOE hagan lo
imprevisto y busquen, tras el fracaso de la investidura, un gobierno con
Podemos, IU y Compromís, aunque sus políticas supusieran un
cambio de verdad, aunque ello acarreara la desaparición del PSOE que
conocemos, el de mayo de 2010 y el artículo 135.
Veremos mucho teatro esta semana. En el
teatro los actores pueden recitar el guion sin demasiadas
interferencias. Pero tras las segunda votación, veremos el grado de
descomposición de los partidos de orden que nos pueda llevar a
escenarios imprevisibles. Para bien o para mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION