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sábado, 27 de febrero de 2016

Las hostias chinas amenazan un negocio monopolizado por las monjas


“No podemos competir, simplemente no podemos competir. Nosotras las hacemos artesanalmente, todas las mañanas, hacemos los batidos de harinas y las horneamos; es imposible que las vendamos más baratas que una fábrica gigante”. Son palabras de Gema Juan, madre priora de la congregación de las Carmelitas Descalzas de Puzol, en Valencia, donde ven peligrar el modelo de negocio del convento: las hostias sagradas.


En los últimos años, siempre ligado al descenso en el consumo de los dulces y textiles artesanales, muchos conventos por toda España han reorientado la producción de sus hornos hacia las obleas sacramentales, los fragmentos de pan ácimo prensado que representan el cuerpo de Cristo en el ritual católico, para surtir a las parroquias. Sin embargo, la llegada de nuevos actores globales está reventando el mercado: “Hemos perdido el 66% de la producción diaria porque las tiendas de productos religiosos y los sacerdotes compran a fabricantes chinos, italianos o polacos, que las venden hasta un 40% más baratas”, dice.


El convento de Puzol, que en su mejor época producía entre 25.000 y 30.000 obleas diarias, continúa siendo el principal fabricante del producto en la región. Hoy, a duras penas superan las 10.000 unidades por jornada, y para abaratar el producto necesitarían, precisamente, mucho más volumen, algo inalcanzable para las trece religiosas que allí conviven. “Hemos hecho un llamamiento a la comunidad religiosa porque, si esto sigue así, las previsiones dicen que no nos podremos mantener”, explica la madre priora, que desde 2014 ha contemplado, impotente, cómo se despeñaba la demanda.

 
Desde el cercano convento de Altea confirman la tendencia bajista: “Muchos sacerdotes de la región vienen a hacer retiros y se llevan bolsas de hostias de Puzol, pero cada vez menos. Damos por hecho que las están comprando en otros sitios”, explican. Algo semejante sucede en Málaga, donde las hermanas carmelitas han detectado a unos empresarios que compran producto en internet y lo distribuyen por las parroquias de pueblos y ciudades pequeñas. “No sabemos si se las compran a los chinos, pero desde luego no a nosotras”, afirman.


El dueño de una tienda sacra de Madrid, establecimientos de los que se nutren muchas parroquias, señala que “son mucho más baratas y serán peores, no lo niego, pero no es un producto por el que se reciban muchas quejas. Por hablar en plata, la calidad no importa demasiado, es un producto simplísimo. Nadie pregunta si son industriales o artesanales”.


Existen dos tipos de oblea, las de 12 y las de 14 centímetros. Las primeras son para los feligreses y las más grandes para el sacerdote, que tiene que mostrárselas a la congregación. “Las iglesias grandes y las catedrales ahora solo compran las grandes; si las compro por internet, puedo reaccionar a las fluctuaciones de la demanda, pero si voy a un convento me tengo que atener a las que hayan cocinado ya, es mucho más complicado”, dice el responsable de una tienda en el centro de Barcelona.


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