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domingo, 24 de abril de 2016

Artículo de opinión de Iker Casanova: "Sin industria no hay futuro"





La frase que da título a este artículo ha resonado muchas veces en las calles vascas, especialmente en las de aquellas zonas más castigadas por procesos de desindustrialización, como Ezkerraldea, Aiala, Oarsoaldea o Sakana. Ayer mismo, miles de trabajadores y trabajadoras se manifestaron en Bilbo demandando una política industrial real, activa, que lidere unas veces y coadyuve otras, en la defensa de la industria y en el impulso del imprescindible proceso de reindustrialización de Euskal Herria.



 La lucha en defensa de la industria existente y en demanda de un sector industrial más fuerte no es sólo una actitud defensiva que busca mantener puestos de trabajo sino que es reflejo de una vocación industrial como país.



Lejos de ser una cuestión nostálgica o inercial, la demanda de una economía de base industrial es una decisión racional y consciente, en la búsqueda de un tejido productivo fuerte y sano que pueda generar y repartir riqueza. La actividad industrial produce valor añadido y eso genera un efecto tractor sobre el conjunto de la economía, incrementa el PIB y la productividad, genera servicios más avanzados y tiene mejores salarios.


La comparación internacional muestra que existe una fuerte correlación entre la presencia de industria y la mejora de los principales indicadores socioeconómicos. Esta correlación entre industria y mejora de la situación económica queda también ratificada a nivel local con estudios como el realizado por el CES en 2014 entre las diferentes comarcas de la CAV.


A pesar de esta importancia estratégica, y más allá de la machacona propaganda triunfalista en los medios de comunicación oficialistas, los problemas que afronta la industria vasca son de gran magnitud. No nos referimos sólo a situaciones como las que estamos viviendo en Sestao y Zumarraga con las plantas de Arcelor-Mittal, (toda nuestra solidaridad: ACB Aurrera!-AM Zumarraga ez itxi!) o en otras zonas, con problemas como los de Tubos Reunidos. Estas crisis son sólo la punta del iceberg de la situación de una industria vasca que adolece de serios problemas estructurales. Entre 2007 y 2013 la industria vasca ha perdido 75.000 empleos.


Lo que en otros lugares ha sido básicamente una crisis financiera o de la construcción, en Euskal Herria ha sido una crisis industrial. En los dos últimos años la tendencia descendente se ha frenado. Pero esta mejora es coyuntural y se debe a factores exógenos como los planes de estímulo, la depreciación del euro o el descenso del precio del petróleo, que han favorecido las exportaciones.


Todos los problemas estructurales siguen ahí, agazapados, esperando a que un nuevo enfriamiento global (o sectorial como está pasando con el acero o el oil&gas) provoque otra oleada de cierres en las empresas industriales. Sin ser exhaustivos, podemos señalar algunos de estos problemas: el peso excesivo de sectores maduros; la falta de diversificación y el exceso de dependencia de determinados sectores y mercados; la falta de oferta de producto final; los desequilibrios territoriales; el descenso de salarios y las malas relaciones laborales impuestas por la patronal; los problemas de financiación; la deslocalización de la propiedad y los centros de decisión; el consumo intensivo e ineficiente de energía; la ausencia de participación pública en empresas industriales o el atraso tecnológico.


Esta problemática latente dentro del sector industrial vasco obliga a definir un modelo alternativo, que supere esas carencias y proporcione una base más sólida para la industria y por ende, para el conjunto de la economía. La izquierda soberanista define ese nuevo modelo industrial en torno a las siguientes características: socialmente comprometido; fiscalmente responsable; medioambientalmente sostenible; territorialmente equilibrado; productivamente diversificado y tecnológicamente avanzado. Un modelo de tales características no se va a diseñar sólo, requiere de una acción política de dirija la transición desde el obsoleto modelo actual a este modelo con futuro.


La falta de soberanía nos priva de instrumentos muy importantes de cara a la política económica e industrial, pero ni siquiera los recursos disponibles se están usando de forma adecuada.


 En la CAV falta una acción pública decidida en defensa de la industria. En esta comunidad, la política industrial del gobierno parte del laissez-faire del neo-liberalismo (dejar hacer a las fuerzas del mercado) y se sustancia en una Consejería de Desarrollo Económico convertida en una delegación de Confebask, cuyas dos actividades principales son la propaganda y hacer de relaciones públicas de la patronal.



El impulso a un nuevo modelo industrial, más fuerte y más justo, deberá venir de otro lado. EH Bildu, consciente de esa necesidad, está trabajando junto a los agentes sociales, en el diseño de ese modelo sobre los ejes citados anteriormente. El primer fruto de esa reflexión es el Plan de Emergencia Industrial presentado hace un mes. Este plan contempla dos grandes medidas. En primer lugar la creación de un Fondo de apoyo a la industria dotado con 800 millones de euros provenientes de la aportación público-privada.


 Este fondo se dedicaría a tres cuestiones prioritarias: el apoyo a las empresas para la elaboración de planes de transición energética para aumentar la eficiencia en ese ámbito; la ayuda (en condiciones bien determinadas) a las empresas que se declaren en situación de emergencia industrial para mantener la actividad y el empleo, en forma de préstamos retornables a muy bajo interés o de la entrada del Fondo en el capital de la empresa; y finalmente, la financiación de planes de modernización de las empresas para ajustarse a los parámetros de un nuevo modelo industrial.


La segunda gran medida de este plan de emergencia es la elaboración de un Pacto Social por la I+D. Esta propuesta ha recibido un espaldarazo esta misma semana después de que el Parlamento de Gasteiz aprobara por iniciativa de EH Bildu solicitar al Gobierno que presente una hoja de ruta acordada con los agentes sociales para lograr invertir un 3% del PIB en actividades de I+D para el año 2020. Esta hoja de ruta, una vez ratificada por el Parlamento, se convertiría en el Pacto Social por la I+D. Un pacto y un objetivo imprescindibles dada la mala situación en ese ámbito.


 Si indicadores como el PIB o la tasa de paro nos dicen dónde está una economía en un momento dado, la ratio de inversión en I+D sobre el PIB nos dice dónde va a estar esa economía dentro de cinco o diez años. El grado de desarrollo tecnológico de un país industrial es una cuestión crucial para su futuro económico. Una serie de datos sobre la I+D vasca nos hace poner los pies en la tierra y hace añicos la imagen que los medios oficialistas proyectan sobre una sociedad líder en ciencia e innovación.


El 70% de la industria de la CAV se ubica en sectores de medio o bajo nivel tecnológico. La CAV invirtió en 2015 el 1,90% de su PIB en I+D, porcentaje que lleva tres años consecutivos descendiendo. La media europea en 2014 era del 2,03%. Suecia, Finlandia y Dinamarca lideran el ranking europeo, con más del 3%. En inversión en I+D (2014) la CAV (1,93%) está más cerca de España (1,20%) que de Alemania (2,83%). China también invierte en I+D más que la CAV: un 1,98%. 38 euroregiones superan el 3% de inversión en investigación mientras la CAV se halla perdida casi en el puesto 100 del ranking. Las regiones más avanzadas superan el 4%. Esta es la realidad de la I+D vasca: invertimos poco y estamos bajando.


Lejos de la autocomplacencia irresponsable de la que hace gala el Gobierno de Gasteiz, la industria vasca necesita un serio impulso, un cambio de modelo, un liderazgo público, una inversión económica. Nos estamos jugando mucho. Y hoy aquí, como ayer en Bilbo, creemos que ha llegado la hora de exigir una política industrial real. Aunque los actuales gestores del Gobierno de Lakua no parecen capacitados para ello.


 http://ehbildu.eus/es/noticias/9497-articulo-de-opinion-de-iker-casanova-sin-industria-no-hay-futuro





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