"Los comerciantes no tienen patria", escribió Thomas Jefferson en 1814.
Esas palabras tienen
mucho que ver con lo que vivimos hoy por la globalización de los
capitales que hizo indiferentes a las burguesías nacionales ante el
destino de sus propias patrias que ahora dejarían de serlo.
El actual
retroceso del proceso político progresista va de la mano del control de
esos capitales ya situados en el exterior y que pasarían a servir solo a
los intereses globales en busca de más ganancias como sea, sin importar
ni dónde ni cómo.
Es muy
sencillo: o se suman al plan de dominio global o estarían condenados a
desaparecer victimas del juego sucio del mercado anglo-judío.
¿Una prueba
de ese poder? Solo habría que revisar la historia de Cuba en el último
medio siglo y el terror de todos a violar las reglas del juego que
establecía un sistema criminal.
O mirar lo que, con toda sangre fría, sucede en Venezuela.
Con la
globalización, incluso aumentó la afición a las sanciones contra Corea
del Norte, Rusia, Venezuela, Irán y Siria entre otros países, condenados
por los Grandes Inquisidores del Capital o la banca anglo-judía, donde
lo curioso es que nadie tiene el valor de no cumplirlas. Es tanto el
terror por las terribles consecuencias que, impunemente, se destruyen
países unos tras otros y el mundo permanece en un completo silencio.
Es el silencio cobarde de las también futuras víctimas.
Por eso
estamos como estamos, viviendo en un mundo de terror donde solo los
criminales pueden vivir tranquilos... mientras puedan mantener la
confianza entre cómplices.
Antonio González
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