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30 de Noviembre de 2016
Mariano Rajoy tiene la sartén por el
mango. A día de hoy puede bloquear cualquier propuesta de ley presentada
por la oposición. En principio, por más que se diga, no va a existir
por parte del Mariano’s team el tan cacareado diálogo al que
presuntamente iba a obligarles el gobernar en minoría. Primero porque
suponer semejante cosa es imaginar cualidades que no existen en los de
Génova, o por otro lado puede significar no conocer el marco jurídico
que regula el funcionamiento de las Cámaras, ni el papel asignado a los
poderes legislativo y ejecutivo en el Estado español.
Y esto no va a
cambiar, por muy injusto que sea o parezca. Y por lógico que sea
pelearlo, que nadie se haga ilusiones, porque de nada van a servir los
trucos si los de la bancada azul tienen la ley de su parte (y la
tienen).
Tampoco va a servir de nada que unas
futuribles (ya veremos cuándo) primarias en el PSOE acaben con el poder
de la actual gestora, porque en el mejor de los casos, una nueva
dirección que quisiera aparentar izquierdismo y se viera por tanto
obligada a no apoyar siquiera los (seguro antisociales) Presupuestos
presentados por el Gobierno, forzarían en última instancia (dependiendo
del papel del comodín nacionalista) a la convocatoria de elecciones.
Unas elecciones en las que ahora mismo las encuestas dicen que el PP
aumentaría su poder.
Esto es lo que ha decidido una parte del
electorado. Debe ser que las estadísticas mienten y en realidad en
España, sin contar a los votantes de sucedáneos, hay unos ocho millones
de multimillonarios (uno de cada cuatro potenciales votantes) prestos y
dispuestos (además de encantados) a beneficiarse de las políticas de la
derecha neoliberal. Bueno, en realidad, si las estadísticas no mienten,
también puede ocurrir que entre esos ocho haya unos 7,9 millones de
masoquistas gozando con cada castigo. Ya se sabe que para gustos los
colores. Y es cierto que quedan más posibilidades, pero también son más
tristes y es mejor no pensarlo.
Habrá que seguir pidiendo peras al
alcornoque (¿o era el olmo?), tal y como ha hecho hoy Pablo Iglesias
apelando veladamente a una imposible altura de miras. Pero la respuesta
siempre va a ser la misma: «No, no, y desde luego que no».
Será cuestión de tomárselo con filosofía.
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