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La celeridad con que la Audiencia Nacional ha dictado sentencia contra la tuitera Cassandra
explica muchas cosas, entre ellas que la palabra “retraso”, en relación
con la justicia española, tiene múltiples significados. Sí, la prisa
que se han dado en juzgar este caso demuestra que aquí nos tomamos el
humor muy en serio.
Los españoles podemos pasar por alto un gobierno
dividido entre la perversidad y la inopia, un partido empantanado en la
corrupción, una sanidad desastrosa, una educación antediluviana y un
periodismo convertido en muñeco de ventrílocuo, pero hacer chistes sobre
Carrero Blanco, hasta ahí podíamos llegar.
En la
prensa extranjera no dan crédito a las noticias que vienen desde España,
como si el fin de semana pasado atrasáramos la hora cuatro décadas. La
técnica de la cortina de humo se complica mucho cuando el humo no deja
respirar en la habitación, y más aún cuando se sustituye el humo con
mierda.
Se ha dicho ya mil veces pero habrá que repetirlo otras mil más. No sólo se puede hacer humor con todo: se debe. Aunque Aristóteles no nos dejó escrito un tratado sobre la comedia (ya lo apuntó Umberto Eco),
no es difícil comprobar el efecto catártico de la risa sobre nuestros
temores más profundos. Al reírnos, durante unos instantes, el miedo
pierde su poder y se queda en pelotas; así podemos reírnos del sexo, la
vejez, la pobreza, la impotencia, la enfermedad, la muerte.
Si usted se
ofende con facilidad con esta clase de chistes, si no los soporta o le
parecen de mal gusto, no se ría, no los oiga, no los lea. Pero deje que
los demás nos riamos, oiga, incluso aunque sea a costa de sus creencias
sagradas o sus profundos sentimientos. De eso va esta vaina del humor,
de romper tabúes, de hablar de lo que no se debe, de cabrear al
poderoso, de hacer tambalear los pilares de la sociedad y poner el
universo cabeza abajo.
La humorista Sarah Silvermann
tiene un monólogo prodigioso en el que empieza bromeando sobre la
violación, sigue con la religión, la felación, el incesto, el racismo,
la explotación infantil, el SIDA, las Torres Gemelas y Martin Luther King.
Ella no sólo cruza líneas rojas sino que va pisoteando charcos uno
detrás de otro, avanzando sobre la cuerda floja, y lo único que la salva
de caer en la simple provocación, el mal gusto o la idiotez es, por
supuesto, su talento.
Cuando llega al tema del terrorismo es imposible
evitar que la sangre salpique a la audiencia, pero Silvermann sube la
apuesta al burlarse sin compasión de la hipocresía de cierta gente: “No
hay que minimizar los efectos del 11 de septiembre; fueron devastadores,
y no me refiero sólo a las víctimas o los familiares sino devastadores
especialmente para mí. Porque fue el mismo día que descubrí que la leche
de soja tiene 900 calorías”.
Con todo, lo más vergonzoso de la
sentencia no es que los jueces de la Audiencia Nacional se dediquen
ahora a la crítica de chistes en lugar de juzgar delitos como el robo,
el cohecho o el asesinato. Ni siquiera la doble vara de medir aplicada
al chiste de una tuitera sobre Carrero Blanco frente al beneplácito
judicial sobre los repugnantes comentarios de Rafael Hernando y Pablo Casado
a las víctimas del franquismo.
Que si sólo se acuerdan de sus muertos
por el dinero o que si están todo el día buscando la tumba de no sé
quién.
No, lo peor de todo es que en la sentencia se impone un año de
prisión a una estudiante por “humillación a las víctimas”. ¿Carrero
Blanco una víctima? ¿El delfín de uno de los dictadores más criminales y
putrefactos del pasado siglo una víctima? Lo auténticamente intolerable
es que la Audiencia Nacional está diciendo no sólo que no se puede
bromear sobre un magnicidio sucedido hace casi medio siglo, sino que
tampoco es lícito tomar las armas contra un tirano asesino o contra su
mano derecha.
Lo que hizo ETA en 1973 no fue muy distinto de lo que
hicieron los partisanos checos contra Heydrich en 1942 o los italianos con Mussolini
en 1945.
Por eso la sentencia (que sería igual de disparatada en el
caso de que el chiste se refiriera al atentado del Hipercor o al de Miguel Ángel Blanco)
da tanta rabia y tanto asco: porque viene a ser la confirmación de que
el franquismo sigue vivo y con salud. Desgraciadamente, por muchos años.
David Torres | Cuarto Poder | 02/04/2017
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