Si les contara que he visitado un restaurante en Alemania donde el plato estrella del menú se llamaba: “Esencia de judío ahumado a la cámara de gas”,
ustedes me dirían que he perdido el juicio. Que miento como una posesa
puesto que tal burrada no sería consentida ni de coña en el país teutón.
Pues dirían bien. Los alemanes desprecian ese sentido del humor chusco,
casposo y ofensivo.
Incluso lo consideran un delito. Pero en
Carpetovetonia, cuna del esperpento, la percepción del “humor” toma
dimensiones delirantes y se tiene más manga ancha. Eso sí, dependiendo
de donde venga el chascarrillo claro.
Resulta que en España existen
bares y restaurantes manifiestamente franquistas que hacen ostentación
de toda la parafernalia de ideología fascista con premeditación,
alevosía y diurnidad.
Tenemos el ejemplo de un bar de Ávila,
Casa Eladio (rincón nacional), donde puedes gozar de unos “huevos rotos
fusilados” , unos “chorizos rojos” o unas “chuletillas del Valle”
rodeado de fotos de Franco, pollos anti-constitucionales y toda clase de
símbolos destinados a hacer apología de la dictadura. La Disneylandia
del prototipo medio del facha recalcitrante patrio.
Por cierto, muy
visitado por algunos policías y políticos. Será que enseñan a
romper bien los huevos y se ha corrido la voz.
Pero no crean que es el único garito
donde los nostálgicos de “aquella etapa de maravillosa placidez”, como
definió Mayor Oreja a la dictadura franquista, pueden reunirse
para rememorar sus mierdas. Tengo entendido que hay algunos que celebran
el cierre de su negocio cada día cantando el cara al sol junto a su
emocionada parroquia. Una preciosidad.
Y a mí me da por pensar, vicio que
tengo, que esto de los “huevos rotos” es una metáfora del país. Al
menos, de una gran parte de la ciudadanía. Porque el fascismo y su
alargada sombra no solo rompió la madre de la democracia. Dejó una
impronta de miedo, de chulería amagante que prevalece hoy en
día facilitando que sus herederos ideológicos, y en muchos casos
genéticos, sigan siendo los putos amos del cotarro. Y eso solo pasa
cuando, previamente, te han roto “los huevos” que hacen falta para sacar
a esta escoria del escenario nacional.
Huevos rotos hemos visto estos dos días
de moción de censura como para hacer una tonelada de tortillas.
Tortillas mucho y muy españolas, por supuesto. El caso es que, kamikaze o
no, la moción de censura contra Mariano-Babá y su innumerable banda de
ladrones tenía toda la coherencia en un estado democrático.
El problema
es que procedía de Podemos. Satán hubiera tenido más apoyos. Y no me
extraña. Escuché el otro día a un tertuliano, presunto periodista, que
afirmó preferir que le roben los del PP a que le maten los de Podemos.
¡Toma castaña! ¿Cómo habrá averiguado que Echenique se pone un
pasamontañas por la noche y va acuchillando indiscriminadamente a todo
el que se cruza por delante de su chisme mecánico?
La ignorancia es atrevida pero sobre
todo es peligrosa. Más cuando se lanza desde los medios de
desinformación habituales con el único objetivo de seguir rompiendo los
huevos de la gente.
El Partido Popular se comportó con la
indignidad que le caracteriza. Pese al “fusilamiento” de casos de
corrupción que les cayó encima con la intervención de Irene Montero,
aguantaron con impertérrita chulería la descarga mientras leían un libro
o consultaban sus móviles entre risitas y chanzas.
No quiero entrar a valorar algunas
intervenciones populares, como la de Rafael Hernando, por puro hastío y
náusea. Me quedo con las del ufano presidente. El mismo que nos deleitó
con otras célebres citas que pasarán a los anales del absurdo como: “Es
el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. “Los
españoles son muy españoles y mucho españoles” o “ETA es una gran
nación”.
Mariano Rajoy en la moción de censura replicando a Pablo Iglesias: “Cuanto peor, mejor para todos. Y cuanto peor para todos, mejor. Mejor para mí el suyo. Beneficio político”
Un discurso tan incongruente como incongruente es la permanencia de este partido, o banda organizada, en el gobierno. Pero ahí siguen, en cabeza en intención de voto. Eso explica el plato gourmet de Casa Eladio.
Solo
puede servirse en un país que también tiene rotos los huevos y fusilada
la esperanza. Mi querida España.
Ana Cuevas | Diario del Aire | 16/06/2017
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