En España se torturan con fuego miles de toros al año, sobre todo en casi todos los municipios de la provincia de Castellón y en menor medida, en Valencia y Alicante (aunque también en otras provincias).
A los toros embolados se les puede colocar desde dos hasta cinco bolas en los cuernos, cuyo peso casi no puede soportar el animal, y de ellas no sólo salen llamas sino también bengalas y fuegos artificiales.
Se embolan uno a uno, o varios a la vez, incluso una docena, que corren despavoridos por las calles o plazas de los pueblos. En eso consisten estas fiestas y siempre se celebran por motivos religiosos.
El fuego asusta a los animales, les produce quemaduras en cuerpos y ojos, y los enloquece hasta el punto en que a veces se suicidan golpeándose con la cabeza.
El proceso de colocación de las bolas también es muy traumático pues los espantosos bramidos de los toros nos demuestran su dolor físico, su estrés psicológico y su innegable sufrimiento.
A veces, debido a los bruscos movimientos, se puede incendiar el lomo del animal o incluso el cuerpo entero.
Y además, en muchas ocasiones también se les pone un enorme collar en el cuello con campanas para que se asusten al correr.
La diversión no debe implicar bajo ningún concepto el sufrimiento y humillación de víctimas, pues la crueldad intrínseca de estos actos embrutece a los seres humanos, y especialmente insensibiliza a niños y jóvenes que asisten o lo ven en las televisiones locales, donde lo repiten una y otra vez.
Por los motivos expuestos, firmo esta petición y solicito la abolición de los toros embolados.
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