La invertida ritualística de la infrahumanidad: Por supuesto, nada nos
interesa menos que la literatura y lo que los críticos pudieran decir de
ella (mucho menos, de la de Sade).
El Marqués de Sade hizo una literatura alrededor de lo que veía en su noble entorno, y ese papel de testimonio –no tanto el de practicante- sirve para documentar lo que aquí se trata.
Nada ni mínimamente “erótico” se encontrará en su repetitiva obra. ¿Qué es lo que se repite una y otra vez?
Secuestros de seres humanos (principalmente mujeres, y siempre muy jóvenes, incluso menores) que viven en una esclavitud sexual infernal impuesta por miembros del Establishment (clero, nobleza, militares...)
No vamos a entrar en los detalles de esa esclavitud, porque lo que importa aquí se resume en los tres puntos en común siempre repetidos: la crueldad extrema, el estupro, y el abuso de poder.
La obra de Sade da testimonio de una red de secuestro que abastece a las monstruosas prácticas de la élite de la época.
Las mismas prácticas criminales son las que actualmente llevan a cabo redes de secuestro y pederastia que –en poquísimas ocasiones- son detenidas y expuestas en los medios de información. T
ambién estas redes están formadas por los mismos estratos sociales que las de las obras de Sade: clero, nobleza, policía, militares, políticos...
Cuando una noticia de este tipo aparece filtrada en los medios de información, la reacción más habitual e inmediata por parte del ciudadano es: “¡Qué monstruos!” o “¡Qué inhumanos!”. En efecto: monstruos e inhumanos.
No es sólo una exclamación; es una obviedad en cuyo significado el ciudadano no se atreve a profundizar. ¿Qué es un monstruo?
Un ser infrahumano, sin nombre humano, sin forma humana. El hombre moderno lo tiene delante, y cree ver a un semejante.
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