Frederick Douglass,
negro, huyó del sur en 1838 y fue la voz de los esclavos insurrectos. Famoso
abolicionista, el 4 de Julio brindó uno de los discursos más impactantes de la
historia estadounidense.
Cuando se conmemoraba
el Día de la Independencia, 4 de julio de 1852, fue invitado por la Sociedad de
Mujeres antiesclavistas de Rochester en New York. Su encendido discurso pasó a
la historia como una de las denuncias más contundentes contra el racismo
estructural de la sociedad norteamericana. He aquí un fragmento que, por
desgracia, no ha perdido su acusadora vigencia.
¿Qué es para el esclavo
americano vuestro 4 de julio? Yo contesto: un día que le revela, más que todos
los otros días del año, la gruesa injusticia y crueldad de las que es la
víctima constante. Para él, vuestra celebración es una farsa, vuestra declamada
libertad, una profana licencia, vuestra grandeza nacional, hinchada vanidad;
vuestras celebraciones, vacías y sin corazón; vuestras denuncias de tiranos,
temeraria impudicia; vuestros gritos de libertad e igualdad, huecas burlas,
vuestras plegarias e himnos, vuestros sermones y agradecimientos, con toda
vuestra ostentación religiosa y solemnidad, son, para él, mera ampulosidad,
fraude, engaño, impiedad e hipocresía, un tenue velo para cubrir crímenes que
avergonzarían a una nación de salvajes. En este mismo momento, no hay una
nación de la tierra que sea más culpable de crímenes escandalosos y sangrientos
que el pueblo de los Estados Unidos.
Podéis ir por donde sea, buscar donde queráis, recorrer todas las monarquías y despotismos del Viejo Mundo, viajar por Sudamérica, documentar cada abuso, y cuando hayáis encontrado el último, comparad lo encontrado con las prácticas diarias de esta nación, y acabaréis diciendo conmigo que, en el terreno de la revulsiva barbarie y la desvergonzada hipocresía, Estados Unidos reina sin rivales.
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