Si denuncias que hay camareros cobrando 700 euros al mes por 12 horas de
trabajo diarias, de las que sólo están dado de alta cuatro, es que
odias el turismo; si denuncias que hay camareras de piso que acuden
empastilladas a trabajar para poder limpiar 20 habitaciones diarias a
1,5 euros cada una, es que odias el turismo.
Si denuncias que los guiris borrachos se alojan en apartamentos ilegales
y te vomitan tu patio, es que odias el turismo; si denuncias que tu
alquiler ha pasado de 500 euros al mes a 900, porque al casero le es más
rentable alquilar la vivienda ilegalmente por días que por meses de
manera legal, es que odias el turismo. Si denuncias que los antiguos
pequeños comercios y bares de toda la vida de tu barrio ahora son
franquicias donde pagan 700 euros al mes a los camareros con contratos
parciales que se convierten en jornadas de sol a sol, es que odias el
turismo.
Si denuncias que estudiaste Turismo y estuviste viviendo en dos países
varios años para perfeccionar tu nivel de idiomas y que ahora el hotel
donde trabajas de recepcionista te paga 900 euros al mes, es que odias
el turismo; si denuncias que estás harto de no poder salir de tu casa
porque las manadas de turistas en fila india tienen bloqueado el portal
de tu casa, es que odias el turismo.
Si denuncias que hay una burbuja turística que ha sustituido a la
burbuja inmobiliaria, sostenida en bajos sueldos y expulsión de la
población local de la ciudad, es que odias el turismo; si denuncias que
es inmoral cobrar 100 euros por una habitación de hotel, mientras se le
paga 1,5 euros por limpiar una habitación a una camarera de piso o 700
euros al camarero que te sirve el desayuno, es que odias el turismo. Si
denuncias que los beneficios del turismo, sector que no ha conocido la
crisis y que aumenta anualmente sus beneficios en más de dos dígitos, se
tienen que repartir de manera equilibrada entre trabajadores,
empresarios y ciudades turísticas, es que odias el turismo.
Si denuncias que el patrimonio histórico-artístico de nuestras ciudades
no soporta la presión turística actual y que es posible que en unos años
no podamos seguir viviendo del turismo porque nos lo habremos cargado
por la avaricia capitalista, es que odias el turismo.
Si denuncias que el turismo debe ser un sector de futuro y no sólo de
presente, que los turistas merecen visitar sitios auténticos, con vida
real, y no parques temáticos y que los habitantes locales merecen poder
conjugar vivir en su ciudad con el turismo, es que odias el turismo. Si
denuncias que un trabajador del sector turístico no puede disfrutar de
una semana de vacaciones al año porque el salario que recibe no se lo
permite, es que odias el turismo.
Es lo mismo que ocurría cuando se denunciaba que la burbuja inmobiliaria
impedía que las familias normales pudieran acceder a una vivienda digna
o que la construcción estaba destruyendo el patrimonio ambiental y el
litoral de nuestro país. Los que lo odian todo, menos su deseo de
acumular beneficios a costa de explotar recursos naturales, históricos y
humanos, han encontrado en la “turismofobia” su palabra clave para no
abrir un debate sereno y serio del que no podrán salir bien parados y
que podría poner freno a su ansia desmedida por la acumulación de
beneficios a costa de la salud de mujeres que acuden a trabajar drogadas
para poder soportar los dolores que les producen mover carros de ropa
sucia y limpiar 20 habitaciones en cuatro horas. Turismofobia, tu padre.
Raúl Solís, en Paralelo 36
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