A ver, señor Padilla. Usted no perdió un ojo.
Se lo arrancó un toro al
defenderse mientras usted lo torturaba.
Eso, permítame que le diga, no
le convierte a usted en un héroe sino simplemente en un torturador de
animales al que le falta un ojo.
No dudo que
entre la manga de garrulos acéfalos con piscopatologías varias que
acuden a excitarse viéndole torturar animales habrá quienes le aplaudan
el gesto. Bien jugado.
Y yo no puedo dejar de agradecerle el que ponga
en evidencia la estrecha relación entre la tortura pública de animales y
la derecha más rancia de este bendito país.
Siga usted luciendo la bandera de los que llenaron de cuerpos inocentes las cunetas y las tapias de los cementerios, la bandera que sumió al Pueblo español en 4 décadas de oscurantismo y dictadura militar.
Hay, dicen, una Ley de memoria Histórica y un delito que tipifica la exhibición de símbolos que inciten al odio.
Pero mientras no se le ocurra mostrar un títere o una papeleta de referendum no tiene por qué preocuparse.
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