Tengo miedo. Lo tengo que reconocer. Veo la tele, leo la prensa, analizo lo que se dice en las tertulias y sobre todo lo que nuestros dirigentes hacen y tengo que confesar que el miedo se apodera de mí como un escalofrío que recorre mi cuerpo y que no vaticina nada bueno. Algunos me tildarán de exagerado, pero yo únicamente digo lo que siento. Tengo miedo.
Tengo miedo porque veo a una sociedad que contempla impasible cómo este gobierno del Partido Popular poco a poco socava las libertades de la gente sin ningún tipo de freno. Tengo miedo porque estamos sin ningún género de dudas ante una situación de “Estado de Excepción” y parece que nada ni nadie puede parar esta maquinaria diabólica de pisotear derechos humanos y libertades fundamentales en la que se ha convertido el Partido Popular.
Tengo miedo cuando veo cómo se apalea a pacíficos manifestantes en Murcia
que solo piden el soterramiento de la vía del AVE para que su ciudad no
quede divida en dos. Padres de familia que junto a sus hijos pequeños
salían la otra noche a protestar y que fueron literalmente tratados como
ganado.
Tengo miedo cuando se manda a la
policía a registrar un periódico, cuando se suspenden actos políticos
según convenga, cuando se detiene a gente por pegar carteles que piden
la independencia.
Tengo miedo cuando veo que hay gente capaz de meter cocaína en el vehículo de Juan Clavero,
un conocido activista medioambiental de Cádiz, y no dudan un momento en
joder la reputación y la vida de una persona simplemente porque lucha
por lo que cree y, claro está, porque va contra los intereses de los de
siempre, de los que tienen la sartén por el mango.
Tengo miedo al ver ese choque de trenes entre el Gobierno de España y el de la Generalitat de Cataluña ante
la imposibilidad de sentarse a dialogar de una vez para buscar un
referéndum pactado que permita a “toda” la ciudadanía catalana expresar
su opinión libremente en las urnas.
Pero sobre todo tengo miedo de ver a
un Gobierno central inmovilista que responde a las peticiones de
diálogo con represión y las decisiones de unos jueces que ellos mismos
han nombrado.
Tengo miedo de ver cómo unos
medios de comunicación comprados por el poder callan las flagrantes
atrocidades que se están cometiendo con las libertades de las
personas y sólo meten mierda en asuntos como la patria o la religión que
es con lo que saben que en este país se hace daño, mucho daño.
Tengo miedo de ver cómo mucha gente
inteligente y coherente guarda silencio o bien son silenciados, mientras
que se le pone altavoz a los que insultan de forma barriobajera, a los
que afilan la navaja esperando saltar a la yugular del que piensa
diferente.
Tengo miedo de la ignorancia y de la impasibilidad de la gente, que parece anestesiada ante tanta barbarie y tanta sinrazón.
Y es que hay gente que se conforma y que piensa que es mejor que nos
roben, que nos humillen, que nos repriman a que las cosas cambien.
Ya sé que es lo que quieren. Que
sintamos miedo, que no seamos capaces de alzar la voz y denunciar a los
cuatro vientos lo que nos están haciendo. Algunos tratamos de quitarnos
el miedo con la palabra, aunque a ellos esto de las palabras no les da
nada de miedo, sino más bien, mucha risa.
Desgraciadamente el miedo no ha cambiado de bando. Queda mucho camino para eso. Lo importante: no rendirse, seguir luchando, aunque tengamos miedo.
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