España es una nación porque millones de personas se sienten
nacionalmente españolas. Este componente subjetivo hace que esto sea
innegable.
Sin embargo, también pareciera que es una nación "fallida",
mal construida, en la que ni sus élites ni sus intelectuales han sabido
erigir una idea nacional uniforme y moderna al estilo francés, ni mucho
menos han tenido la capacidad para comprender la plurinacionalidad como
realidad de España.
Ni han impuesto "ilustradamente" ni han construido y
seducido democráticamente.
Por el contrario, España se edificó sobre el viejo solar castellano,
imponiendo por la fuerza de las armas su hegemonía al resto de naciones
peninsulares. Así, España, lejos de ser una suma de los pueblos que la
componen, continúa instituyéndose sobre el dominio del nacionalismo
oligárquico castellano sobre los demás.
Esto hace que el nacionalismo español viva en una esquizofrenia
permanente. Asegura que Cataluña es parte constitutiva de España pero a
la vez que es necesario "españolizar a los niños catalanes”. La quiere
consigo, pero obligándola a dejar de ser ella misma. Quiere una Cataluña
castellanizada para afirmar el dominio de su idea uniforme de España.
Tratando de afirmar su españolidad, la niegan.
Pues muestran a las
claras que la españolidad de Cataluña se basa solo en la fuerza por la
que a lo largo de la historia los restos del viejo Imperio han
conseguido mantenerla consigo, pero sin asimilarla jamás.
Esta esquizofrenia explica la reacción agresiva del nacionalismo español
en los últimos tiempos sintetizada en el ”a por ellos”. Cataluña, para
el nacionalismo español, es un otro frente al que seguir afirmando la
identidad propia por la vía de la negación y la imposición. Pero, a la
vez, es una parte subordinada de esa identidad dominante a la que no se
la puede dejar decidir su destino porque, en caso de que decidiera la
ruptura o una relación en pie de igualdad dentro de un mismo marco
jurídico, se vendría abajo la relación de subordinación que constituye
la identidad nacional española hegemónica.
El nacionalismo español no acepta que su nación pueda ser
democráticamente discutida mientras tacha de nacionalistas a los demás.
La Constitución, en su artículo 2, regula una realidad nacional
prepolítica, previa al pacto Constitucional. Esta es la mayor expresión
de su esencialismo. Y es por ello que ante cualquier intento de poner en
discusión política la nación española, el nacionalismo español de los
partidos dinásticos reacciona con agresividad. Si la nación es
prepolítica, su cuestionamiento se asemeja a una herejía en un sistema
de creencias religioso.
Y, además, el español es un nacionalismo de Estado, que es
históricamente el más agresivo porque tiene un aparato
jurídico-administrativo-policial a su servicio. El que usa para
materializar la reacción agresiva ante la puesta en discusión
democrática sobre su nación.
Del federalismo imposible al independentismo por necesidad
En su ensayo "Sempre en Galiza,” Castelao, padre del nacionalismo
gallego y federalista convencido hasta comprobar los límites para el
desarrollo de un proyecto federal, afirmó que "nosotros queremos ser
españoles, pero a condición de que este nombre no nos obligue a ser
castellanos".
La imposibilidad material de hacer esto efectivo a lo largo de la
historia explica el fracaso de la construcción nacional española. Tanto
por la renuncia de la oligarquía a aceptar la base federal de España
como por su voluntad de imponer su proyecto de dominación de base
castellana sobre las demás naciones peninsulares. España nunca ha sido
la suma de los pueblos que la componen, sino el intento de una de ellas
de imponerse sobre las demás.
Esto es lo que, en buena medida, ha
conducido a la progresiva deriva del proyecto catalanista
-tradicionalmente federal y con voluntad de democratizar España- hacia
el independentismo. Del federalismo imposible al independentismo por
necesidad para poder seguir existiendo como nación.
La única forma de haber construido una España en la que todas sus
naciones cupieran hubiera sido un modelo que permitiera la relación de
igualdad entre ellas. Y el pleno desarrollo nacional de cada una de
ellas en el proyecto común. Es decir, España como suma de sus partes y
no como dominio de una de ellas sobre la anulación de las demás.
La pregunta es: ¿es posible la construcción de una idea de España como
suma voluntaria de sus partes permitiendo que estas se desarrollen
plenamente? Para mí, es imposible sin que previamente una o varias de
esas naciones que la forman logre su pleno desenvolvimiento mediante la
ruptura con el Estado español. Que además parece encaminado a una
recentralización autoritaria a corto plazo. Como también escribió
Castelao "sólo en una España rota subsiste una España roja." Y hoy esta
condición pasa por Cataluña.
El secuestro de la izquierda por el nacionalismo español
La dificultad para hacer esto posible reside en que este nacionalismo
español autoritario y monopolizado por la derecha es hegemónico
precisamente porque ha conseguido que la mayor parte de la izquierda
-subalterna e históricamente derrotada en este proyecto nacional
oligárquico- asuma su marco mental.
Para muchas figuras de la izquierda el problema catalán es visto más
como un estorbo que como una oportunidad. Porque al pensarlo desde su
mirada española (con un Estado ya constituido) no entienden que el
derecho de autodeterminación es un fin en sí mismo para todo aquel
pueblo que desee ejercerlo, sin hacer caso de lo que otros pueblos (en
este caso el pueblo español) piensen de ese proceso. Por eso la defensa
teórica de este derecho no se concreta en propuestas prácticas viables. Y
por eso esta colonización mental del nacionalismo español en la
izquierda se reproduce hasta en la organización interna de los partidos
políticos de la izquierda española.
Sin que esta izquierda se libere del secuestro del nacionalismo español
hegemónico, será imposible llevar a cabo una democratización de España
sin una ruptura previa de la misma.
Marcos Martínez Romano, politólogo (en Rebelión)
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