Nadie que ame a los animales los clasifica como especie cinegética o
protegida: los animales son naturaleza y no se aman a tiros y punto
Es uno de los mantras
más socorridos que vengo soportando por parte de los cazadores: nosotros
también amamos la naturaleza y somos indispensables para conservarla.
Pero no cuela. Porque lo del cazador conservacionista es un oxímoron
como la copa de un pino.
Nadie que haya tenido un
encuentro fugaz con un corzo en un claro del bosque puede soportar la
idea de ver su cabeza cortada y disecada colgando de una pared. Nadie
que ame al más noble y más bello de nuestros animales salvajes, el lobo,
puede entender cómo alguien es capaz de abatirlo a tiros y sujetar su
sanguinolenta cabeza mientras sonríe a sus seguidores en Facebook.
Nadie que ame a los animales es capaz de pegarle un tiro
a una liebre, un conejo, una perdiz o un zorro. Porque nadie que ame a
los animales los clasifica como especie cinegética o protegida: los
animales son naturaleza y no se aman a tiros y punto.
Los cazadores amarán la escopeta y amarán salir al
campo, de eso no me cabe duda, pero con ella al hombro, y deseando
volver a casa con varias vidas arrebatadas entre lo que corre o vuela
sin que tengan necesidad alguna de hacerlo.
La
naturaleza como en verdad se ama es desde el respeto, la sumisión y la
humildad y con vocación de ayudarla. La naturaleza se ama desde el
prismático y la guía de identificación, desde el lapicero y el cuaderno
de campo: nunca desde la cartuchera y el rifle.
El único objetivo que
debería apuntar a la naturaleza es el de la cámara del fotógrafo que
aguarda durante horas en la soledad del hide para
dispara un clic en lugar de un pum, ese cuyas imágenes nos seducen a
todos y nos animan a seguir luchando para conservarla viva. Porque matar
nunca conserva: matar elimina.
Por eso es necesario desmentir de una vez por todas lo del cazador conservacionista. Y por eso es tan oportuno el informe de Ecologistas en Acción sobre el impacto de la caza en España presentado esta misma semana.
Con este documentado trabajo, basado en lo que dispone la normativa
vigente, en los datos oficiales del Gobierno e incluso en sentencias del
Tribunal Supremo, esta importante organización ecologista desmiente uno
a uno los argumentos de los cazadores para presentarse ante la sociedad
como unos aliados para la conservación de la naturaleza y la protección
del medio ambiente.
Y empieza de manera categórica
al afirmar que lejos de ser un medio de subsistencia, la caza se ha
convertido en una simple actividad de ocio basada en proporcionar a una
minoría de la población la posibilidad de divertirse matando animales
silvestres en la naturaleza.
A continuación pone el
dedo en la llaga al señalar el creciente desafecto de la sociedad por la
caza, tal y como demuestra el hecho de que las licencias hayan caído un
40% desde los años 80. Y es que la Federación de Caza es la que más
licencias deportivas ha perdido en los últimos cinco años: cerca de
70.000, siendo actualmente poco más de 300.000 los cazadores federados.
Pese a ello el informe denuncia que el sector de la caza se ha
convertido en un lobby social y económico desde el que se intenta hacer
frente al creciente nivel de conciencia medioambiental que se está dando
en la sociedad española y al papel cada vez más protagonista de las
organizaciones ecologistas.
Respecto de los cazadores
como “reguladores” de las poblaciones salvajes el informe señala que la
caza intensiva está desplazando y dañando a las poblaciones autóctonas
propiciando la propagación de especies invasoras como el arruí, el
muflón o la codorniz japonesa.
Como ejemplo, en 2013 se soltaron en los
cotos de caza 1.350.000 ejemplares de perdiz roja procedente de granja,
lo que ha puesto prácticamente al borde de la extinción a los ejemplares
silvestres.
Asimismo, la explosión demográfica de algunas especies como
el ciervo o el jabalí se debe también a sueltas masivas y a prácticas
tendentes a multiplicar las poblaciones como la aportación de
alimentación suplementaria en el medio natural.
Según
los datos oficiales del propio Ministerio, en España mueren cada año 25
millones de animales a manos de los cazadores. Aquí me van a permitir
que abra un paréntesis de silencio y respire hondo, pues me parece una
auténtica barbaridad.
Una matanza sistemática que se
lleva a cabo en el 80% del territorio español, impidiendo en buena parte
de los casos el resto de usos del campo mediante el corte de caminos,
cauces o vías pecuarias, el cierre de montes públicos o la prohibición
de acceso a espacios naturales protegidos.
Y sobre lo
del amor de los cazadores a sus propios animales, es decir a los que le
sirven para la práctica de su actividad, tan solo un apunte: al
finalizar la temporada de caza cerca de 50.000 galgos son abandonados en
España porque sus propietarios determinan que ya no sirven.
Muchos de
ellos acaban colgados de un árbol o en el fondo de un pozo abandonado,
como por desgracia demuestran las duras imágenes que aparecen en las
redes sociales.
Sobre ese tipo de “amor” hablaremos más adelante, en febrero: el mes en el que los galgos tiemblan de miedo.
En la web de Ecologistas en Acción encontrarás el informe completo y un acertado resumen de artículos sobre #LaVerdadDeLaCaza
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