Las mujeres y hombres que dan vida a la pelea por unas jubilaciones
dignas prometen que seguirán en la calle el tiempo que haga falta. En la
capital vizcaína ya han logrado convertirse en un símbolo que
trasciende fronteras.
Daniel Alonso saca el móvil con una sonrisa indisimulable. Va directamente a la galería de fotos, donde hay una imagen que mezcla el blanco y negro con el color. La postal está dividida en dos: arriba, en tonos grises, un mar de paraguas inunda la plaza de Barakaldo.
Abajo aparece otro montón de gente en el mismo parque y con el mismo clima, aunque ahora se adivina la tonalidad de cada paragua.
Entre una y otra foto han transcurrido algo más de 30 años. Los protagonistas de la primera eran obreros protestando. Los que aparecen abajo son pensionistas haciendo lo mismo. “Los de allí somos los de aquí”, dice ilusionado el dueño del teléfono.
Sin embargo, a día de hoy lo necesita como agua de mayo para llevar a sus nietas al colegio. Moraleja: si creía que ya estaba retirado, se equivocaba como de Bilbao a Almería.
Los pensionistas vascos, y particularmente los bilbaínos, están más vivos que nunca. Se nota en las calles y se confirma en la mesa del bar del Casco Viejo en el que Público
se ha encontrado con cuatro de ellos: cada uno lleva una libreta u
hojas con apuntes.
Sus agendas lucen cargadas: concentraciones,
reuniones, asambleas… . Después de escuchar innumerables discursos sobre
las ventajas de una tercera edad “activa”, ellas y ellos se lo han
tomado al pie de la letra. O del megáfono.
A pocas horas de que el movimiento pensionista vasco cumpla sus primeros 20 lunes de concentraciones,
este periódico ha buscado las voces y las caras de quienes se han
involucrado hasta el tuétano con esta pelea. Lo tienen claro: o les
escuchan, o seguirán gritando.
De veinte a mil
Todo empezó con un whatsapp. Andrea Uña, una
militante social que llevaba la vida entera ligada a todo tipo de
luchas, recuerda el texto casi de memoria. “El lunes 15 (de enero) a las 12.00, reunión en el ayuntamiento por el 0,25%”.
El porcentaje en cuestión hacía alusión al mísero aumento que algunos
días antes la ministra Fátima Bañez había anunciado por carta a los
pensionistas.
Fue, literalmente, la gota que derramó el vaso.
“Este es el movimiento del cabreo y la indignación, no nos van a quitar de la calle"
“Dos
o tres amigas del movimiento feminista decidimos ir a ver qué pasaba
–relata–. Ese día estaríamos unas 20 o 30 personas. Me acuerdo que un compañero gritó ‘hasta el lunes que viene’, pero nosotras creíamos que no volvería nadie”. Se equivocó. Siete días después ya eran 200 o 300.
Pasó otra semana, y entonces eran más de mil. “Me acuerdo que subí un post
en mi cuenta particular en las redes sociales. Puse una foto y dije que
los medios nos ignoraban. Aquello se hizo viral”, recuerda Uña.
Desde entonces, el movimiento no ha parado de coger
fuerza. Ni siquiera el anuncio del acuerdo presupuestario entre el PNV y
el ya desaparecido gobierno de Rajoy les hizo desmovilizarse. Al
contrario. “Este es el movimiento del cabreo de la indignación, y no nos van a quitar de la calle.
Es la primera vez que las y los pensionistas estamos movilizándonos
unidos, por encima de sindicatos y partidos. Seguramente todo esto que
estamos viviendo va a quedar en los anales de la historia, y los
sociólogos acabarán estudiando este fenómeno”, pronostica Uña. Tiempo al
tiempo.
“Hartazgo enorme”
A Jon Fano, un ex trabajador de la histórica General
Eléctrica, nada de esto le pilló por sorpresa. De hecho, cuando empezó a
generarse la ola pensionista de Bilbao, este curtido militante llevaba ya varios años impulsando peleas a favor de la dignidad de los pensionistas.
“Toda mi vida he estado ligado al movimiento social y sindical. Hoy
formo parte de Pentsionistak Martxan”, sintetiza.
Desde esa última
trinchera empezó a librar su batalla por unas jubilaciones decentes hace
ya diez años. Ahí continúa.
"Hemos sido conscientes de la necesidad de mantener la unidad por encima de las diferencias"
“En enero pasado, cuando empezaron estas concentraciones, vimos con claridad que si tomaban una dimensión importante sería por el hartazgo enorme frente a las políticas gubernamentales,
y así fue”, subraya. Se refiere al “indignante” 0,25% de Bañez y Rajoy
en 2018, pero también a la “congelación del gobierno de (José Luis)
Rodríguez Zapatero en 2011”.
Con esas razones sobre la mesa, Fano destaca el carácter “unitario” del movimiento de pensionistas
que cada lunes desborda los alrededores del ayuntamiento y que ya ha
protagonizado cuatro manifestaciones multitudinarias. La clave, dice,
está precisamente en esa “heterogeneidad” de quienes dan vida a estas
acciones. “Las plataformas que participamos en este movimiento hemos sido conscientes de la necesidad de mantener la unidad por encima de las diferencias”, reivindica.
Nada es casual
Sentada en torno a la misma mesa, Loli Pisón apunta
otro detalle: no es “ninguna casualidad” que todo esto haya surgido
aquí, en el corazón del País Vasco. “Nuestra vida se formó así, luchando”,
señala esta ex trabajadora de una fábrica de dinamita situada en
Galdakao. “Estuve 10 años trabajando en la oficina y otros 15
reconvertida en fabricación, porque si no me echaban.
He hecho cosas que
nunca hubiese imaginado, como manejar una carretilla con 58 años”,
apunta.
"Las mujeres normalmente somos la cuarta parte en las asambleas"
En 2009 dejó la fábrica, pero no las ganas de luchar.
Antes, durante y después ha estado ligada a la militancia sindical,
aunque ahora dedica todas sus fuerzas en la guerra del movimiento
pensionista.
No hay lunes que no esté fuera del ayuntamiento, ni
tampoco hay miércoles que falte a las reuniones de coordinación que
mantienen semanalmente las distintas asociaciones que impulsan estas
movilizaciones.
Pisón suele mirar cuántas mujeres acuden a esas
asambleas. “Normalmente somos la cuarta parte”, comenta. No obstante,
ese número crece exponencialmente en las concentraciones de los lunes,
donde se observa un porcentaje mayor.
Entonces aporta una cifra
reveladora: de las 190 mil personas que en Euskadi cobran pensiones por debajo de los 700 euros, el 70% tiene nombre de mujer.
En ese contexto, esta militante por unas pensiones dignas admite que la
movilización en Bilbao ha adquirido una relevancia que le hubiese
costado imaginar. “Estamos asombradas: hemos salido hasta en medios
extranjeros”, señala.
Mirando al futuro
Daniel Alonso busca una frase que resuma el
sentimiento de esas miles de personas que cada semana protestan frente
al consistorio de la capital vizcaína y de otras tantas ciudades vascas.
“Tengo dos hijas y dos nietos. ¿Qué futuro les espera?”, se
pregunta.
Por eso mismo, asegura que esta pelea no sólo es por los que
ahora cobran pensiones, sino también “por los que vienen detrás”.
"Esta pelea también es por los que vienen detrás"
Este
pensionista fue durante muchos años profesor de autoescuela en
Santurtzi, una localidad situada en la Margen Izquierda de Bizkaia, a
escasos kilómetros de Bilbao. La crisis ha sido especialmente cruel con los habitantes de esta zona, alguna vez famosa por su combatividad obrera y social.
Fue en ese contexto que Alonso y un compañero suyo de militancia
decidieron empezar a mover las cosas para que Santurtzi también fuera
parte de la ola por unas jubilaciones dignas. “¿La causa?
La misma que
en todos los demás lugares: el aumento del 0,25%, algo que nos pareció
abusivo y denigrante”, relata.
. Por eso sigo y seguiré aquí”, remata. La pelea promete ser larga.

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