Esta carta es la respuesta de
muchas asociaciones, entidades y grupos activistas contra la
manipulación climática que se está llevando a cabo desde hace décadas,
exigiendo una información rigurosa y plural a los medios de
comunicación.
No queremos sentirnos nuevamente
desinformados viendo que se da la voz solamente a una parte interesada
en el tema, dejando silenciada y pretendiendo ridiculizar con teorías de
la conspiración a una gran parte de la población, que ya no calla ante
estas técnicas de desinformación utilizadas cuando se habla del “cambio
climático”, ya que hoy en día, es evidente la modificación artificial de
la biosfera del planeta y el consiguiente deterioro de la salud de
todos sus habitantes
Dirigido a toda aquella prensa libre y
democrática que esté por la labor de informar desde la ética, y que
habiendo investigado y contrastado opiniones elija dar voz a las
entidades, asociaciones y grupos de personas concienciadas y preocupadas
por lo que ocurre a diario en nuestros cielos. El respeto a la
naturaleza, nuestro planeta, su biosfera y sus habitantes debería estar
por encima de las subvenciones a los medios. Lamentablemente cada vez
son más comunes los artículos sobre este tema que, sin aportar
argumentos científicos, desinforman y sesgan la realidad.
Nos referimos ahora al artículo
publicado en El Periódico.com en su apartado “Ciencia” el pasado 12 de
julio con el título “Chemtrails: las es telas tóxicas en el cielo son un
bulo”, en el cual se afirma sin aportar ninguna prueba, que ni son
químicos, ni tóxicos, ni nocivos para la salud, tratándose de
“inofensivas” estelas de condensación de agua que dejan los aviones,
como si nadie supiera que los aviones vuelan con ciertos carburantes.
Esto ya supone, de entrada, una falta de respeto a los lectores a los
que se dirige.
La palabra “chemtrail” con la que se
denominó a este fenómeno a principios de los 90’, donde comenzó a verse
en los cielos, se ha querido mantener vinculada a los llamados
“pseudo-científicos” ya que no se trata de un término científico,
simplemente es su descripción en inglés: “estelas químicas”. Según en
qué contextos, esto desacredita sistemáticamente los relatos que la
contienen. Se debe hablar de manipulación del clima con técnicas de
geoingeniería.
No nos estamos refiriendo a las estelas de condensación
normales de los aviones (contrails), sino de las estelas persistentes
derivadas de los proyectos de geoingeniería climática, con inyección de
aerosoles y partículas en la estratosfera o de la gestión de la
radiación solar.
Muchos de los proyectos de geoingeniería
de la Carneige Institution for Science nombrado en dicho artículo, en
el que no aparecen nombres de científicos, son subvencionados por la
Fundación del conocido “filántropo” Bill Gates, personaje que apoya el
uso de metales pesados y sustancias químicas en la atmósfera, elogiando a
geoingenieros como David Keith (Univ. Harvard, USA) quien reconoció que
dispersar 20.000 toneladas de partículas de ácido sulfúrico en la
estratosfera cada año, podría enfriar el planeta y combatir el
“calentamiento global”.
Eso sí, sin explicar los lógicos efectos
colaterales que tendría sobre la salud del planeta y la nuestra.
Desde hace más de dos décadas, se están
realizando numerosos análisis químicos de tierra, hierba, hielo y agua
tras la expulsión de partículas a la atmosfera desde aviones civiles y
militares (OTAN) en grandes zonas del planeta. El Instituto Carnicom
(Wallace, ID, USA) es uno de los más prestigiosos centros de
investigación reconocido en temas de geoingeniería e investigación en
aerosoles.
Hace años que están confirmando en estos análisis la
presencia de agentes patógenos generados en laboratorio como bacterias,
hongos o virus, partículas de óxidos de metales pulverizados como
aluminio, hierro o titanio, sales de bario radioactivo o sustancias
cristalinas y microfibras de polietileno y dióxido de silicio en forma
de nanofilamentos. Nada de esto se produce de forma natural en la
atmósfera. Si ello no es lo suficientemente peligroso para nuestra
biosfera y la salud de sus habitantes, aceptaremos todas aquellas
pruebas que puedan demostrar lo contrario.
Los ex-meteorólogos Scott Stevens (USA),
o el francés Philippe Verdier, nos demuestran con elocuentes imágenes y
estadísticas atmosféricas, el grave peligro de estas técnicas
silenciadas e indiscriminadas sobre la población. El Profesor Marvin
Herndon, físico nuclear de la Univ. de San Diego, California, nos
advierte del gran incremento de casos de Alzheimer, Parkinson y autismo
que se estan produciendo en gente cada vez más joven, afectando a
lesiones de todo el sistema neurológico debido al incremento de
partículas de metales pesados en la estratosfera.
Dane Wigington, promotor de
Geoengineering.Watch (California, USA), ha investigado a todos los
niveles sobre geoingeniería, gestión de radiación solar y calentadores
de ionosfera globales como HAARP, y nos confirma la peligrosidad en la
dispersión de aerosoles en la atmósfera a escala planetaria como son la
reducción de la fotosíntesis, la disminución de las precipitaciones, la
pérdida del azul del cielo y el envenenamiento del suelo y del agua.
Por todo ello, agradeceríamos que no se
tratara este tema de una forma banal y se comunicaran los efectos que
repercuten cuando se manipula artificialmente el clima, dando voz a
científicos, físicos y biólogos acreditados que puedan ofrecer más
información con el fin de contrastarla y ampliarla. Son ya muchas
entidades a nivel mundial preocupadas por dar a conocer estos hechos que
afectan a la salud de todos. La de ustedes también.


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