“Los que perdieron la Guerra Civil no lo han asumido”.
Nunca una sola frase ha podido decir tanto con tan poco desde que el
Gobierno de Pedro Sánchez anunciara su intención de exhumar los restos
de Francisco Franco del Valle de los Caídos.
Ha tenido que ser precisamente
Carmen Lomana, un personaje público de la alta sociedad española, quien
nos recuerde el motivo real por el cual España puede seguir siendo
considerado un estado postfranquista. A través de su participación en reality shows
y sus numerosas apariciones en la prensa rosa, Carmen Lomana siempre ha
hablado claro. Nunca se corta la lengua y aunque como todo personaje
tiene mucho de postureo ficcionario, puede decirse que es sincera en sus
declaraciones.
Cual persona bien de tipo tradicionalista, Lomana
siempre se ha posicionado políticamente a la derecha, sin tapujos,
llegando a formar parte de la candidatura de VOX en la elecciones
generales de 2015, cuando desde la formación ultraderechista confiaron
en su ascendente “pijopopulista” para pescar votos presentándola al
Senado por la Comunidad de Madrid.
¿Qué tiene de remarcable lo que
haya dicho Lomana esta vez? ¿Por qué lo que haya pronunciado una figura
tan irrelevante a nivel intelectual supone referente en este caso?
Tal vez sus palabras no tengan
nada de referente. De hecho, nada de lo que pueda aportar Carmen Lomana
debería ser considerado referente de nada en una sociedad sana. Sin
embargo, el hecho de que sea ella la que pronuncie un argumento directo y
sin maquillajes en contra de la exhumación de Franco, el mismo
argumento que buena parte de la derecha española piensa en privado y
eufemiza en público, resulta de lo más significativo.
Y es que la plana
mayor del conservadurismo español, incluso también algún sector que
podría ser catalogado como ultra, ha adoptado la estrategia de oposición
pragmática. Quiere decir esto que los argumentos contra la exhumación
del dictador, así como para todo lo que tenga que ver con aplicar
políticas de reparación con las víctimas del franquismo, pasan por
esgrimir la sobreexplotada línea de no hurgar en el pasado ni reabrir
viejas heridas.
Estos argumentos han sido, de hecho, la base sobre la
cual se ha sustentado la constante inacción del estado español con
respecto a los crímenes del franquismo en los sucesivos gobiernos de
UCD, PSOE y PP hasta la entrada en vigor de la Ley 52/2007 del primer
gobierno Zapatero, más conocida como Ley de Memoria Histórica.
En el contexto actual, a más de un
decenio del nacimiento de la Ley 52/2007, puede afirmarse con varios
argumentos que dicha ley ha aportado alguna luz y muchas sombras, lo
cual hace necesaria una revisión que permita avanzar a España en materia
de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Este ha
sido el escenario para la reacción del conservadurismo español que, bien
al estilo “Lomana” o bien al estilo pragmático, se manifiesta contra
cualquier atisbo de hacer justicia contra los crímenes del franquismo.
Legiones de “opinólogos” y políticos conservadores se jactan de su
talante democrático aludiendo al pragmatismo: “Nuestra modélica transición nos permitió pasar página”, “todos cometieron crímenes durante la guerra”, “dejemos a los muertos en paz” o “¡no habrá otras cosas en las que gastar el dinero!”
son algunas de las tantas expresiones que tienen cabida dentro del
argumentario eufemístico del pragmatismo.
El nuevo líder del PP, Pablo
Casado, célebre no hace mucho por mofarse de los “carcas de izquierda todo el día con la fosa del abuelo”,
o por sus desafortunadas alusiones históricas al fatal destino de Lluís
Companys, se pronunciaba recientemente en esta línea al mencionar que “no gastaría un euro en desenterrar a Franco”.
Todas estas manifestaciones que
justifican la falta de acción contra los crímenes de la dictadura serían
impensables, por ejemplo, en un lugar como Alemania, donde las leyes
son estrictas y la reivindicación de su pasado nazi y totalitario está
penado por ley. En España, mientras tanto, no solamente se permite la
apología del franquismo sino que se ha subvencionado y por tanto
promovido (véase las partidas públicas recibidas por la Fundación
Francisco Franco durante el segundo gobierno Aznar).
Ni siquiera se
cumplen los preceptos básicos en materia de Derechos Humanos a los que
España se ha comprometido firmando diversos tratados internacionales,
permitiendo que más de 100.000 desaparecidos permanezcan como tal en lo
que implica perpetuar una situación de infamia que sería impensable en
cualquier país democrático de nuestro entorno. ¿Por qué será? ¿Qué
diferencia a España de Alemania?
Al final, reflexionar sobre el
estilo “Lomana” será lo que nos dé una respuesta clarividente a la
pregunta y arroje luz sobre el porqué de la lamentable situación de
España con respecto a los crímenes de la dictadura: Aquí no hay nada que reparar, y si no haber ganado la guerra…
Carmen Lomana ejerce, así, de retrato de Dorian Grey del franquismo
sociológico tan presente en nuestros días, asimilando el rol
protagonista directo de todo lo que una gran parte de la derecha
española no quiere cargar en público en aras del mantenimiento de su
careta de demócrata.
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