Venís con autocar desde
vete a saber dónde, con un bocata de chopped entre pecho y espalda.
Paseáis la estanquera como si fuese un partido del Mundial. Os ponéis
gorros baratos con la bandera española pensando que un homenaje a las
víctimas de un atentado es la Feria de Abril.
Berreáis como hooligans
cuando una periodista lee frases en catalán en un manifiesto. Montáis un
servicio parapolicial de “orden” que quita pancartas a la gente o
amenaza a quien lleve símbolos que no os gustan. Y os reís. Os hacéis
fotos y os reís. Porque lo importante es actuar como coristas del rey,
palmeros y cuadro de bailes regionales.
¡Qué vergüenza! Qué vergüenza
que nos queráis pasear a España por los morros siempre que tenéis
ocasión, aunque esta ocasión sea un homenaje a las víctimas del
terrorismo.
Esa obsesión enfermiza por marcar territorio colonizado, por
recordarnos a quiénes debemos estar sometidos.
¡Qué vergüenza! ¡Cuánta
mala educación! ¡Qué poca elegancia! ¡Cuánto hortera de baja estofa que
tanto te monta una fiesta en días así, como te persigue con un cutter
por poner lazos o te mete en la cárcel por subirse a un coche! Porque
esto ya es todo un despropósito general.
Ya no es España o Catalunya. Es
una sociedad culta, inteligente y respetuosa o una sociedad de cafres,
violentos y gentuza. Da igual las banderas que se defiendan. Porque, de
hecho, la mayoría de situaciones a las que se enfrentan los seres
humanos trascienden todas las banderas, todos los himnos y todos los
reyes.
Estamos hablando de saber comportarse, de no ser el gilipollas
que hace comentarios fuera de tono en un funeral, el nuevo rico que se
pone el Rolex por encima de la camisa para que todo el mundo lo vea o el
imbécil que se emborracha en la boda y pasa de la fase cantos
regionales a dar hostias a alguien que le ha pisado en el baile.
Hay que
saber comportarse, siempre y en toda ocasión. Porque viendo las fotos,
observando los vídeos, la sensación es que vinisteis para marcar
territorio, como las pandillas de West Side Story pero bailando
pasodobles. ¡Qué vergüenza!
No puedo imaginar qué
pensará un familiar de una víctima del atentado, o alguien al que la
furgoneta le pasó rozando, o un profesional del SEM al que se le murió
alguien en los brazos, o el comerciante que ya no puede mirar las
Ramblas de la misma manera o el vecino de Cambrils que cada día que
pasea por sus calles recuerda cómo se rompió su paz estival.
Debe ser
terrible recordar ese día y veros con esa actitud.
Repito: no es
cuestión de banderas, cada uno tiene las suyas o quizás ninguna.
Es
cuestión de saber estar en el mundo.
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